Un mural a favor del aborto que había causado polémica con Acción Poética Salta, finalmente fue cubierto de pintura negra horas antes que iniciase el triduo del Milagro. Una trama de hipocresías y paredes que, blancas o negras, siguen silenciosas. (Franco Hessling )

La discusión sobre las pintadas en las paredes tuvo un hecho reciente que terminó por desnudar una trama de intereses entre quienes se pujan el espacio público y los discursos sobre lo salteño. En la rotonda de San Luis, delegación municipal de la capital, en los primeros tramos de la ruta nacional 51 que conduce al oeste de la provincia, apareció un mural con la leyenda «Aborto legal para no morir» y la estampa del colectivo Acción Poética Salta.

La intervención artística cobró relevancia pública rápidamente, sobretodo porque dicha organización a menudo evita tomar posición explícita ante hechos políticos que ocurren a su alrededor. Proponen un tipo de lírica estática y abstraída, anclada en significantes fuertes puestos en figuras enunciativas cliché, propias del amor romántico y la cursilería contemporánea. Como el mural había sido acogido como una irrupción inesperada, Acción Poética Salta se vio en la obligación de aclarar que, tal como podía anticiparse, el escrito no correspondía a una intervención suya. Incluso denunciaron la utilización de su estilo tipográfico y firma para decir algo que, desde el punto de vista de ellos/as, no es poético.

A las pocas horas la firma rubricada en el mural sobre la interrupción voluntaria del embarazo fue tapada. Cuidando de no pasar por censores aunque dejando claro que no avalaban esa poesía comprometida con la realidad y los derechos de las mujeres, el trabajo de retoque consistió no sólo en eliminar la firma sino también los detalles estilísticos que semejaban ese escrito con los murales reconocidos por Acción Poética.

Además de las discusiones sobre lo poético, que para ejercitarlas mejor consultar críticas de especialistas, lo escrito confronta con una moralidad salteña que aún se debate entre enseñar educación católica en las escuelas o asumir que el estado no debe sostener ningún culto dogmático. Esa moralidad es la misma que recibe emocionada a los peregrinos pero que no cuestiona las vallas durante la procesión y que, a partir del 15 de septiembre a la noche, se indigna por la mugre que acarrearon los fieles de visita.

Justo cuando se iniciaban los arribos de peregrinos por la ruta nacional 51, a mediados de esta semana, la retocada leyenda «Aborto legal para no morir», ya sin firma ni detalles propios de Acción Poética, fue cubierta con pintura negra. Por si hacía falta algo para corroborar estrecheces mentales sobre lo artístico, una enunciación, que podrá ser poética o no, se cambió por un rectángulo de unos 4×3 metros de pintura azabache. Molesta la expresión, la irrupción, la disrupción. ¿Cuál es entonces su idea de arte?

Sin conocer a los responsables específicos de la censura, el contexto hace presumir una vinculación directa con las prácticas oscurantistas que caracterizaron a los monasteriales, los escolásticos, los cruzados, los inquisidores, los misioneros, los evangelizadores e incluso, al papa orgullosamente argentino. La receta de los hombres del dios católico siempre tuvo que ver con hacerse preguntas hasta donde no incomode, y de ahí en más dejar que la fe, la deidad o las tinieblas rellenen las incertidumbres. Básicamente en eso radica la diferencia con quienes apologizan a favor del pensamiento crítico.

A propósito de éste, las discusiones sobre el aborto se han cultivado con mayor vivacidad en aquellas sociedades donde más se lo desarrolló. El primer país en el mundo en regular el aborto como derecho de las mujeres fue la Unión Soviética de Lenin. No sólo los socialistas avanzaron en ese sentido, décadas más tarde los liberales empezaron a aceptar ciertas formas de interrupción voluntaria de la gravidez. En los países del cono sur, Uruguay fue señero, primero sancionando una ley que no se reglamentó y después legislando e instrumentando un segundo proyecto. Delicias de la política contemporánea: la ley trunca no fue reglamentada por Tabaré Vásquez, del Frente Amplio, mismo partido que impulsó a José «Pepe» Mujica para que apadrinase la finalmente instrumentada.

En Salta, en cambio, todavía se debate si la educación pública, la que se supone que debe garantizar el acceso universal al derecho a recibir formación, debe enseñar adoración tanto como pensamiento crítico y científico. Lo imprescindible, para evitar las censuras y los oscurantismos, es que impere el pensamiento crítico, incluso sobre las miradas científicas de raigambre positivista, pero sobre todo ante la mirada religiosa.

El afamado título «Sofía» de J. Gaarder introduce una interesante metáfora sobre la filosofía, sería como mirar lo que sucede sobre el cuero del lomo del conejo desde la punta de uno de sus pelos. Si aun mirando desde allí alguien elige tal o cual mirada religiosa, excelente. Lo que la filosofía-pensamiento crítico nos garantiza, y por eso debería delinear la educación pública, es que todos tengan la posibilidad de mirar lo que sucede en el cuero, desde arriba.

Bienvenidas las religiones como formas de adoración y hasta como esquemas de pensamiento, pero que se terminen las prácticas oscurantistas y de censura como las que ocurrieron esta semana. Sin negar otras visiones, que las religiones demuestren, si pueden, que son persuasivas para tantas almas. Basta de tapar murales o ahuyentar artistas para imponer una mirada uniforme, reacia a los cuestionamientos.

Que no haya quien se quede sin la oportunidad de trepar los pelos del conejo antes de elegir qué pensar, qué creer.