Hace 11 años del estreno de Nosilatiaj (La Belleza), y es interesante revisitar estas imágenes para reflexionar sobre los cambios y similitudes que persisten en la actualidad.
L.S.
La película dirigida por Daniela Seggiaro desafía la idea de que toda cultura es una ficción y se propone desmantelarla a través de un enfoque cinematográfico que resalta su naturaleza ficticia. Al compararla con La Ciénaga de Lucrecia Martel, es inevitable notar que ambas películas abordan la crítica a la familia, aunque Martel se enfoca en la oligarquía mientras Seggiaro se centra en una clase media baja que sigue manteniendo pretensiones.
Ambas películas desmienten la frase de Tolstoy sobre familias felices e infelices, ya que la manera en que la oligarquía trata a sus sirvientes no difiere mucho de cómo retrata Seggiaro a esta familia. Asimismo, el calor se convierte en un elemento común que afecta a los personajes, creando una sensación de pesadez en los lugares congestionados, como la cocina y el dormitorio de la pareja.
La presencia de elementos sobrenaturales en la pantalla también es un punto en común entre ambas películas. La religión juega un papel importante y se entromete a través del televisor, como la noticia de una virgen vista en un árbol en La Ciénaga o las imágenes del señor del milagro en Nosilatiaj. Esto refleja la necesidad de ambas directoras de expresar su contexto cultural, aunque cada una construye su película con matices distintos.
Seggiaro enfoca su mirada en “La Yola”, la “sirvienta-criada” wichí, quien es la protagonista de la película. A diferencia de Martel, quien pone más énfasis en la oligarquía, Seggiaro muestra detalladamente el mundo de La Yola e incluso le da voz para narrar su historia en su propia lengua, subtitulada en castellano. Esto resalta las dicotomías construidas por Seggiaro, mostrando a la familia criolla como encerrada, asfixiante y con miembros que hablan mucho pero dicen poco. En contraste, la vida wichí es representada a través del paisaje, en un ambiente respirable a pesar del calor, y sus personajes se comunican de manera silenciosa pero efectiva.
La religión también es un eje divisorio en la película. La familia criolla abruma a La Yola con su creencia, y la lucha entre ambas religiones se vuelve explícita cuando La Yola revela que su padre, un brujo, puede provocar temblores. La creencia católica se convierte en una superstición más, y Seggiaro se burla de ello al mencionar un posible súper temblor pronosticado para el día de la fiesta de quince, en la cual la familia intentará impresionar al barrio.
La película de Seggiaro está llena de detalles exquisitos que merecen un análisis minucioso. Por ejemplo, la escena del frutero que adelanta parte del final, o cuando la quinceañera deja caer limón sobre La Yola, evocando la idea de adobar un animal muerto. El trabajo fuera de campo y el uso del sonido son extraordinarios, creando una sensación constante de amenaza acechante que desafía la historia mostrada en pantalla.
En conclusión, Nosilatiaj (La Belleza) es una verdadera obra de arte que permite múltiples interpretaciones y análisis. Daniela Seggiaro construye su película con un enfoque único, mostrando el mundo de La Yola y cuestionando la ficción de la cultura y la religión. Esta película sigue siendo relevante incluso después de 11 años de su estreno, y su mensaje continúa resonando en la sociedad actual.