Después de un año donde giraron por España, Francia, Brasil y Estados Unidos, El Mató a un Policía Motorizado tocó por cuarta vez en Salta. Noche de viernes indie y publicaciones alternativas. M.A.

El lugar: Fábrica de Música (muy caluroso). La asistencia: casi 200 personas. El sonido: zafó. Un escenario sin escenografía: solo un telón negro con el logo del boliche, chicas cuidadosamente lookeadas; varios en pose luciendo sus anteojos snobs, en frente al escenario una consola family game para jugar al Mario Bros, proyecciones de cortos, pibes con remeras de ramones, un colgado con tachas y una de los Misfits, y al costado de una barra que ofrecía birra fresca y agua, un stand con publicaciones independientes. Ese era el marco.

Vayamos a “El mato”. Tocaron una hora y cuarto, en la cual recorrieron su reciente placa Dinastía Scorpio y unos cuantos temas de sus 3 EPs publicados. Lo esencial fue así: en la primera media hora, “La cobra” y “Amigo piedra” fue lo que más levantó. Al medio, la efervescencia creció cuando sonó “Mujeres bellas y fuertes” (muy onda para bailar); como era de esperar fue lo más festejado. “Chica de oro”, fue otro de los que hizo agitar la cabeza, quizá la canción de conjunto más lograda y criteriosa o “el tema que puede ser hit en cualquier momento”. El cierre con “El fuego que hemos construido”, dejó a varios con ganas de más temas. De los clásicos, faltó “Chica rutera”, que estaba escrito en la lista pero no lo tocaron, y “El rey de la tv italiana”, tema con el que cerraron su anterior recital por estos lares.

El show no tuvo baches y fue acompañado por un público que, de principio a fin, pogueó y coreó continuamente pero sin mucho alboroto, lejos de cualquier pogo furioso punk. De la composición del público se destaca la presencia femenina: pocas veces se ve tantas chicas juntas en un recital de rock que se realiza por esta aldea; grupitos de adolescentes, algunas con jeans tiro alto ajustados y zapatillas tipo Vans, otras onda vintage, con camisas a cuadros o musculosas con escotes cortos y calzados con plataforma, todas con un estilo distintivo caminaban por los pasillos del bar; estrafalarias pero moderadas, con actitud despreocupada pero educadas; con estas características de la escena, el cronista se pregunta: ¿Que toca “El mato” que convoca tanto a las minitas?

La propuesta de la banda platense no es compleja ni novedosa: sonidos minimalistas, con espíritu punk influenciado por ramones, pixies o weezer; riffs con aires a the strokes y estribillos poperos, simples y pegadizos. Eso mezclado con un poco de noise es E.M.U.P.M.

Con letras cortas – 3 o 4 frases por canción-, que abrevan en lugares comunes de la cotidianeidad adolescente, la banda es representativa de una tendencia de época: mezcla de actitud ingenua, antipática, despreocupada y descomprometida. El grupo de La Plata suena compacto, sin un líder, se dirige en sentido opuesto a las bandas con un definido frotman carismático. Si bien Santiago Motorizado toma la delantera lo hace con perfil bajo. A diferencia del histrionismo del gordo Walas de Massacre, tiene una personalidad introvertida en el escenario: ni siquiera habla con el público, apenas tira “gracias” o “estamos muy contentos”, como un gesto formal y no suelta frase alguna. Canta cabizbajo, con voz aniñada, haciendo largas algunas palabras mientras con el bajo mantiene el tiempo, tocando las mismas notas que la guitarra. La presencia del tecladista marca un trazo distintivo cuando la canción lo requiere; tira ensambles y colchones de sonido como fondo.

La batería incluye bases prolijas: combinaciones entre bombo y tom con referencias ramoneras, el batero va a lo seguro y en varios temas recurre solo al bombo. Se destaca el manejo austero pero criterioso y efectivo de la distorsión, algunos ruidos y flashes psicodélicos: el ejemplo claro es “En el fuego que hemos construido”, donde logran alcanzar una atmósfera densa con una inyección adrenalinica de distorsión, onda post-punk.

santiagomotorizado

Antes del cierre, es menester destacar el esfuerzo de Fer Salas y su emprendimiento editorial “Killa Producciones”. En la mesa del stand literario se podía conseguir todo lo que puede ofrecer la movida alternativa en la provincia. Había fanzines libros y revistas, destacándose las recientes publicaciones en papel de escritores emergentes como Rodrigo España y Flor Bustamante o las producciones de “Alto Yuyo”, “Eloisa Cartonera”, Juan Pas y la revista bizarra “El Polichombi”. Todo una muestra del estado de la cultura local independiente.

Luego de un año de su última visita, la banda más conocida del actual indie argentino tocó por cuarta vez en Salta y cumplió. Sin embargo, desde abajo queda la sensación que no termina de despegar, ni alcanzar una potencia punkrockera (¿lo buscan o se sienten más cómodos desplazándose hacia el pop?). En fin, pasó una banda en ascenso y con futuro pero que todavía le quedan muchos cartuchos por quemar. Veremos qué pasa en otro recital, eso habrá que comentarlo la próxima.

 Fotos: Ela Nunes.