El genocida y último presidente de facto de la Argentina murió a los 90 años en el Hospital Militar. Antes de verse obligado a convocar a elecciones en 1983 y entregar el poder, dictó una ley de autoamnistía con la que intentó lograr la impunidad por las desapariciones, asesinatos y secuestros. Estaba en prisión, condenado por delitos de lesa humanidad.
A los 90 años murió Reynaldo Benito Bignone, el genocida y último militar que estuvo al frente del último gobierno de facto de la Argentina. Fue el presidente que en 1983 hizo el inevitable llamado a elecciones democráticas, ante una dictadura jaqueda tras la derrota de Malvinas, la debacle económica y la resistencia popular.
Se lo recuerda por su imagen en el traspaso de los atributos presidenciales a Raúl Alfonsín, pero antes de ello intentó lograr impunidad para él y sus secuaces cuando dictó los decretos que ordenaron la supuesta destrucción de los archivos de la represión de Estado y el otro de «amnistía» y «pacificación nacional». Con el advenimiento de la democracia fue juzgado y condenado a prisión perpetua por allanamientos ilegales, secuestros, torturas y homicidios, todos delitos de lesa humanidad a los que le sumó el saqueo de las pertenencias de sus víctimas.