“Si nos hubieran escuchado, la habrían encontrado viva”, dice una compañera de escuela de Anahí Benítez, presidenta del Centro de Estudiantes. La pregunta del título la formula una docente. La comunidad educativa del ENAM de Banfield fue fundamental a la hora de hacer visible la búsqueda y el reclamo de justicia por la vida de la joven.
Y rápidamente pudo salir a cuestionar a los medios, a la Justicia y a los intentos por juzgar anticipadamente –y con moralina– las relaciones pedagógicas en una escuela organizada. Pero lo cierto es que el Estado falló otra vez y que no invierte en políticas públicas para cuidar a las chicas –sobre todo a las más chicas–, para proteger su libertad y sus deseos vitales.
Por Luciana Peker
A. no tendría que haber ido a un bosquecillo y hacer dibujos en su diario íntimo; M. cambiar de novio; D. ponerse short blancos; M. tener cinco cuentas de Facebook; A. volver de gimnasia por unas cuadras con muchos trabajadores a la vista; M. ser una fanática de los boliches; L. ir a leer un libro a la playa; A. no llegar más temprano a su casa; D. ir a hacer mandados en la moto de su vecino; L. cruzar la vía del tren cuando volvía de lo de su abuela; M.S. salir con un hombre casado; L. ir a la casa de los que conocía de la puerta de la escuela; M. y M. viajar como mochileras y B. salir a dar una vuelta de noche. A las jóvenes asesinadas en la Argentina, los medios y la Justicia, siempre les recargan la muerte con el doble gatillo fácil del prejuicio sobre su muerte. Ellas se lo buscaron. Por caminar, buscar, bailar, viajar, hablar, dibujar, leer, vestirse, desvestirse, amar, probar, estar bien, estar mal, intentar, pasear, experimentar, girar, necesitar, conectarse, pasear, intentar, salir y, por sobre todas las cosas, por desear.
Algo habrán hecho, se repite como lápida de justificación sobre su asesinato. Y no. Son víctimas, no culpables. Son asesinadas, no inmoladas. Las mataron, no se mataron. La responsabilidad sobre su muerte es de sus asesinos y del Estado, no de ellas. No son obsesivas, traviesas, infieles, drogadictas, putas, borrachas, zarpadas, rebeldes. No son ángeles ni demonios. No importa qué hacen o dejan de hacer, qué gustan o degustan, qué toman o fuman, qué gozan o padecen. No son ni tienen que ser santas para que su muerte duela y su vida valga.
En Argentina tres de cada diez femicidios tiene como víctimas a chicas de entre 11 y 25 años a las que se quita entre sesenta y cincuenta años de expectativa de vida, según el registro de las Mujeres de la Matria Latinoamericana (Mumala) que contabilizan 173 femicidios en lo que va del 2017 y 52 crímenes de adolescentes y jóvenes. Pero la cobertura mediática las muestra con la tierra o el cemento sobre sus cuerpos, la selfie sobre las bolsas en las que envolvieron su respiro, la saña sobre sus uñas y el lamento sobre su falta. Pero instiga la pala de más tierra sobre sus vidas echando culpa y más culpa sobre las chicas. No era su destino. No era su responsabilidad. No estaba cantado. Había que salvarlas.
Escuchen a las chicas
Si nos hubieran escuchado Anahí podría haber aparecido con vida. Ya es tarde. Pero tienen que escuchar a los pibes – reclama Sofía Montenegro, Presidenta del Centro de Estudiantes de la Escuela Normal Superior Antonio Mentruyt (ENAM, de Banfield), de 17 años, sobre el femicidio de Anahí Benítez, de 16 años. Sofía habla por ella y por muchxs. Es la voz de las hijas de Ni Una Menos, las que fueron a las marchas a partir del 3 de junio del 2015, fogonearon la creación de comisiones de género en cada centro de estudiantes y ya no esperan, sino que reclaman ante la desaparición de sus compañeras. La transformación es tan vital que las estudiantes organizadas, junto con docentes, se constituyen en un nuevo actor político frente a la violencia de género, la desaparición, la trata y los femicidios y aun en casos en que las familias pueden ser inactivas o cómplices de las violencias las estudiantes son un resguardo de lucha por sus compañeras.
Anahí Benitez fue encontrada el viernes 4 de agosto en la Reserva Natual Santa Catalina, de Lomas de Zamora. Las primeras pericias indican que había sido asesinada 24 o 48 horas atrás. Por lo tanto, estuvo con vida mientras sus compañerxs de colegio se movilizaron desde que no se supo de ella, el sábado 29 de julio, a las 17 horas. “Exigimos Justicia y responsabilizamos al Estado Nacional, Provincial y Municipal, expresado en el Poder Político, Judicial y Policial. Se dice que la justicia y la policía actuaron bien; si fuera así, Anahí hubiera sido rescatada con vida”, denunció un comunicado conjunto de profesores/as del ENAM. “Hubo lentitud en la búsqueda. El miércoles nos movilizamos a metros de Santa Catalina, quizás Anahí estaba viva. ¿Porque los perros siempre son buscados para buscar muertos?”, se preguntó la Profesora Verónica Reynoso, de la ENAM (que fue profesora de Anahí en tercer año), en una entrevista con Romina Manguel, en el programa “Va de vuelta”. Y recalcó el motor de lucha de los y las adolescentes: “El Centro de Estudiantes se pone en marcha desde el domingo en la difusión de la búsqueda de Anahí. Los adultos estábamos paralizados y los alumnos movilizaron e hicieron todo esto”.
A partir del hallazgo del cuerpo de Anahí el dolor arrasó con los chicos y chicas y profesores. Pero también la sorpresa. El profesor de Matemática Leonardo Agostino fue detenido la madrugada del sábado y liberado en las primeras horas del martes 8 de agosto. Pero la fiscal -supuestamente especializada en violencia de género-, de Lomas de Zamora- Verónica Pérez divulgó datos de cuadernos y el diario íntimo de Anahí sobre sus escritos y dibujos y tildó de “obsesión” la relación de Anahí con su docente. Una fuente judicial, además, aseguró a Las12, que hubo presiones del Ministerio de Seguridad de la Nación para que haya un detenido en la causa que llevaron a la detención temprana del docente. Mientras que, el lunes 7 de agosto, se arrestó a Marcos Esteban Bazán (34), que vive en una casilla cercana al lugar donde se encontró el cuerpo de Anahí, por las señas en el olfato de un perro prestado por la Municipalidad de Escobar. Una tercera hipótesis sostiene que Anahí podría haber sido asesinada por una venganza en la que su cuerpo es objeto de cuentas carcelarias que se cobran el cuerpo de mujeres. Sin embargo, todavía no hay indicios firmes sobre su muerte. La justicia tiene que investigar. Pero la justicia también está en el banquillo.
La fiscal Pérez divulgo el diario íntimo de Anahí a pesar que la Convención sobre los Derechos del Niño/a (Ley 23.849) prohíbe que ningún niño/a sea objeto de injerencias arbitrarias o ilegales sobre su correspondencia, su vida privada y su reputación. La misma fiscal afirmó ante cámaras que “la nena tenía una obsesión con el profesor” por datos de sus cuadernos y aseguró a los medios de comunicación que el lugar donde encontraron asesinada a Anahí “no es una zona para ir a caminar sola, pero el grupo de amigos de Anahí lo hacía, con esa picardía de ‘estoy en el bosque de noche’”. Las declaraciones incumplen con las recomendaciones del “Modelo de Protocolo latinoamericano de investigación de las muertes violentas de mujeres por razones de género”, de Naciones Unidas, que impone la obligación de poner fin a la aplicación de estereotipos de género negativos como que las adolescentes no pueden disponer libremente del espacio público de noche.
La idea que estar en el bosque sola es una picardía no es un invento de una fiscal, sino un cuento clásico, pero clásico porque fue una forma de dominar a las mujeres y dejar quietas y encerradas a las chicas. En el libro “Otra caperucita roja”, de Juan Scaliter y Dalia Iglesias, de la colección “Anticlásicos”, de la Editorial Chirimbote, se cuestiona que la lección moral de Caperucita era no salir y no hablar con desconocidos simbolizados en lobo feroz (que siempre era vencido por un hombre rescatador serial). El libro propone una rebelión de Caperucitas valientes que trepan a los árboles y salen a la hora de las estrellas en alianza con sus abuelas (no castradoras). Y resalta: “Lasprotagonistas son dos mujeres,al comienzo y al final de la vida. Una de ellasse atreve a ir sola por el bosque, la otra vivesola en él. Los hombres que escribieronestos cuentos tenían miedo de ese tipo demujeres, independientes y atrevidas, y poreso hicieron que algo que causara temorse las comiera a las dos: porque el miedoalimenta el miedo”.
La lección de la Caperucita clásica acorralada en el bosque por el lobo es la de la mayoría de los medios y la gran parte de la justicia. Las Caperucitas rebeldes son las chicas que pelean por sus derechos con capa y palabras. “No puede ser que naturalicemos así a los femicidios como que ella tenía la pollera corta o salió sola a tal hora. Anahí salió a las cinco de la tarde a caminar. No hizo nada malo para que le pase algo así. Dejen de buscar excusas donde no las hay. La piba no hizo nada y la mataron igual. Anahí marchaba con nosotros a Ni Una Menos porque, en la misma cuadra del colegio, venían señores a la puerta con autos para levantar a las chicas y cuando llamábamos a la policía llegaban media hora después”, resalta Sofía. Los chicos y chicas no viven en una burbuja. Pero hoy son centrales en la lucha contra la violencia que padecen y de la que son ejemplo de redes genuinas.
Reynoso también apunta contra los prejuicios que emergieron a partir de la detención del docente en donde se reclamó más distancia entre profesores y alumnos/as. “Hay medios que dijeron que la relación del alumno y el docente tiene que tener determinadas características”. Y el comunicado de profesores/as remarca: “No vamos a renunciar al vínculo con nuestros estudiantes. No se construye una sociedad justa, con contenidos ascépticos. Nosotros nos comprometemos a educar para la libertad”.
Jóvenes en riesgo
Las jóvenes son el 30 por ciento de las víctimas de femicidios. Pero son las que más sufren falta de políticas públicas. El 80 por ciento del presupuesto del Concejo Nacional de las Mujeres, en el marco del Plan Nacional de Acción contra la Violencia (presentado el 26 de julio del 2016) está destinado a la construcción de refugios para mujeres maltratadas. Los refugios, sin dudas, son necesarios para situaciones límites. Pero no son una política que pueda contener los femicidios de las más jóvenes. Falta implementación de Educación Sexual Integral (actualmente minimizada y cuasi frenada desde el Ministerio de Educación de la Nación) para prevenir la violencia de genero entre o hacía las/los jóvenes; atención para noviazgos violentos; campañas para prevenir y ayudar en situaciones de acoso callejero o en el transporte público y políticas de seguridad con perspectiva de género que piensen como asegurar la libertad y autonomía de las jóvenes para viajar, salir, disfrutar y poder disponer libremente de su cuerpo, sus horarios y sus territorios.
Entre marzo, abril y mayo del 2016 el Equipo Latinoamericano de Justicia y Género (ELA) investigó 149 noticias sobre violencia contra las mujeres cuyas protagonistas eran adolescentes de 12 a 21 años, aunque protagonistas es un decir. El resultado fue que en el 57 por ciento de los casos el sujeto central era un hombre por lo que ellas no eran protagonistas de sus propias historias. Paula Rey, responsable de comunicación de ELA subraya: “El caso de Anahí es una muestra del recrudecimiento de la violencia y de la actualización de los discursos revictimizantes: a las opiniones sobre cómo se visten, si salen de noche y sus relaciones interpersonales, ahora se suma la idea de obsesión. Mientras tanto, si el 80 por ciento del presupuesto del Plan Nacional de Acción contra la Violencia está destinado a refugios y no se cumple la Ley de Educación Sexual Integral es difícil afirmar que la prevención de la violencia es una política prioritaria”.
La gravedad de los femicidios en Argentina y del gatillo contra las más chicas no es igual en todos los territorios y en los países centrales o periféricos. En el sur las chicas están más en peligro. En lo que va del 2017 hubo 173 femicidios y 52 de las muertas son jóvenes entre 11 y 25 años, según cifras de Mumala. En Argentina hay, aproximadamente, una población de 43, 8 millones de habitantes. En España la población es similar (46,5 millones) y, en lo que va del 2017, hubo 69 femicidios, según el monitoreo de Feminicidio.net. Y un dato que muestra que la vulnerabilidad de las más chicas está acentuado en la Argentina es que en España solo 7 de la 69 victimas tenían entre 11 y 25 años, apenas un 10 por ciento. Por lo tanto, en Argentina tres de cada diez víctimas de femicidio son jóvenes y en España son una de cada diez. La comparación muestra que la vulnerabilidad de las jóvenes es un diagnostico incrementado en el sur y con muchas menos escudos por falta de políticas públicas pensadas para proteger a las más chicas. La violencia de género es global, pero tiene que tener mirada de clase, de territorio y de edadpara poder defender a las adolescentes. Si se aplican las mismas fórmulas para todas y en todos lados pierden -y perdemos- a las pibas.
Fuente: pagina 12