Suipacha: Primera victoria de las armas de la revolución de mayo

 

Martín Miguel Güemes Arruabarrena

El Dr. Luis Güemes, en su obra: Güemes Documentado (Tomo I, Cap. 16 “ Güemes en las acciones de Cotagaita y Suipacha”) afirma: “(…) Al componer este capítulo, escalón necesario entre los que forman nuestra obra, hemos tenido principalmente en mira tres objetivos, a saber: primero, proporcionar, con la frustración de “Suipacha”, otro ejemplo más, en apoyo de nuestra manera de encarar la historia, de que damos razón en “Apuntaciones”, o sea, que no debe prescindirse en ella de tomar en cuenta los hechos negativos; segundo, desvelizar ante las generaciones venideras cómo y quién o quiénes obtuvieron esa victoria, noticia que ha sido escondida de propósito a la admiración de los pueblos, tanto en papeles, cuando en “historierías” (neologismo inventado por nosotros), sin átomo de duda, para evitar que el modelo que los triunfantes habían dado, atrajese prosélitos; y, tercero, demostrar a verdad sabida y buena fe guardada, que para el llamado Gobierno de Mayo, la derrota de sus oponentes, el 7 de Noviembre, trajo apareados desconcierto y alarma, tras lo cual “Suipacha”, en la realidad de las cosas, pasó a ser y sigue siendo, tema histórico tabú.” Güemes fue borrado del parte de batalla (por el comisario de guerra Juan José Castelli), para ocultar la incapacidad de los prohombres del poder cosmopolita, portuario, centralista, para lograr desalojar definitivamente al poder español del Alto Perú. En aras de un mentado pacifismo–que se materializó en el Pacto de Laja, después de la victoria de Suipacha–demora criminalísima al decir del Capitán Güemes, perdíamos diplomáticamente lo que habíamos ganado por el ejercicio de las armas. Su consecuencia fue la derrota de Huaqui (20.06.1811), y el abandono del Alto Perú. A partir de este hecho negativo, comienza la gesta Belgraniana, que sufre también una derrota en Suipacha y Nazareno, dando comienzo así al éxodo salto – jujeño, el 23 de agosto de 1812. Al igual que al Gaucho Martín Fierro (poema épico nacional, escrito por José Hernández), el Criollo Martín Güemes es estaqueado por preconceptos historiográficos, pergeñados por Mitre y seguidores, y enviado a la frontera norte, límite inexistente en 1810. La Frontera Norte, actual confín de nuestro país, es una zoncera geopolítica derivada del prejuicio: el mal que aqueja a la argentina, es la extensión (al decir de Jauretche), concretada por aquellos que querían Patria sin gastar, teniendo que gastar renunciaban a la Patria (al decir del poeta Joaquín Castellanos), y sostenida por una mentalidad alimentada por el permanente olvido de nuestra América Profunda. De esta forma, al igual que a Güemes, el pueblo norteño fue borrado del parte de la historia, recluido a un ámbito geográfico menor, minimizado en su proyección geopolítica, y empobrecido objetivamente, por ser configurado su espacio regional como el patio trasero del País. Desde entonces, nuestro pueblo norteño, reclama un fondo de reparación histórica. Que no solo implica lo material, sino lo espiritual, la valoración de su gesta salvadora de la nacionalidad. Con respecto a la actuación en Suipacha, del entonces Capitán Martín Güemes, dice Bernardo Frías, lo siguiente: “(…) Fue en aquella época general opinión entre los pueblos del norte, y verdad afirmada por los contemporáneos y escritores, de haber sido Güemes quien organizó y dirigió la batalla, atribuyéndole por esto los laureles de la victoria”; y hasta el Cabildo de Salta, ocho años más tarde, en comunicación al gobierno nacional, reconocía a Güemes el protagonismo fundamental para el logro del triunfo”. La opinión de Frías, está basada en las Memorias de Miguel Otero, de Dámaso de Uriburu, del Tambor Mayor Vargas, del Jefe Español García Camba, y en las tradiciones recogidas en las familias salteñas y jujeñas. El ilustre historiador, continúa: “(…) Como la acción no fue reñida, pues no duró más de una hora, el ejército de la patria apenas tuvo doce heridos y dos muertos, y el del Rey alcanzó a cuarenta muertos en el campo de batalla, sin contarse los que perecieron en la fuga, y ciento cincuenta heridos.”. No solamente Frías, manifiesta el protagonismo de Güemes, transcribimos parte de lo expresado por el Cabildo de Salta, en 1818, en oficio al Director Supremo, donde la corporación civil elogió al entonces gobernador salteño, así: “(…) Esta corporación es un testigo fiel de los infatigables esfuerzos del Señor Coronel en sostener, como pundonoroso militar, la santa causa de la libertad. Ellos disfrutan de la luz pública, por cuyo majestuoso conducto Sudamérica los ha difundido a las naciones remotas de ultramar desde la memorable acción de Suipacha en que con intrepidez hacia los tiranos, se cubrió de gloria en tan plausible victoria, ya se advirtió en él un valor capaz de arrostrar los peligros complotados…”. En Suipacha (7.XI.1810) por primera vez las caballerías gauchas de Tupiza, Tarija, Salta y Jujuy, demostraron al ejército realista, al absolutismo español, que la tierra en armas era letal para su dominio absolutista, prepotente. Durante mucho tiempo, mediante el ejercicio del despotismo turco en la historia argentina (según definió Juan Bautista Alberdi, en su libro: “Grandes y pequeños hombres del Plata”), la historiografía regional del Río de la Plata ignoró el papel protagónico que le cupo en la primera victoria de las armas de la Patria, al Capitán Martín Miguel de Güemes y a las fuerzas gauchas convergentes desde el actual norte argentino y sur boliviano. Durante años, los historiadores académicos y sus epígonos consideraron a Suipacha como un tema tabú, mandato de silencio que tenía por objeto encubrir el descuartizamiento de las Provincias Unidas de Suramérica. La idea central de este criterio sobre lo acontecido, fue notorio en su fin de denigrar al gauchaje “poderoso elemento de combate”, y al Caudillaje “dado el atraso social de la mayoría del pueblo, llevaba en sí los gérmenes de la decadencia social.” (Afirmaciones de Mitre, en su polémica con Vélez Sarsfield, 1864). La batalla de Suipacha es el punto de partida esencial para comprender históricamente, la posibilidad cierta de las milicias gauchas de ocupar el Alto Perú (actual Bolivia), fundamentalmente ¡Potosí! (veta argentífera). Defender la frontera cierta del Desaguadero, y conservar el territorio del Virreynato del Río de la Plata. Incluso, ante el entusiasmo que cundió en el pueblo altoperuano, y el pánico Realista, concluir la lucha por la libertad, iniciada el 25 de Mayo en Chuquisaca (1809), y la Independencia decretada en Julio en la Paz (“la tea que dejó encendida no se apagará jamás” dijo Pedro Murillo). Ahogadas en sangre por el absolutismo realista. Por tanto, evocar la Batalla de Suipacha, reflexionar sobre su “iluminación auroral” (hecho positivo), en relación a sucesivas frustraciones (hechos negativos), producto de maquinaciones centralistas, y exógenas, valorizando el sacrificio de la Intendencia de Salta del Tucumán, y de su pueblo, es honrar a nuestro héroe nacional y mártir suramericano General Martín Miguel de Güemes, y a sus gauchos, auténticos soldados de Mayo (1810), y de Julio (1816). Por ello, hubiera sido de estricta justicia, que en el Bicentenario de la Batalla de Suipacha (2010), los argentinos y bolivianos rindieran homenaje a Güemes y sus milicias tarijeñas, chicheñas, salto jujeñas, colocando una placa en la Iglesia del pueblo, recordando a quienes yacen en una urna depositada en ese santuario de la fe patria, que es la Iglesia de Suipacha. Con sus nombres reconoceríamos a sus protagonistas esenciales. El bicentenario de las batallas de Junín y Ayacucho, nos llama a interrogarnos sobre la posibilidad de una nueva síntesis histórica, enmarcada por un horizonte más amplio, que el pergeñado por el Siglo XIX (formativo de las “naciones”), y el convulsionado Siglo XX (ilustrativo del choque interimperialista). La historia, como la política, necesita de “utopías creativas” como nos enseña el Papa Francisco. La evocación de la batalla de Suipacha, ilumina el porvenir de la Patria Grande. El galope heroico de Güemes y sus milicias, aún se escucha en el amanecer del Altoperú.