Mientras un geógrafo del CONICET publica en Clarín que los pobladores de las zonas afectadas por el Pilcomayo deberán comenzar prácticamente desde cero sus vidas, residentes de Alto La Sierra están sin agua desde hace cinco días. (V.W.)
Carlos Reboratti es geógrafo de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y miembro del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y hace unas horas la página web del diario Clarín publicaba un texto suyo en el que analizaba las condiciones de vida previas, actuales y futuras de las comunidades afectadas por las lluvias de unos meses atrás.
“Años de marginación y olvido hicieron de ésta una de las áreas más pobres del país, con muy altos niveles de necesidades básicas insatisfechas en materia de vivienda, educación y salud, entre otras. En este marco social problemático ocurrieron históricamente grandes inundaciones del Pilcomayo, que este año fueron excepcionalmente fuerte que generaron un desborde del curso principal y el consecuente llenado de los madrejones, por lo que el área inundada llegó a cubrir más de 100 km del curso principal”, escribe Reboratti y complementa que “Las aguas arrasaron buena parte de los puestos ubicados en las cercanías del río, tanto de comunidades indígenas como de criollos y se llegó a evacuar a más de 12 mil personas hacia las zonas más altas. La evacuación incluyó a los pobladores de Santa Victoria Este, que se transformó en un pueblo fantasma”.
Lo que rescata el geógrafo del CONICET, y que resalta más que los datos técnicos hidrográficos en los que también hace hincapié, es que “los evacuados vuelven ahora a sus lugares de origen, para enfrentar un panorama desolador: viviendas destruidas, cultivos cubiertos por una densa capa de barro, animales perdidos, caminos impasables. Hay que tener en cuenta que la mayoría de las viviendas del área está construida con adobe, que se disgrega ante la presencia de agua, por lo cual el retorno a los lugares originales significa que hay que reconstruirlas totalmente”.
Casi al final de la nota, una frase clave nos da la imagen cabal de la desgracia salteña: “Catástrofes como ésta sólo generan respuestas coyunturales, parches que responden a la emergencia y no al origen del problema: pasados cierto tiempo la inundación deja de ser noticia y causar preocupación en los medios políticos, y la situación vuelve a la ‘normalidad’”.
Ayer, con las lluvias generadas en horas de la noche y la madrugada, Tartagal sufrió nuevamente inundaciones en varias localidades, que si bien hasta ahora no se registraron mayores pérdidas materiales ni vidas humanas, dan cuenta de una realidad que desde el año 2009 —cuando el alud se llevara todo— es una constante en la zona norte de la provincia: el abandono tras la catástrofe.
La otra cara de la moneda
Hoy los medios de Tartagal reportan también la falta de agua en diversos puntos del departamento de San Martín, entre ellos Alto La Sierra, donde la carencia de líquido elemento hace casi impracticable llevar una cotidianeidad libre se sobresaltos. Ayer los alumnos del Colegio Escuela suspendieron las clases porque no funcionaba la bomba que debería proveer de agua a la institución educativa. Misma situación, dijeron, se vive con la bomba y el tanque de la escuela en Hito 1.
Según informa FM Alba los “residentes de la zona manifestaron que no es la primera vez que ocurre la situación pero ya se han visto superados, en medio de la recuperación y limpieza de los pueblos y localidades alcanzados por el desborde del Rio Pilcomayo”. En Hito 1, agregaron, se vive en similares situaciones, con la diferencia que el tanque y la torre que sostiene en la Escuela “Padre Damián de Veuster” se encuentran muy deteriorados y temen que toda la estructura colapse de un momento a otro. Han realizado dos pedidos; el primero que data del 25 de octubre de 2017 y segundo, el 3 de abril de este año.