Creo que el 99% de los que hablan de la «Biblia» o de «El Capital » jamás los leyeron. Pasa lo mismo con la pizza, quizás, el plato más bastardeado del mundo.
De nacimiento fue simple, equilibrado, sabrosísimo y popular. Con las afluencias migratorias llegaron a América, y digo llegaron porque la pizza se divide en estilos: la Napoletana y la Romana, esta última es la madre de la Argenta.
Los 90′ de Carlos Saúl hirieron de muerte muchas cosas, una de ellas la pizza. Las pizzerías eran lugares de reunión, tan importantes cómo el cafetín pero, con la llegada del neoliberalismo y el aumento del desempleo, la pizza dejó de ser ese plato de reuniones y salidas familiares, se empezó a vender mucho más la pizza al corte y ésta dejó de lado la calidad concentrándose en precio y cantidad. Se incrementó el porcentaje de levadura para «apurar» la masa, lo que provocó una masa que cae pesada, difícil de digerir. Se perdió el cuartirolo y llegó el cremoso, un sucedáneo medio pelo del queso emblema Argentino.
Hoy se siguen viendo los resabios de esa batalla cultural perdida, los comensales premian la cantidad de queso, en vez de la calidad del mismo, sólo basta con preguntar:
– ¿Qué te parece tal pizza, de tal pizzería?
-Es buenísima, tiene mucho queso.
Querido lector, una cosa no tiene nada que ver con la otra. Una pizza que se precie de serlo debe haber reposado al menos 24 horas en frío, no tener más de 5 g. de levadura por Kg. de harina y mucha agua, entre un 60 y 75% dependiendo del estilo que se quiera hacer.
Gentileza del Árbol Pastas
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