¿Dónde quedó la intransigencia radical proclamada por Leandro Alem e Hipólito Irigoyen? Gracias a esta nueva dirigencia “contubernista” del radicalismo, está en el último de sus confines, y solamente se mantiene en superficie haciendo alianzas con Dios y con el Diablo. 

                                                                                                          Por Lola Mento

Nadie puede olvidar al entonces presidente de la UCR, José Luis Napoléon Gambetta, criticando vehementemente al entonces gobernador Juan Carlos Romero. Sin embargo, no tuvo reparos, ni vergüenza de convertirse en funcional y servil para ese, y el resto de los gobiernos sucesivos.

Más recientemente, otro episodio de vergüenza radical se plasmó en la estampida juvenil de los Matías (Assennato y Posadas) que tras criticar ácidamente al gobernador Juan Manuel Urtubey, terminaron gozando de las mieles del poder oficialista y siendo más oficialistas que la tropa propia. No conforme con esto, ahora el joven Posadas —en una magistral maniobra de magia escapista que el propio Houdini envidiaría— busca acomodarse bajo las botas del intendente y candidato a gobernador Gustavo Sáenz.

Pero como los malos ejemplos cunden, y muchos prefieren tomar el camino menos espinoso para llegar a la meta, la sorpresa la dan dos jóvenes radicales ignotos para la militancia y uno más, que sólo cuenta con el aval de ser portador de un apellido tradicional de la UCR.

Luciano Rondoni, José Antonio Dakak (apellido que estaría ligado a las finanzas), y Agustín Farizano, posan con total desparpajo para la foto junto a Matías “Assennada”, alardeando ser los representantes de ¡¿centenas?! de radicales y manifestando que trabajarán dentro de la UCR para imponer el apoyo a la candidatura de Juan Manuel Urtubey. Sin vergüenza, los jóvenes muestran que están más capacitados para vendedores de sellos de goma, que para constituirse en estrategas políticos, ya que difícilmente muevan el amperímetro de  votos de sus correligionarios.

Añoranzas de otros tiempos trae el hecho de que no haya una casa en la provincia, o en la Argentina donde se recuerde un pasado radical. No por nada, al radicalismo le decían correo ya que en cada pueblo, había al menos uno.

Estos y aquellos jóvenes, están matando a la U.C.R. de a poco, destrozándola en pedazos, y privando al futuro democrático de contar con un partido que supo construir una parte fundamental de la historia de nuestro país, con el compromiso de generaciones dedicadas a trabajar por los ideales de igualdad y libertad. Vergüenza…