Suipacha y la teoría de los hechos negativos, en la historia Suramericana

Martín Miguel Güemes Arruabarrena

El Dr. Luis Güemes Ramos Mejía, en su obra: Güemes Documentado, afirma: “(…) Al componer este capítulo, escalón necesario entre los que forman nuestra obra, hemos tenido principalmente en mira tres objetivos, a saber: primero, proporcionar, con la frustración de “Suipacha”, otro ejemplo más, en apoyo de nuestra manera de encarar la historia, de que damos razón en “Apuntaciones”, o sea, que no debe prescindirse en ella de tomar en cuenta los hechos negativos; segundo, desvelizar ante las generaciones venideras cómo y quién o quiénes obtuvieron esa victoria, noticia que ha sido escondida de propósito a la admiración de los pueblos, tanto en papeles, cuando en “historierías” (neologismo inventado por nosotros), sin átomo de duda, para evitar que el modelo que los triunfantes habían dado, atrajese prosélitos; y, tercero, demostrar a verdad sabida y buena fe guardada, que para el llamado Gobierno de Mayo, la derrota de sus oponentes, el 7 de Noviembre, trajo apareados desconcierto y alarma, tras lo cual “Suipacha”, en la realidad de las cosas, pasó a ser y sigue siendo, tema histórico tabú.” 

Güemes fue borrado del parte de batalla (por el comisario de guerra Juan José Castelli), y de la historia oficial (por el historiador Mitre), para ocultar la incapacidad de los prohombres del poder cosmopolita, portuario, centralista, para lograr desalojar definitivamente al poder español del Alto Perú. En aras de un mentado pacifismo – que se materializó en el Pacto de Laja, después de la victoria de Suipacha – demora criminalísima al decir del Capitán Güemes, perdíamos diplomáticamente lo que habíamos ganado por el ejercicio de las armas. Su consecuencia fue la derrota de Huaqui (20.06.1811), y el abandono del Alto Perú. A partir de este hecho negativo, comienza la gesta Belgraniana, que sufre también una derrota en Suipacha y Nazareno, dando comienzo así al éxodo salto – jujeño, el 23 de Agosto de 1812. 

Al igual que al Gaucho Martín Fierro (poema épico nacional, escrito por José Hernández), el Criollo Martín Güemes es estaqueado por preconceptos historiográficos, pergeñados por Mitre y seguidores, y enviado a la frontera norte. Limite inexistente en 1810, limite nacido del pacto firmado por el General Pedro Antonio de Olañeta – Jefe de la Vanguardia Realista – y el Coronel Mayor Antonino Fernández Cornejo – Gobernador Intendente de Salta – (indigno armisticio, al decir de San Martín). Este pacto entre las fuerzas actuantes en el norte argentino, es posible después del asesinato del Caudillo de la Guerra Gaucha. Este tratado de paz, fue firmado en Agosto de 1821. Al General San Martín le complicó la situación en el Perú de tal manera, que tuvo que renunciar en Guayaquil al mando del Ejército de los Andes, y dejar la tarea de concluir la guerra continental al General Simón Bolívar. Lo cual significó, la separación del Alto Perú (actual Bolivia) de las Provincias Unidas de Suramérica. 

La Frontera Norte, actual confín de nuestro país, es una zoncera geopolítica derivada del prejuicio: el mal que aqueja a la argentina, es la extensión (al decir de Arturo Jauretche), concretada por aquellos que querían Patria sin gastar, teniendo que gastar renunciaban a la Patria (al decir del poeta Joaquín Castellanos), y sostenida por una mentalidad alimentada por el permanente olvido de nuestra América Profunda. De esta forma, al igual que a Güemes, el pueblo norteño fue borrado del parte de la historia, recluido a un ámbito geográfico menor, minimizado en su proyección geopolítica, y empobrecido objetivamente, por ser configurado su espacio regional como el patio trasero del País. Desde entonces, nuestro pueblo norteño, reclama un fondo de reparación histórica. Que no solo implica lo material, sino lo espiritual, la valoración de su gesta salvadora de la nacionalidad.

¿Subdesarrollo o soterramiento del pueblo argentino y suramericano?

El Dr. Luis Güemes Ramos Mejía, confirmando sus investigaciones históricas, expresa: “(…) Nuestras masas “ignaras”, a las que nos honramos en pertenecer, son tildadas de incursas en “subdesarrollo” ¡Capciosa mentira! Nuestras masas tan arteramente vilipendiadas, aunque exentas de culpa, yacen inmersas en “soterramiento”… Por años venimos practicando la autopsia del cadáver de la Patria Grande y en esas sagradas vísceras, hemos encontrado en abundancia cianuro: son los hechos negativos, y, uno de ellos, es el desaprovechamiento de la victoria de Suipacha. Un vasto país, independiente y soberano, con los límites del antiguo Virreinato era algo que no debía llegar a ser, que resultaba intolerable que fuese, y que no fue… los humildes uruguayos, paraguayos, alto peruano y argentinos, constituimos resabios de ese vasto país que se frustró. Nos sentimos desgarrados y de pena, y de rabia, lloramos. Sabemos que todos a una, somos la misma cosa, o hablando con más propiedad, un haz de víctimas sacrificadas en común.” 

Al comentar la sentencia que recayó sobre Tupac Amarú, condenado al aborigen al tormento de su mutilación, expresa el jurisconsulto de la historia Dr. Luis Güemes Ramos Mexía, que “(…) una sentencia análoga a esta tan cruel recayó sobre nuestra Patria Grande, pues, descuartizada como fue, su cuerpo de fierro, como el del indio, siguió y sigue resistiéndose, a tan nefasto descuartizamiento.” Afirmando también, con señera verdad, que “(…) Lo muy lamentable, es que, por habérsele cortado también en cierto modo la lengua, en realidad, no ha podido contar hasta el presente con una historia verdadera y de conjunto. Mientras no exista ésta, las historias de las Patrias chicas no tendrán nunca el valor que deben tener. Hay que terminar con las contradicciones maquinadas por dividir para reinar: la de San Martín con Carrera, etc. Creemos firmemente que es posible una conciliación de los auténticos sentires de los que fueron próceres de verdad, que mientras esto no se haga (eterno norte de nuestros afanes), nuestros países siempre como hasta ahora, irán de tumbo en tumbo, y la unión de la América criolla no pasará jamás de vana aspiración. Para lograrla hay que calar hondo… ¿Se puede hacer Historia (así con mayúscula) sin ir a lo más profundo de las cosas?” 

El Dr. Luis Güemes Ramos Mejía al comienzo de su monumental obra: “Güemes Documentado” (12 tomos) recopilación, colección y apelación documental al tribunal de la historia patria (que es el pueblo), confiesa y afirma lo siguiente: “(…) Aclaramos que nosotros no somos investigadores propiamente dicho, sino pacientes buceadores de documentos, con el fin de evitar así que la historia de nuestro antepasado se siga escribiendo en gran parte a contrapelo de la verdad y, a la vez, dejar esclarecidas las motivaciones por las cuales, después de habérsele negado durante mucho tiempo su carácter de prócer, se avinieron a calificarlo de mero gendarme del Norte, guardaespaldas de San Martín, pretendiendo se ignore (para paliar y cohonestar el descuartizamiento de las provincias Unidas) que él no necesitaba inspiración ni tutoría de nadie y que, dadas sus condiciones y su trayectoria como guerrero, hubiera llegado triunfante hasta la propia Lima y de este modo la frontera norte no habría segmentado las Provincias Unidas en Salta, sino que se habría establecido en el límite con el Bajo Perú. Con el deliberado propósito de impedir esto último fue privado sin variación de todo auxilio, impidiéndosele, por ejemplo, debelar totalmente al enemigo de su propio centro del Alto Perú o por lo menos aniquilar a los realistas que invadían el territorio salteño, a quienes siempre derrotaba, pero que aún derrotados, retornaban a sus cuarteles para una vez rehechos, atacar de nuevo en la primera oportunidad, prolongándose la guerra inveteradamente, y, por fin, asesinado; y a la vez por encubrir el expresado motivo de tales dilaciones y de tal muerte fue minimizada al máximo su figura histórica, incluso escamoteándose documentos o falsificándose otros para ocultar la realidad de los hechos.” 

Estoy convencido, después de recorrer los caminos de Bolivia (hasta Desaguadero), de estudiar la situación política, económica y social en la cual se encontraba la Intendencia de Salta, y el estado convulsionado del territorio de las Intendencias Alto Peruanas, que Güemes y su ejército de milicias gauchas (de haber sido apoyado por los pudientes salto – jujeños, y no traicionado) hubiera ocupado Potosí (el Cerro de Plata), y llegado hasta el límite del ex Virreynato del Río de la Plata, incluso podrían haberse encontrado ambos ejércitos en Cuzco, tal como estaba planeado. Consolidando de esta forma nuestra Patria Chica y la campaña Sanmartiniana en procura de la Patria Grande. En cuanto a la posibilidad de entrar triunfante en Lima, me refiero a las milicias gauchas, la considero probable, demostrable por comparación con la avanzada al mando del Coronel José Miguel Lanza. Una utopía creadora de nuestra historia actual.