El 18 de enero de 2015, la Argentina despertó conmocionada con la noticia de la muerte de Alberto Nisman, el fiscal federal que había denunciado a la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner por presunto encubrimiento del atentado a la AMIA. Una década después, el caso sigue rodeado de interrogantes, sospechas y una dolorosa ausencia de justicia.
Nisman fue encontrado sin vida en su departamento de Puerto Madero, con un disparo en la cabeza, horas antes de presentar pruebas ante el Congreso de la Nación. La escena, desde el primer momento, dividió al país: ¿suicidio o asesinato? Con el correr de los años, las investigaciones, los peritajes y los debates públicos solo profundizaron las grietas y las dudas.
El inicio de la investigación estuvo marcado por errores y negligencias que afectaron gravemente la causa. La escena del crimen fue contaminada, y las pericias iniciales carecieron de rigor. El informe de Gendarmería Nacional, presentado en 2017, concluyó que Nisman fue asesinado, basándose en un análisis detallado de las pruebas. Sin embargo, el debate sobre la metodología de este informe y su legitimidad continúa siendo objeto de controversia.
Por otro lado, el contexto político del momento agregó complejidad al caso. La denuncia de Nisman implicaba al gobierno de turno en un presunto pacto con Irán para encubrir a los responsables del atentado de 1994. Este telón de fondo generó una polarización que no solo impactó en el ámbito judicial, sino también en la opinión pública.
La AMIA: el trasfondo del caso
El atentado contra la AMIA, ocurrido en 1994, es el mayor ataque terrorista en la historia de Argentina y una herida que sigue abierta. Nisman lideró durante años la investigación que buscaba justicia para las 85 víctimas del ataque. Su denuncia contra la expresidenta Fernández de Kirchner pretendía destapar una supuesta maniobra para desviar la investigación y favorecer intereses diplomáticos y comerciales con Irán.
El crimen del fiscal dejó la causa AMIA sumida en un limbo. Diez años después, los responsables del atentado siguen libres y la sensación de impunidad persiste.
Impacto y legado
El caso Nisman se ha convertido en un símbolo de las falencias estructurales del sistema judicial argentino. “El asesinato de Nisman no solo fue un golpe a la Justicia, sino a toda la democracia argentina”, sostiene Patricia Bullrich, una de las figuras políticas que más ha insistido en el esclarecimiento del caso.
Los familiares del fiscal, en particular su madre, Sara Garfunkel, y su hija, Iara, han liderado una lucha incansable para exigir verdad y justicia. Sin embargo, el tiempo parece jugar en contra de la resolución del caso, con una sociedad cada vez más resignada al olvido.
Una deuda con la verdad
Diez años después de aquella madrugada fatídica, el caso de Alberto Nisman sigue siendo un recordatorio de las asignaturas pendientes de la Argentina. Sin responsables ni condenas, su muerte permanece como una herida abierta en el tejido social del país.
¿Habrá alguna vez justicia? Esa pregunta sigue resonando, no solo entre los allegados al fiscal, sino también en una sociedad que, a pesar del paso del tiempo, no deja de preguntarse: ¿quién mató a Nisman?