Alejandro Goytea murió en la Alcaldía el 25 de septiembre. El CIF sentenció que se trató de “una muerte súbita”, pero dos detenidos aseguran que Alejandro pidió asistencia que nunca llegó. La familia habló con Cuarto Poder. (Agustina Sily)

Tenía treinta años, dos hijos, una esposa, padres y cinco hermanos. Era sano, “jamás se enfermó” asegura Virginia, su mamá. Oficiaba de durcklero. Vivía con Margarita, su mujer en la humildad del Barrio Fraternidad y en el mismo lote que los suyos. Lo que sí padecía era de su adicción a sustancias psicoactivas.

El 1 de mayo, Alejandro llegó a su casa “empastillado” y golpeó a Margarita, “la denunciante”.  “Salió el 1 de junio y se fue a vivir a lo de mi mamá. Después yo volví con él”, relata la joven.

El 8 de agosto, en un estado etílico elevado, Alejandro profirió insultos hasta que alguien llamo a la policía: Fuera de sí, amenazo con herir a uno de los agentes.  Esa fue la última vez que Margarita lo vio. Seguramente, el último día que Alejandro habrá abrazado a sus hijos.

Margarita Farfán concurrió tres veces a la Comisaria del Barrio San Ignacio a preguntar por Alejandro Goytea. Le dijeron que no estaba, que averiguara en la Alcaldía. Allí le repitieron lo mismo, que no se encontraba y que “qué tenía que hacer ella ahí si era la denunciante”.

Lo buscó también sin éxito una prima. Virginia quería llevar a los chicos para que vean a su papá. Un oficial de la Comisaria de San Ignacio los visitó para confirmar que la familia desconocía el paradero. Volvieron a tener noticias de Alejandro, el 25 de septiembre a las cuatro de la mañana, cuando se presentó en su casa el personal del Servicio Penitenciario para informarles que había fallecido. “Yo los corrí y les dije -Cuando lo fui a buscar me dijeron que no estaba y ahora vienen para esto…” cuenta Margarita.

Muerte y motín

Alejandro estaba alojado en la Celda N° 4 del Pabellón “A”.  A la familia se le dijo que estaba durmiendo cuando empezó a asfixiarse con su misma saliva y que SAMEC llegó en “ocho minutos”. La causa de muerte que informaron las autoridades fue “muerte súbita” que técnicamente es  “la parada cardiaca que se produce de forma abrupta, inesperada y repentina en personas que aparentemente tienen un buen estado de salud. Esta parada concluye con el fallecimiento del paciente si no recibe asistencia médica inmediata”.

Cuarto Poder accedió al relato de otra persona detenida mediante el testimonio de un familiar, a quien describieron las circunstancias que habrían sido determinantes  para el deceso, que no fue abrupto  e inesperado. Este relato coincide con aquel que otro detenido contó a una amistad de la familia Goytea: Alejandro estuvo varios días pidiendo asistencia médica pero no se la brindaron. Le ofrecieron si, violencia: “lo único que te podemos dar es un par de cachetadas”, le respondió un guardia cárcel. También le dieron Paracetamol, “eso es lo único que nos dan para cualquier malestar”, habría dicho uno de los detenidos.

A la muerte, prosiguió una revuelta, un motín que vino a significar la rebelión al orden dado como natural que escinde de derechos a las personas privadas de libertad. Al motín, como está consensuado socialmente, lo desarmaron con palos. A la madrugada los despertaron con baldazos de agua fría y así permanecieron, mojados en la humedad de los colchones. Hubo requisas para inspeccionar que a la llegada del CIF, no sé encontraran las drogas que aseguran estas personas, comercializan los celadores. La identidad de las fuentes internas será preservada por expreso pedido de los mismos para su protección.

Cuarto Poder insistió en entrevistar a Claudia Puertas responsable del Juzgado de Garantías N° 8,   a cargo de la causa de Alejandro. La magistrada se disculpó por no poder atendernos y solicitó a Marcelo Baez, encargado de la Prensa del Poder Judicial que nos informara que en la causa no hay constancia de revueltas. Sostiene que “Ese día Goytea cenó liviano e hizo su rutina de gimnasia. Luego se fue a dormir y ahí comenzó a quejarse de dolores. Los otros que estaban en la celda comenzaron a gritar poniendo al tanto de lo que pasaba y cuando llego el enfermero ya estaba muerto.”

Por el fallecimiento se le dio intervención al fiscal 4, Ramiro Ramos Osorio, de la Unidad de Graves Atentados contra las Personas (UGAP). Afirman que el cuerpo no presentaba signos de violencia y que la autopsia del CIF tomó muestras de órganos para determinar que murió por muerte súbita. La Defensora Oficial que lo representaba pidió estos informes.

La familia Goytea cree que la falta de aire de Alejandro puede haber sido un síntoma del síndrome de abstinencia. Recalcan que Alejandro no tenía antecedentes clínicos. Este martes 4 de octubre les negaron la entrega de sus pertenencias. “No sabían decirnos cuando ingresó a la Alcaldía.  Yo como mamá, quiero que las personas detenidas tengan más atención.  Cuando fuimos con Margarita a retirar las cosas que le quedaron, no nos trataron bien, no nos preguntaban que necesitamos” comenta Virginia.

A Alejandro lo velaron en un pasaje sin nombre, de una casa sin número en el Barrio Fraternidad.  Desde esta casa hoy lo nombran y expresan con dolor “no queremos que esto quede así”.