Nada más que un show

ALEJANDRO SARAVIA

 “Dime de qué te jactas y te diré de qué careces” es un viejo y sabio adagio popular que devela la personalidad de quien se atribuye virtudes sin que la realidad lo respalde. Tal cosa me hizo sentir el espectáculo montado el pasado domingo, en el recinto de la Cámara de Diputados de la Nación, con la excusa de la presentación del proyecto de ley de presupuesto, circunstancia en la que Milei, en su carácter de titular del Poder Ejecutivo, actuó el mensaje que supuestamente acompañaba al proyecto de ley del presupuesto del año próximo, cuyo tratamiento y deliberación debe tener inicio en dicha Cámara. El sesgo autocelebratorio del acto es el que disparó mi sensación. Sesgo que se percibe en cada acto en el que Milei se presenta insistiendo en que su liderazgo no es sólo barrial sino universal.

Fue, por una parte, una autocelebración del presidente quien, con banda y bastón, se presentó para hacer lo que le gusta hacer: un acting, es decir, lo que solía hacer en su “cursus honorum”, su carrera de honores, tal como denominaban los romanos al ascenso político y administrativo en la República Romana desde el siglo III a.C. hasta el siglo I d.C. Aquella carrera de los romanos comenzaba con el cargo de Questor, seguía con el de Edil, el de Pretor, de Cónsul y de Censor. En nuestro caso, mejor dicho, en el de Milei, comenzó como arquero de Chacarita; luego estudió en la Universidad de Belgrano una licenciatura en economía; fue panelista; y, luego, hacía en teatros de revistas un stand up, esto es, un monólogo en vivo. Tras ello es, ahora, presidente de la República Argentina. Aunque parezca mentira.

Milei llegó a tan alto cargo con dos compromisos: el de lograr el equilibrio fiscal y el de meterle motosierra a la casta, entendida ésta como aquellos que usufructuaron el poder estatal en su propio provecho, sin importarle un pepino las consecuencias de sus actos. Los arquetipos de la casta fueron Néstor Kirchner, que buscó perpetuar su poder político y económico usando con esos fines al Estado; Cristina Fernández, que en su narcisismo autocelebratorio llevó el gasto público del 25% del PBI al 44%; Alberto Fernández que lo usó para engordar y levantarse minas, dándole la razón con ello a Alejandro Dolina; pero también Mauricio Macri, cuyo fin último fue mostrarle al otro Macri, Franco, a la sazón su propio padre, que no era tan inútil como éste creía. A esta lista, obviamente, hay que sumar a la dirigencia sindical criada en viveros bajo el amparo del Estado, la que devotamente, en estos días, viajó a Roma en dulce montón, pero eso sí en business, buscando la protección milagrosa del papado. También a diversos sedicentes empresarios que sólo lo son por las prebendas estatales. Y a la diversa, también, dirigencia política que en distintas provincias ocupan sus horas en hacerse perdices para pasar desapercibidas disfrutando, salvo honrosas excepciones, de la ausencia de controles en sus respectivas provincias.

Esos dos compromisos con los que se encumbró el panelista afortunado, el del equilibrio fiscal y el de la casta, hasta ahora no fueron cumplidos totalmente. Sólo el primero, el equilibrio, tras profundos sacrificios de la parte más débil de la sociedad, especialmente aunque no los únicos, los jubilados, se logró a medias porque uno de sus efectos secundarios, la inflación, es un animal indomable hasta para quien se autopercibe como un fiero león.

La cuestión es que tras el show del domingo algunas cosas quedaron en claro. Las prioridades de Milei son la Defensa y la Seguridad y las travesuras que su asesor estrella, Santiago Caputo, el monotributista, pueda imaginar con su manejo de la Secretaría de Inteligencia del Estado, la SIDE, además de otras varias cajas, en pos de la perpetuidad electoral de Milei, a contar a partir de ahora mismo, con vista a las elecciones intermedias del año próximo.

Las imperiosas necesidades de la infraestructura productiva del país, las de la salud, las de la educación, la ciencia y la tecnología son absolutamente secundarias atento la visión estratégica del showman. Son elementos innecesarios porque lo que se piensa es entregar la explotación de todo a quien dé más por ello conforme a la lógica del mercado, lo que será usufructuado por los sobrevivientes del modelo. Es decir, los que ya están acomodados en un lugar de privilegio de ese mismo mercado internacional. Los otros, con suerte, mirarán por las ventanas, obviamente desde el lado de afuera.

Mientras, toda la dirigencia política que pavimentó el arribo de este mago sigue comiéndose todos los amagues que al mismo se le ocurran. Como el del domingo pasado, en la Cámara de Diputados de la Nación, en el que, con banda y bastón, ante sus padres y su nueva novia, en su singular stand up y en sus propias narices, este showman se les mató de risa…