Por Javier Plaza
Hace unos días cayó en mis manos una revista de divulgación científica, una de esas que se venden en los kioscos de diarios. Estas publicaciones que intentan explicar con vocabulario accesible la complejidad del leguaje matemático -al que no le alcanzan ni siquiera los números para bajar a tierra el pensamiento abstracto-, por lo general, fracasan en su cometido. Esos temas no son bien recibidos en charlas de café o en la verdulería; dos son las razones: la primera es que la gente odia las matemáticas y la segunda es que, también, odia la exigencia del análisis. Así, como los japoneses vacacionaban detrás de una filmadora, grabándolo todo, para después llegar a su casa y ver donde carajo han estado, los físicos intentan buscarle una explicación y un sentido a la vida -a través de complejas ecuaciones- mientras les cuesta horrores atarse los cordones y vincularse con eso que intentan entender y explicar.
En esa revista encontré un artículo, cuyo título me pareció atractivo -a pesar de que se estaba cagando a piñas con la sintaxis y estaba perdiendo- : “Los octoniones, una teoría sobre la realidad de la física cuántica”; la bajada anunciaba que “físicos podrían explicar la existencia de la realidad en el universo” y avisaban que “las concepciones científicas sobre el espacio-tiempo cambian constantemente. Antes hubiéramos creído que el espacio es únicamente tridimensional y el tiempo es lineal pero la física cuántica determinó que hay muchas más posibilidades” ¡Caramba! Mientras los científicos siguen abriendo ventanas por las que no entra el sol ni se puede ver el Jardín del Edén perdido, el resto de la gente concentra sus intereses en comprar un kilo de papas a un precio razonable y todavía no le encuentra la vuelta a algo tan simple como dejar de mentir y caminar por las veredas sin chocarse.
Insatisfecho, busqué alguna opción más dentro de este universo de especulaciones acerca de la realidad y encontré otro artículo cuyo título rezaba “¿Simulación tecnológica o mental? En busca del origen de la realidad”; este, planteaba dos teorías: En la primera se cree que nuestra realidad es producto de una simulación propuesta por una mega computadora operada por seres superiores (?) y la segunda especula que es, tan solo, el reflejo del pensamiento puro. La primera idea no está muy lejos de la teoría creacionista de la vida y la segunda en pocas palabras sería, algo así, como el auto engaño -la construcción de un relato interminable que se retroalimenta y se retuerce hasta la deformidad- . Nótese que en todos los casos se hace referencia a que los científicos “creen que…” ¿A qué estamos jugando, muchaches?
Imaginé, perplejo por la idea que me asaltó, a un grupo de gente que conozco tomando mate y debatiendo el tema de la realidad. Todos elegirían la teoría de la mega computadora cuántica operada por seres superiores. También, imaginé a esos seres superiores hablando entre ellos; sobre todo, a uno en especial -el más jodón- diciendo a sus camaradas: “Acabo de inventar un juego que se desarrolla en un Congreso; hay que elegir un bloque de diputados para armar y debatir leyes en base a una serie de problemas de conducta que hay que encapsular para su solución; los bloques se disputan el poder e interactúan en múltiples negociaciones. Así se suman puntos. Pero ojo, en cada bloque hay diputados estúpidos que bajan puntos: por ejemplo, el diputado que no quiere sesionar, el que duerme, el que pone un avatar y se va a comprar facturas o el boludea con el celular. Ahora, si les toca el que sienta a una mujer en sus piernas y le besa los pechos ¡Game Over! Pero ¡ojo! las posibilidades son múltiples, hay mundos paralelos. El mismo diputado que besa senos, en otro plano se pone prótesis mamarias y se autosatisface; en otro, propone una ley que universaliza el uso de pechos y en otro, arenga por la abolición del corpiño, esa dictadura opresora que nos ha quitado la libertad del rebote natural de las tetas.
La realidad no es otra cosa que la vida misma pero, equivocadamente, lo que tratamos de entender es la ficción que creamos eximiéndonos de las culpas; a menudo pienso que las ciudades son al planeta lo que una herida infecciosa es a nuestro cuerpo y sospecho que nuestro conocimiento y creencias son un universo mental cruzado por la esquizofrenia. Así como las matemáticas terminan en un mundo abstracto muy parecido a la locura, nuestros intentos por justificar un cúmulo de actividades inútiles ha llegado hace mucho tiempo al absurdo ¡No hay nada que explicar, chiques! Solo hay que aceptar que nuestra larga historia de especulaciones es una farsa. Poca gente entiende que no hay que ponerle azúcar al mate y el vino se toma sin ponerle soda o que al pescado solamente le va un poco de sal, limón y pimienta. El único uso digno que se le puede da a las matemáticas es la música. Casi todos los problemas que tenemos son de fábrica humana y eso propicia un mercado de soluciones a diferentes costos.
Parece un chiste eso de demostrar la existencia de la realidad y, a la vez, jugar con la idea de desestimarla por un manojo de posibilidades sincrónicas que acaban con lo concreto de un plumazo. Ya bastante teníamos con la incomprobable idea de que hay una vida después de la muerte. En términos religiosos, la aventura del humano, según las sagradas escrituras, empieza con la desobediencia a una única regla; entonces, yo me pregunto ¿cómo podemos confiar en una criatura que desafió a Dios para crear sus propias reglas ¡a las que viola permanentemente!? El ser humano huyó de la verdad para buscarla en lugares equivocados, defendiendo, a la vez, ese error que lo sigue como un juez mudo, haciéndole disparar ideas absurdas variopintas -aclaremos que esto es simbólico pero bastante concluyente como para tener una idea de su desvarío-
La realidad es que en medio de una pandemia mundial, un legislador desvirtúa su rol; la gente viola las normas sanitarias preventivas acordadas ; a los que le sobran recursos no les importan las carencias de la mayoría; los feminicidios crecen, grandes extensiones de bosques son arrasados por el fuego, la basura nos corre los límites de la vida saludable y Beccacece no entiende que Darío Cvitanich tiene que ser titular en Racing… mientras tanto, hay gente que le busca explicación a todo esto con una teoría que propone que las fuerzas y partículas de la realidad se basan en las propiedades extrañas de los números con ocho dimensiones llamados octoniones. Esto me recuerda cuando el Cholo Simeone hizo que la Academia juegue todo un partido dándole la pelota al rival… demás está decir que ese juego lo perdimos 3-0.