Se estima que, en la Argentina, se realizan cerca de 500 mil abortos clandestinos por año. Y las complicaciones por estas prácticas son la principal causa de muerte de mujeres gestantes, por eso en un día de lucha como es NiUnaMenos presentamos a estas 3 mujeres que pelean incansablemente para que la Interrupción Voluntaria del Embarazo sea Ley.

Hace 30 años, una decena de mujeres se propuso que el Aborto Legal, Seguro y Gratuito sea un derecho en Argentina. Enfrentaron prejuicios y repudios hasta lograr que, en junio de 2018, el proyecto tenga media sanción en Diputados. Martha Rosenberg, Olga Cristiano y Alicia Schejter, tres de las pioneras del pañuelo verde, aseguran que no van a desistir hasta que sea ley.

“¡Paso a una histórica!”. El grito atravesó cantos, consignas y redoblantes cada vez más encendidos. La multitud se abrió para permitir el avance de la chica que empujaba una silla de ruedas. “¡Paso a una histórica”. La mujer que iba sentada sonreía a los que le sacaban fotos.

La alerta se repitió al día siguiente, mientras una mujer de cabello blanco caminaba rápido por Avenida Callao. El Proyecto de Ley acababa de obtener media sanción en Diputados y ella se apuraba para celebrarlo con sus compañeras. Alguien la reconoció y advirtió: “¡Paso a una histórica!”.

Era la mañana del 14 de junio de 2018, el final de la primera vigilia por la Ley del aborto. Una cruzada que había empezado hacía muchos años, más de 30, cuando un grupo de mujeres quiso tener el derecho a decidir. Y así se convirtieron en históricas.

Las feministas que impulsan la legalización del aborto desde hace más de 30 años

 

“¿Qué podemos hacer?”
En 1982, con los últimos espasmos de la dictadura, un grupo de feministas fundó ATEM (Asociación de Trabajo y Estudio de la Mujer), una de las primeras organizaciones que visibilizó la violencia contra las mujeres. “Investigamos, difundimos, organizamos jornadas, publicamos la revista ‘Brujas’… Hicimos de todo. En aquella época, yo trabajaba como enfermera en el Policlínico Bancario y era delegada sindical. Mucho después estudié Psicología, me recibí en 2007. En el feminismo encontré un movimiento liberador. Eso es lo que genera tanta resistencia: cuando la mujer se libera, el varón pierde el lugar de privilegio y poder”, asegura Alicia Schejter.

El nuevo movimiento estaba integrado por médicas, abogadas, enfermeras, activistas de derechos humanos, enfermeras y hasta una Madre de Plaza de Mayo: diez mujeres unidas por una causa en común. “Dentro de la Comisión, había voces diferentes. Mientras que algunas argumentaban que el aborto era un tema de salud pública, otras considerábamos que se trataba del derecho a decidir sobre el cuerpo. Pero estábamos de acuerdo en lo fundamental, había que legalizarlo y despenalizarlo. Las mujeres debemos tener la posibilidad de elegir ser madre o no serlo. Es un derecho y negarlo es una forma de totalitarismo”, sostiene Schetjer.

“Todos los lunes, llevábamos una mesita a la puerta de la Confitería del Molino. Además de juntar firmas para el proyecto de ley, repartíamos folletos y la revista ‘Nuevas aportes’. Los primeros ejemplares estaban fotocopiados, no teníamos fondos para imprimirlos”, recuerda Alicia. “Muchas personas nos gritaban ‘¡Asesinas!’, pero algunas se acercaban a preguntar y otras, a contar su experiencia”, cuenta.
Las chicas del pañuelo verde

Alicia Schejter
“Al principio, cuando la Comisión empezó a asistir a los encuentros nacionales de mujeres, el tema del aborto no estaba incluido en el programa, preferían que habláramos de anticoncepción. Como no nos daban bolilla, empezamos a colgar carteles de ‘Derecho al aborto’ en las aulas vacías del colegio en el que se realizaba la jornada. Finalmente, terminaron por incorporar nuestros talleres al cronograma, nos lo ganamos de prepo”, recuerda Olga Cristiano.

En 1992, la Comisión presentó el primer Proyecto de Ley en la legislatura. No fue más allá de la Mesa de entradas. Después, la organización participó en otros tres proyectos que redactaron los diputados Martha Mercader, Alfredo Bravo y Luis Zamora. Ninguno llegó al recinto. “Las condiciones no eran favorables. Dora explicaba que eso se iba a dar cuando hubiera una explosión de mujeres”, cuenta Olga.

La Comisión por el Derecho al Aborto no tenía dinero para una sede. Cada quince días, “las chicas” se reunían en una sala de Villa Crespo que les prestaban. Ahí, hablaban durante horas sobre la interrupción del embarazo, sobre legalización y despenalización. En esas charlas no había lugar para temas personales.

Los encuentros de mujeres fueron sumando hitos a la gesta. En 1990, en el de San Bernardo, se declaró el 28 de septiembre como el Día por el Derecho al Aborto de las Mujeres de América Latina y el Caribe. En 2003, en Rosario, el pañuelo verde quedó oficializado como símbolo de la lucha por el aborto legal. Se revisó la disponibilidad de colores: el blanco era el de las Madres de Plaza de Mayo; el violeta, el del feminismo; el rojo, el de la izquierda; el amarillo, el del Papa… El pañuelo fue verde por descarte, no por esperanza.

“El encuentro en Rosario marcó un antes y un después para la Comisión. Pedimos el Aula Magna de la Facultad de Ciencias Económicas para hablar del aborto. Unas 500 mujeres levantaron la mano para contar: ‘Yo aborté’. La última noche, la marcha de mujeres alcanzaba las diez cuadras. La mayoría llevaba puesto el pañuelo verde. Las más jóvenes entonaban consignas que nosotras habíamos inventado”, recuerda Olga.

El reclamo ya era visible: educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir.

Olga Cristiano