Un trabajo invita a repensar el protagonismo de las mujeres dentro de los movimientos sociales, en este caso se analiza  la Unión de Trabajadores Desocupados de General Mosconi (UTD). (Andrea Sz)

A partir de la tambaleante situación económica de la década de los 90, comienzan a gestarse en nuestro país diferentes movimientos de protesta social entre los que se encuentra la Unión de Trabajadores Desocupados de General Mosconi (UTD). Tal como plantea la autora, la conformación de estos movimientos no quedó supeditada únicamente a la satisfacción de las necesidades básicas de los individuos sino que una de sus tareas fundamentales fue construir marcos de sentidos más amplios que permitían ser percibidos e interiorizados por los diversos actores que los integraban.

“Mujeres en movimiento. Una reflexión sobre la cuestión de género en la Unión de Trabajadores Desocupados de Gral. Mosconi, Salta, Argentina”, de María Comelli, Investigadora del Grupo de Estudios de Movimientos Sociales de América Latina (GEMSAL) invita a repensar el rol especifico de la mujer y la relación de género al interior de este movimiento, además de indagar entre las ideas de lo “femenino y lo masculino” y la asignación de tareas y espacios según esta distinción.

La autora define que la familia nuclear “arquetípica” a la que pertenecen estas mujeres organizadas por lo general es la patriarcal: el hombre es el responsable del mantenimiento económico de la familia, por lo que se espera que “salga” a trabajar para cubrir las necesidades básicas de su familia. También como “jefe de familia” se espera que actúe como la autoridad última en el disciplinamiento de los hijos. Por otro lado, la mujer es la responsable de la domesticidad y se espera que cumpla con las “tareas reproductivas”.

Siguiendo con la descripción de los roles tradicionales en los que se encuentran insertas la mayoría de las mujeres que forman parte de la UTD, la investigación especifica que si bien ellas antes de participar de la organización ya trabajaban fuera del ámbito doméstico, lo hacían realizando tareas que se podrían clasificar como “típicamente femeninas”: servicio doméstico en otras casas, limpieza y lavado/planchado de ropa, enfermería, etc.

Para Comelli esta fuerte segmentación ocupacional entre géneros característico de este sector rural-urbano, devela que “la participación de la mujer en el mercado de trabajo no habría provocado una transformación estructural en las relaciones de género ya que hasta ese momento la tipificación social de lo que es femenino y masculino no se había modificado”. Sin embargo, plantea que en la década menemista con la aparición del fenómeno del desempleo, “que socava la imagen del hombre como productor y proveedor, y la amplia participación de las mujeres en los proyectos productivos de la UTD”, nos obliga a preguntarnos si esta nueva situación no está provocando cambios no sólo en la vida cotidiana de la familia sino en las relaciones entre sus miembros, contribuyendo así a reconfigurar el papel asignado socialmente a cada sexo, y de esta manera, modificando las relaciones de género asimétricas sobre las que se basa la familia patriarcal.

Para la autora frente al contexto de una profunda desestructuración del universo masculino, anclada en el trabajo y su rol como proveedor principal, las mujeres irrumpen en el escenario público como la expresión más auténtica e incuestionable de la situación de emergencia familiar y social. Por ello indaga en la noción altruista atribuida históricamente a las mujeres que tiene que ver con el “cuidado del otro” es que si bien aparece un atributo incuestionable de la feminidad “creemos que es el que posibilita y legitima la salida al espacio público frente a circunstancias hostiles que amenazan el bienestar del grupo familiar”, señala.

División sexual del trabajo

La UTD fue una de las primeras organizaciones de trabajadores desocupados o “piqueteros” que reclamaban por trabajo a través de los cortes de rutas en nuestro país. Con el correr de los años el movimiento amplió su horizonte de demandas y de acción territorial en defensa de los recursos naturales (hidrocarburos, tierra, bosques, agua, etc.) además de desarrollar un despliegue de proyectos productivos, comunitarios y culturales autogestionados.

La autora de la investigación consigna que para poder entender la división sexual del trabajo en la que están inmersas estas mujeres debemos tener en cuenta los soportes culturales que la posibilitan. En este sentido resalta que la asignación de tareas dentro de la UTD parecería no estar caracterizada por una segmentación ocupacional como en el mercado laboral ya que la mayoría de las mujeres han participado de diferentes proyectos productivos cumpliendo tareas no sólo “típicamente femeninas”, como el costurero o administración, sino también “típicamente masculinas” como construcción y arreglo en escuelas y comedores, forestación, huertas comunitarias, etc.

La autora señala que esta nueva participación de las mujeres en proyectos productivos ánima a pensar que esa correspondencia naturalizada entre la división sexual del trabajo y la segmentación ocupacional con una idea de lo masculino y femenino comienza a diluirse y  hasta ser cuestionada por los propios actores, sin embargo puede verse algunas continuidades.

“Como una primera aproximación podríamos señalar que si bien la participación de las mujeres en la UTD es importante numéricamente y a la vez se encuentran indistintamente en todos los proyectos comunitarios, en el taller de costura (que se podría pensar como tarea típicamente femenina) sólo trabajan mujeres y los referentes más importantes de la UTD siguen siendo hombres mientras que las mujeres más destacadas aparecen como cuadros medios o como referentes regionales sin ser cuestionada esta estructuración”.