A pesar de encontrarse impedido por cuestiones judiciales y de salud, Muratore habría encontrado métodos solapados para cobrar cualquier monto a los puesteros. Entre las sospechas por desmanejos financieros, la parsimonia de las autoridades y los recientes “problemas” del ex administrador, la esperanza de conocer a dónde fue a parar el dinero de la recaudación el cual parece disiparse.

 

El Mercado San Miguel, ese rincón icónico de Salta Capital donde los aromas de especias y empanadas solían mezclarse con el bullicio incesante de puesteros y vecinos, atraviesa hoy una etapa de incertidumbre que amenaza su legado histórico. Atrás han quedado los días en que este espacio representaba el corazón comercial y cultural de la ciudad. En su lugar, lo que se percibe ahora es una mezcla de abandono, desorden administrativo y sospechas de corrupción que parecen no tener fin.

La historia reciente del Mercado San Miguel tiene de todo: un administrador que parece salido de una novela negra, un incendio de esos que nadie puede explicar con claridad, familiares que exigen su herencia con modales dignos de una película de mafiosos y, claro, un elenco de autoridades municipales que ensayan la indiferencia con una maestría que deja boquiabierto a cualquiera.

Durante más de 20 años, José “Pepe” Muratore estuvo al frente de la administración del mercado a través de la Fundación San Miguel. Desde ese lugar, llevó las riendas del mercado como si fueran las de su propio cortijo. Transparencia, dicen, nunca fue su fuerte. A pesar de las reiteradas peticiones del Concejo Deliberante y de la Defensoría del Contribuyente para conocer los balances anuales, Muratore prefirió el arte del cajoneo, convirtiendo los informes en piezas de museo, nunca vistas pero siempre mencionadas.

El pasado 6 de noviembre, un incendio redujo parte del mercado a cenizas. Apenas un mes después, el municipio intervino con la esperanza de “normalizar” el funcionamiento del lugar. Emilio Gutiérrez, el interventor designado, tiene la misión de restaurar el orden, aunque hasta ahora son casi nulos los avances que se pueden mencionar en la materia. La investigación sobre la gestión de Muratore parece ser una tarea titánica que nadie quiere asumir.

Su gestión estuvo lejos de ser ejemplar y el manejo financiero del mercado se convirtió en un enigma que ni siquiera los organismos oficiales han logrado descifrar. En los últimos años, las instalaciones del predio mostraron un preocupante deterioro. A pesar de la constante recaudación mensual proveniente de los 720 puesteros, poco o nada se ha invertido en su mantenimiento o modernización. La situación llegó a un punto crítico el pasado 6 de noviembre, cuando un incendio destruyó una parte significativa del predio, dejando a numerosos trabajadores sin sustento inmediato.

Pepe, el omnipresente

Aunque la fiscalía prohibió a Muratore acercarse al mercado, luego de que el ejecutivo denunciara aprietes y agresiones a los nuevos intrventores, el hombre sigue cobrando como si nunca se hubiera ido. Derecho de piso, le llama. Lo irónico es que, a juzgar por el estado de abandono en que dejó el lugar, lo que debería cobrar es derecho de abandono. Y si no lo hace él personalmente, sus matones, como buenos secuaces de historieta, se encargan de recordarles a los puesteros que la ausencia de «Pepe» es apenas simbólica.

El canon exigido promedia los 200 mil pesos por mes, una suma que cualquier economista amateur tildaría de ridícula dada la situación del mercado. Habrá alrededor de 720 puesteros. Hagan cuentas y saquen conclusiones. Lo que sigue siendo un misterio digno de un thriller es el destino de esa recaudación mensual.

La intervención del ejecutivo aún no da muestras de encaminarse hacia el blanqueamiento del estado financiero del mercado. El 16 de diciembre, ante la gravedad de la situación, el municipio publicó el decreto que desplazaba a Murtore y designó a Emilio Gutiérrez como interventor. Su misión era restaurar el orden, garantizar la transparencia y resolver las problemáticas estructurales que afectan al lugar. Sin embargo, hasta ahora, los avances parecen escasos. Aunque la intervención generó expectativas entre los puesteros, también ha despertado dudas sobre si realmente se investigarán las irregularidades de la administración anterior o si todo quedará en el olvido.

Herederos de un modelo cuestionable

En este drama no faltan personajes secundarios. Los familiares cercanos de «Pepe» han adoptado un enfoque dinámico, presionando al ejecutivo municipal para heredar los negocios del patriarca. ¿Y cómo no hacerlo, si los rincones del mercado están llenos negocios y los estantes de billetes, aunque no de balances? Eso sí, sus métodos distan de ser protocolares. ¿Alguna vez vieron una negociación de sucesión al estilo “El Padrino”? Bueno, algo así.

Mientras tanto, la falta de decisiones claras por parte de las autoridades y la desidia para investigar a fondo la gestión anterior mantienen a los puesteros en una situación de incertidumbre. Cada día que pasa sin respuestas aumenta la tensión y refuerza la sensación de abandono.

El sainete de los balances

La Defensoría del Contribuyente, con la firma del Dr. Samuel Martearena, se sumó al coro de pedidos para conocer los balances. Sin embargo, el silencio sigue siendo la respuesta favorita. Y justo cuando las presiones se volvieron insostenibles, Muratore sufrió convenientemente un problema de salud. 

El último parte médico del Instituto privado IMAC, correspondiente al 22 de enero pasado, refleja: “El paciente ingresó con lesiones coronarias importantes y fue atendido rápidamente en hemodinamia. Hasta ahora, está estable, sin dolor, insuficiencia cardíaca ni arritmias. Sin embargo, el pronóstico depende de su evolución durante las próximas 48 a 72 horas en terapia intensiva”.

Dos stents después, el ex administrador se encuentra en reposo, lo que también parece haber pausado las investigaciones en su contra. Por estas horas, el ex presidente de Juventud Antoniana está fuera del foco público, pero las dudas sobre el manejo de los fondos del mercado siguen más vigentes que nunca. 

Casualidades de la vida

Mientras tanto, los puesteros, los verdaderos protagonistas olvidados de esta tragicomedia, continúan luchando para sobrevivir en un mercado que parece estar más enfocado en servir a los intereses de unos pocos que en revitalizar su esencia comunitaria. ¿Presentará algún día Muratore los balances? ¿O seguirá el misterio alimentando leyendas urbanas en la ciudad?

El Mercado San Miguel, ese emblema salteño que debería ser un símbolo de orgullo, se ha convertido en el escenario de un sainete que oscila entre la tragedia y la ironía. Y mientras la ciudad espera respuestas, uno no puede evitar preguntarse: ¿quién está realmente al mando del mercado? Porque si hay algo claro es que el olor a empanadas hace rato que fue reemplazado por el aroma rancio de la corrupción.