El ministro de seguridad se pregunta cómo deben actuar los policías en circunstancias en las que se ven implicados menores de edad: no cualquiera está preparado, dijo. Mientras tanto los casos de abusos de autoridad sobre menores se repiten.
La policía cada vez se aleja más de las generaciones jóvenes, y mucho más aun de aquellas que viven en la periferia y equiparan la aparición de una luz azul a golpes, tiros y problemas. Esto no es del total desconocimiento de la fuerza que, sin embargo parece tener entre sus filas a efectivos que gozan de esta situación de superioridad que creen les da un uniforme, como fuera el año pasado la noche fatídica en la que un menor de edad en la zona norte terminara con una bala de plomo incrustada en la espalda luego de la provocación de los policías que terminó en posterior gresca y el muchacho en una silla de ruedas.
Además están todos los casos reportados de menores golpeados sin razón alguna, confundidos con chorros mientras retornaban a sus hogares, secuestrados y molidos a golpes en una camioneta, como hace un par de semanas, en colonia Santa Rosa, donde a un chico lo sacaron de la casa y le dieron para que tenga hasta fracturarle el cráneo.
Al respecto el ministro de seguridad, que no puede hacer la vista gorda respecto a estos casos, mencionó que “no cualquier policía está en condiciones de actuar ante grupos antagónicos con menores”, luego largó el discurso que viene repitiendo hace un tiempo: la necesidad de profesionalización de la fuerza, y el trabajo que se está realizando al respecto mediante la creación de grupos especializados para estos casos, en los cuales se “proteja” a los menores, lo cual, traducido al idioma civil significaría no cagarlos tanto a palos a los changos.