La reciente Nochebuena en Salta dejó en evidencia una realidad preocupante: pese a los controles municipales y a la vigencia de la ordenanza de «Pirotecnia Cero», la ciudad vibró con el estruendo de fuegos artificiales sonoros. Ni la prohibición establecida, ni la delicada situación económica, lograron frenar el uso indiscriminado de pirotecnia. Este fenómeno invita a reflexionar sobre una problemática que va más allá del cumplimiento normativo y apunta directamente a la falta de conciencia ciudadana.
La Municipalidad desplegó un importante operativo de control en diversos puntos de la ciudad, relevando más de 30 locales y decomisando productos no autorizados en manos de vendedores ambulantes. Sin embargo, el impacto de estas acciones parece haberse diluido ante la indiferencia de quienes continúan priorizando el espectáculo efímero de los fuegos artificiales por encima del bienestar colectivo.
El uso de pirotecnia sonora no es solo una infracción legal; es un acto que produce graves consecuencias. Personas con trastornos del espectro autista, ancianos, niños pequeños, animales y hasta el medio ambiente sufren los efectos adversos de estas prácticas. Las explosiones no solo generan miedo y ansiedad, sino también contaminación acústica y residuos que ensucian nuestras calles.
La ordenanza N° 11.666 y su modificatoria N° 15.546 prohíben claramente la comercialización de pirotecnia sonora, permitiendo únicamente los artefactos lumínicos. A pesar de ello, la tradición y la falta de compromiso social parecen pesar más que las normas. Incluso el contexto económico, que podría haber limitado el gasto en estos productos, no fue suficiente para mermar su uso.
La responsabilidad, sin embargo, no recae únicamente en las autoridades. Como sociedad, debemos preguntarnos qué nos impide abandonar costumbres dañinas y avanzar hacia prácticas más empáticas. Los controles y decomisos son necesarios, pero insuficientes si no van acompañados de una transformación cultural que valore el bienestar común por encima del individualismo.
Nochebuena es una celebración de unión y esperanza, pero para muchos terminó siendo una noche de angustia y dolor. Es hora de entender que el verdadero espíritu festivo no está en el ruido, sino en el respeto por los demás. Solo así podremos construir una Salta que celebre en paz y armonía, libre del estruendo que divide y lastima.