Con políticas de apoyo al extremo más rico de la sociedad nacional y con el mantenimiento de las políticas sociales inauguradas por el kirchnerismo, las clases medias del país son las que más padecieron el primer año de gestión macrista.

Balancear el primer año de gestión macrista requeriría demasiado espacio por la cantidad de hechos políticos con implicancias directas en la población han sido múltiples. Sin embargo el ejercicio se impone y el desafío consiste en apostar a identificar una variable que pueda sintetizar los múltiples pliegos de la política y la economía nacional durante el año que pasó.

En ese marco, uno de los puntos centrales fue la pérdida de poder adquisitivo de la clase media, media baja de la Argentina ante un modelo económico que dejo de apostar al mercado interno para priorizar las exportaciones de materia prima, la de recursos naturales y el desarrollo de los negocios financieros que de por sí, requieren en conjunto menos manos de obra que un modelo basado en la industria y el consumo interno.

Esa desatención económica para los sectores medios, tuvo también su correlato político. Y es que una mirada de conjunto muestra que el gobierno nacional favoreció a los sectores exportadores con ventajas fiscales y monetarias enormes; pero que también busco contener a los sectores más vulnerables de la sociedad manteniendo las políticas sociales que permiten mal sobrevivir a franjas de la población que siempre debieron adecuarse a lo peor: desocupados, jubilados, indigentes.

En el medio quedo la amplia franja que antes se benefició con el auge del mercado y el consumo interno y ahora sufre las consecuencias de la falta de incentivo a esas variables. Hablamos del trabajador que perdió su lugar en el aparato productivo por la caída de la actividad industrial, el trabajador autónomo que podía sumar a sus ingresos en blanco otras sumas que provenían del trabajo de oficios, los comerciantes, los taxistas, los pequeños empresarios turísticos, de la gastronomía, del entretenimientos y tantos etcéteras a los que la baja de la actividad económica los golpeó duramente o porque dejó de trabajar o porque la pérdida del poder adquisitivo de los argentinos mermó el circulante de dinero en la propia calle.

Hacia ese sector también partieron en algún momento de este año agravios explícitos por parte de funcionarios del actual gobierno. Porque sabiendo ellos de que su modelo de economía nacional atenta contra el consumo de esos sectores, obligó a varios macristas durante el primer semestre a explicitar con brutalidad la idea de que el populacho debe desacostumbrase a consumir lo que hasta ahora venía consumiendo.

He allí el gorilaje siglo XXI: la convicción de algunos de que los sectores bajos y medios bajos no pueden pretender comprar, vacacionar, exhibir y desear lo que las clases acomodadas compran, vacacionan, exhiben y desean por derecho que en boca de ellos es casi natural.

La reacción de los golpeados por esa economía ya puede vislumbrarse con un recorrido por las noticias de orden estrictamente financiero: han repuntado los préstamos personales, se han incremento las compras de artículos de primera necesidad con tarjetas de créditos y también las gestiones para acceder a tarjetas de poca monta que dan respuesta a lo urgente.

Así las cosas, esos sectores del país marchan como Macri en la nación y Urtubey en la provincia: tratando de resolver lo inmediato con préstamos que al estar destinados s solventar los gastos corrientes sólo representan para las familias, el país y la provincia una burbuja que alguna vez, como tantas otras veces, debe estallar, aunque todos simulen la sorpresa típica de la primera vez.