Pedro Marcilese, el principal condenado por un crimen que fue noticia nacional hace más de veinte años por los vínculos mafiosos. Ahora será objeto de un nuevo juicio que se sustanciará en febrero por el delito de extorsión.
Hagamos historia. Recordemos que el 13 de junio de 1993, el abogado Miguel Eduardo Antonio de Escalada, fue hallado muerto en las afueras de la ciudad. Estaba dentro de su auto. Tenía disparos en la cabeza, el pecho, el abdomen y la mano. “Días antes había recibido en su despacho a una agraciada cliente que quería que la asesorara en su trámite de divorcio. El 12 de junio a la noche, ambos fueron hasta el motel Las Palmeras”, informaba el diario La Nación en un artículo titulado “La causa por un crimen que conmovió a Salta se decide en la Corte Suprema”.
¿Qué había pasado para que un medio nacional le prestara atención a un hecho ocurrido ocho años antes en una provincia lejana a la gran capital donde suceden todas las cosas? Un homicidio con una víctima ajena al inconsciente colectivo y alejada de los medios no parecía muy atractivo. Sin embargo, había sucedido mucho y para deleite de la prensa existían vínculos políticos en el asunto, tintes mafiosos y otros ingredientes cinematográficos que dejaban a la “agraciada cliente” apenas como un recurso de una trama mayor.
Pedro Julio Marcilese, un empresario que vendía camiones, fue condenado por haber contratado a un asesino para matar al abogado Miguel Eduardo Antonio de Escalada, que había trabajado para su compañía. Las investigaciones realizadas en 1993, después del hallazgo del cuerpo, permitieron ubicar a la agraciada cliente, Mónica Nuccearelli, una tucumana, cuyo marido, Armando Ureña, había tenido vínculos comerciales con Marcilese. Ambos cometieron el crimen tentado por un mensajero de Marcilese con quien Ureña tenía una deuda. El asesinato la dejaría saldada. Los jueces entendieron que estaba probada la autoría del crimen y condenaron al matrimonio tucumano y a Marcilese a la pena de prisión perpetua.
A más de dos décadas de esos hechos, el sitio web del Poder Judicial informó hoy que los jueces de la Sala III del Tribunal de Juicio tendrán a su cargo a partir del 15 de febrero de 2017 la audiencia de debate seguida contra Pedro Julio Marcilese por el delito de extorsión en grado de tentativa. Pedro Julio Marcilese fue denunciado por su hijo, Roberto Ismael Marcilese.
Resulta que en 2004, cuando tenía 72 años, se le concedió prisión domiciliaria. Fue a parar a una lujosa residencia de San Luis. “Y Pedro Julio Marcilese salió, no con la idea de recuperar a su familia, sino de rearmar el supuesto imperio económico que había dejado y que, a decir verdad, ya sólo existía en su cabeza: Marcilese le había heredado a sus hijos, además de la vergüenza, profusas deudas”, relataba este semanario en diciembre de 2011, cuando el condenado volvió a ser encerrado tras ser escrachado por la televisión cuando violaba el arresto.
“Esta voracidad es la que lo devolvió tras las rejas en este 2011. Porque cuando salió Don Pedro Julio Marcilese lo tenía todo: vivía en una enorme casa en San Luis, tenía a su disposición diez mil pesos por mes y cerca suyo estaban compañeros inseparables, de distintos estratos de la política y también de ambientes aún más oscuros. Volvió a la joda, quería millones de pesos, empezó a repartir amenazas, como otros reparten caramelos. Los millones los quería porque alguien le hizo entrar la idea de que algunos funcionarios cambiarían su posición en cuanto a la conmutación de la pena si aportaba 2 millones de dólares para ‘gestionar’ el trámite. Don Pedro empezó, entonces, a presionar a uno de sus hijos para que le diera esa plata”.
De allí vienen esas denuncias que ahora lo harán blanco de otro juicio mientras goza de la prisión domiciliaria. El tribunal colegiado que lo juzgara estará integrado por los jueces Pablo Farah, Carolina Sanguedolce y María Gabriela González. El juicio se desarrollará el 15, 16 y 17 de febrero. Por el Ministerio Público intervendrá el Fiscal Penal 3. La defensa técnica del imputado estará a cargo de Claudia Giménez.