En sus diálogos, Platón critica la retórica que habían elaborado los maestros de ese arte. Esto sucede sobre todo en el Gorgias y el Fedro. En el primero refuta los fundamentos ontológicos y morales de la retórica (su naturaleza y sus fines); en el segundo, los elementos materiales y epistémicos (sus contenidos y su desinterés por la verdad).

Por Andrea Sztychmasjter

   En ambos textos Platón hace hablar a Sócrates a través de un diálogo con otros personajes. En el Gorgias el interlocutor no es solamente él, también aparecen Polo, Querefonte y Calicles, mientras que, en Fedro, sí es éste el principal participante, aunque aluden a un discurso de Lisias, ausente en el diálogo, pero presente a través de su discurso. 

   En el Gorgias, Sócrates le pregunta “¿Qué arte profesa?”. Gorgias responde que es orador y maestro de retórica, la cual tiene como objeto de conocimiento los discursos. La retórica además específica éste ante la insistencia de Platón, tiene la capacidad de hacer hablar y pensar a otros. Gorgias afirma luego que la retórica sí es un arte, y que los discursos de los que se ocupa este arte se refieren al mayor bien para el hombre: producir la persuasión por medio de la palabra. Sócrates pregunta ¿sobre qué persuade la retórica? Gorgias responde que sobre lo justo y lo injusto ante los tribunales y las asambleas, es decir sobre los principios morales que nos conducen al bienestar político.

    Mientras que en el Gorgias podemos analizar la práctica de la oralidad política, en el Fedro se introduce la problemática de la comunicación escrita, es decir lo que involucra el paso de la oralidad a la escritura y cómo los discursos se fijarían en ella y cómo persisten en la memoria. “…Porque, en realidad, Sócrates no llegué a aprenderme las palabras una por una”, remite Fedro al discurso de Lisias, para luego agregar que el discurso se trató de las diferencias entre el que ama y el que no. Aquí comienza el primer discurso en este texto, Fedro lee para Sócrates el discurso de Lisias.

Critica a la interpretación racional de los mitos

  Con anterioridad a esto y al iniciar el diálogo, Fedro pregunta a Sócrates remitiendo a un mito si él cree que eso es verdad. Sócrates responde que dudar de ellos “usando una especie de elemental sabiduría”, es para los que tienen mucho tiempo. Así introduce Platón su crítica a la interpretación racional de los mitos.

  En el Gorgias solo al final del diálogo Sócrates evocará un mito sobre el juicio de los muertos y el destino final de las almas. En su monólogo afirmará que se mantiene solo una idea; la de él. Resalta que es necesario precaverse más de cometer injusticia que de sufrirla y que se debe cuidar, sobre todo, no de parecer bueno, sino de serlo, en privado y en público. Además profesa el castigo para quienes decidan ser injustos y de esta manera satisfacer sus culpas. Agrega que es preciso huir de toda adulación, la de uno mismo y la de los demás, y que se debe usar siempre de la retórica y de toda otra acción, la justicia. 

En el Fedro Platón propone una retórica dialéctica en oposición a la retórica sofística (que era una retórica política), de modo que describe los fundamentos de su propuesta y muestra las deficiencias formales y epistémicas de la otra.

En el Fedro Sócrates le da entidad propia a la retórica al preguntarse, “¿no habremos vituperado al arte de la palabra más rudamente de lo que conviene?”. Así también en este texto Sócrates desanda de qué trata la retórica.  Pregunta ¿qué clases de frutos piensa que habría de cosechar la retórica? A través del denominado método socrático que supone el empleo del diálogo para clarificar la verdad de una opinión por medio de preguntas, Sócrates afirma que a través de la enseñanza de la retórica se proporciona una apariencia de sabiduría a los alumnos, alejada de la verdad. <<Han acabado por convertirse en sabios aparentes en lugar de sabios de verdad.»

   En el Gorgias, Sócrates alude a la poesía para explicar que existen actividades que solo buscan de qué modo se puede procurar el placer, con eso afirma que todo ello es adulación, se trate del cuerpo, del alma o de cualquier otra cosa cuyo placer se procure sin considerar lo beneficioso y lo perjudicial. Asegura también que existe una oratoria popular, una retórica de adulación que se dirige al pueblo. De esta manera dictamina dos clases de retóricas ante sus ojos: “…una de ellas será adulación y vergonzosa oratoria popular; y hermosa, en cambio, la otra, la que procura que las almas de los ciudadanos se hagan mejores y se esfuerza en decir lo más conveniente, sea agradable o desagradable para los que lo oyen”.

En el Fedro Platón plantea que la retórica sería un arte de conducir las almas por medio de palabras, no sólo en los tribunales y en otras reuniones públicas, sino también en las privadas. Platón asegura que es posible comprender adecuadamente la naturaleza del alma a través de la retórica, para explicarlo la compara con la medicina: En ambas conviene precisar la naturaleza, en un caso la del cuerpo, en otro la del alma, si es que pretendes, no sólo por la rutina y la experiencia sino por arte, dar a) uno la medicación y el alimento que le trae salud y le hace fuerte, al otro palabras y prácticas de conducta, que acabarán transmitiéndole la convicción y la excelencia que quieras. Es así que Sócrates explica que el poder de las palabras radica en que precisamente son capaces de guiar las almas, el que pretenda ser retórico es necesario que sepa, del alma, las formas que tiene, asegura.

En el Gorgias éste plantea que el orador persuade a un enfermo con más facilidad que el propio médico ante una multitud, sin embargo, señala que si un orador hace uso injusto del gran poder que le proporciona su arte, no se debe culpar de ello a la retórica ni a los maestros que la enseñan, sino a los alumnos que han usado equivocadamente ese arte. Sócrates concluye que quien conoce lo justo es justo y que el justo jamás puede obrar injustamente. Por tanto, ¿cómo es posible decir que no se debe acusar a la retórica, si un orador obra injustamente? 

Mientras que en Fedro Platón continua con su crítica de la retórica introduce otra palabra para designar un método que haga pensar y hablar, a la que denomina dialéctica. Y de esto es de lo que soy yo amante, Fedro, de las divisiones y uniones, que me hacen capaz de hablar y de pensar. Y si creo que hay algún otro que tenga como un poder natural de ver lo uno y lo múltiple, lo persigo «yendo tras sus huellas como tras las de un dios». Por cierto, que aquellos que son capaces de hacer esto —Sabe dios si acierto con el nombre— les llamo, por lo pronto, dialécticos.