Esta semana se cumplieron cinco años del hallazgo del cuerpo de Diego Esper, el joven profesor universitario que fue asesinado en su departamento del centro de la ciudad de Salta. El juicio determinó que el homicida fue una sola persona, cuando parecían ser dos. (F.A.)

Después de cinco días sin noticias, decidieron ir a ver qué pasaba. Llegaron al edificio ubicado en pleno centro de la ciudad de Salta, en Dean Funes 345, y encontraron a alguien en un futón. Era, había sido, Diego.

El jueves 16 de septiembre de 2010, los familiares de Diego Esper hallaron su cuerpo dentro del departamento en el que residía. Llevaba aproximadamente cinco días muerto. Lo habían asesinado de un duro golpe en la cabeza.

Esper, que se llamaba Diego Armando, había nacido en 1977. Era Licenciado en Administración de Empresas y enseñaba en la Universidad Nacional de Salta. Su asesinato ocupó la agenda de los medios durante buena parte de esos días.

“Hallan asesinado a profesor en Salta”, tituló La Voz del Interior, el viernes 17. Tomaba un cable de la agencia Telam que aseguraba: “La autopsia reveló que la víctima sufrió un fuerte golpe con un elemento contundente, que le destrozó el cráneo, con pérdida de masa encefálica. Además, debido al estado de descomposición del cuerpo, se determinó que el hecho ocurrió hace cuatro días y que en el departamento no había signos de violencia ni desorden”.

El mismo cable estaba redactado con términos que hoy, poco tiempo después, son condenados y están en desuso, y que por ese año comenzaba a erradicarse: “Los investigadores aún intentan determinar si el crimen está vinculado a un robo o a un episodio pasional”.

El 18 de septiembre apareció el primer sospechoso. Se trataba de “un joven de 30 años” que trabajaba “de stripper en boliches nocturnos de la capital provincial”. Era Cristian Jesús Morcillo Castillo, oriundo de Tartagal, como Diego. El domingo 19, la noticia salió en Clarín: “Según los investigadores, el profesor solía ser visitado por un stripper en su departamento de calle Dean Funes (…). Como el acceso de la vivienda no había sido forzado, todas las sospechas apuntaron a ese joven (…). El esfuerzo policial se concentró, entonces, en dar con el desnudista, quien había desaparecido de los boliches que acostumbraba frecuentar. Y anoche lo arrestaron, en circunstancias que no fueron difundidas”.

A los pocos días se conocían más noticias sobre el supuesto involucrado. El 29 de septiembre, El Tribuno publicaba un artículo que recogía el testimonio de la exnovia del sospechoso: “La muchacha, oriunda de Tartagal, al igual que los otros dos protagonistas de esta tenebrosa historia (…) habría sido mencionada por Morcillo Castillo como su novia e invocada por éste como su principal coartada. Es que, se dijo, el stripper habría dicho a (el juez de Instrucción Formal 3, Pablo) Farah que en los días en que supuestamente se produjo el asesinato se hallaba con ella en la zona norte. Sin embargo, y de acuerdo a lo que trascendió en la víspera, la joven, echó por tierra tal versión, al igual que otros testigos convocados por Farah, lo que habría complicado aún más la situación del detenido, al que, como si fuera poco, le secuestraron las llaves del departamento de Esper Sánchez, una camisa, un pantalón y un par de zapatillas manchadas con sangre. Estos elementos serán enviados entre hoy y mañana a Buenos Aires para que se estudie el material genético y se coteje con los tejidos del profesor de la Universidad Nacional de Salta”.

Todo parecía resuelto. Pero surgió un nuevo implicado. Gracias a la investigación realizada en las redes sociales se supo que Esper había tenido contacto con un hombre que, después se comprobó, estuvo en el edificio en la fecha del crimen.

Se trataba de Rodolfo Benjamín Suárez, un camionero catamarqueño. Lo detuvieron el 6 de noviembre de 2010, en Tucumán.

En esas horas apareció un artículo en El Tribuno que describía a Suárez como un hombre que “realizaba continuos viajes a esta ciudad, donde mantenía contactos permanentes con gente de la noche y, especialmente, con travestis, gays y mujeres del mundo prostibulario”. “Todo indica que este sujeto, de gran tamaño y 173 kilogramos de peso, desplegaba en esta ciudad una vida totalmente opuesta a la que desarrollaba en su ciudad de residencia, Santa Maria, Catamarca, donde se comportaba como un marido ejemplar y padre intachable de dos pequeños niños”, agregaba.

Se supo entonces que Suárez y Esper habían mantenido contacto hasta el 9 de septiembre de 2010. El camionero negó todo. Quedó detenido hasta que el 6 de junio de 2011 se le otorgó la libertad provisoria. Para esa altura, Morcillo estaba libre por falta de mérito.

En el artículo que describía a Suárez, El Tribuno informaba que durante las conversaciones con Esper, “el detenido” se autodefinía como “el camionero caliente”. El matutino continuaba detallando los mensajes: “Le pregunta a Esper si le gustan los ‘juguetes’, haciendo referencia a elementos que imitan el miembro masculino, y le anticipa: ‘Llevo dos’, lo que los pesquisas y el magistrado entienden que iban a ser utilizados en un encuentro. Al catamarqueño, en su domicilio de la ciudad de San José, Santa María, le secuestraron dos de estos elementos, lo que coincide plenamente con el contenido del chat. Sin embargo, cuando el juez lo interrogó acerca de éstos respondió que los utilizaba con su esposa, ya que a ambos les gustan esos accesorios sexuales”.

Pero la libertad duró poco para el camionero. A fines de julio de 2011, Farah ordenó recapturarlo. Lo hallaron en su casa de Catamarca, almorzando con su esposa e hijos. Cuando volvió a Salta, dijo, según su abogado Santiago Pedroza, que quería limpiar su nombre, y que el asesino de Esper era alguien del entorno de la víctima.

El juicio comenzó recién el 23 de febrero de 2015. Allí todo empezó a resolverse.

A mediados de marzo, el licenciado en Criminología y especialista en homicidios, Enrique Prueger, aseguró que el hecho fue un crimen premeditado. “El asesino no solo habría asistido al departamento del profesor, en Deán Funes 345 de esta ciudad, con la intención de tener una relación sexual, sino también de robar y, lo que es peor, asesinar”, informaba el matutino local, en referencia al camionero.

Las pruebas fueron contundentes contra Suárez, pero no contra Morcillo. “La fiscalía había solicitado la pena de tres años de prisión en ejecución condicional ya que su investigación la llevó a estar convencida de que Morcillo ingresó al departamento de Esper (había convivido con él y conservaba la llave) luego de ser asesinado y antes de ser encontrado. Que al toparse con su amigo sin vida, decidió sacar ropa que aún tenía allí y no decir nada para evitar estar involucrado en el hecho. Este mediodía, los jueces Ana Silvia Acosta de Medina, Norma Beatriz Vera y Roberto Faustino Lezcano absolvieron a Morcillo por el beneficio de la duda, lo que significa que la prueba presentada en la causa no logró crear el suficiente convencimiento de la culpabilidad del imputado”, informaba La Gaceta el viernes 13 de marzo.

Ese viernes, mientras Morcillo era absuelto, Suárez recibía una condena de prisión perpetua por homicidio doblemente calificado por premeditación y alevosía criminis causae en concurso ideal con robo. Además, se le ordenó pagar $600 mil a la familia de Esper como indemnización.

Los familiares, que habían realizado marchas y pedidos de justicia durante los casi cinco años que habían pasado tras el hecho, no quedaron conformes con el fallo.