Juan Sánchez trabaja en Cerámica Alberdi y vive en Floresta. Nos cuenta su experiencia de cómo es vivir en el barrio donde residen cientos de trabajadores, abundan las adicciones, hay suicidios y casi todo falta por hacer. (Stephanie Tiemersma)

Floresta está ubicada sobre la serranía Este de la capital. Allí vive Juan Sánchez quien  tiene 37 años, una esposa, tres hijos y trabaja en Cerámica Alberdi para poder mantener a su familia. También tiene cuatro hermanos y está en contacto con su madre que trabaja de modista y vive en el mismo lugar.

En este sitio, un día de semana temprano, uno ve salir al recolector de basura, al panadero que va a repartir mercadería a los almacenes y mucha gente que trabaja en la construcción o de forma independiente: zapateros, electricistas. “Mi mama es modista, toda su vida cosió ropa, hace un año recién que dejó de coser y esta acá en casa. Hizo estudiar a mis hermanos con eso. Yo no estudié porque no quise, estaba en otra cosa”.

En Floresta también abunda la droga y es uno de los flagelos para la juventud del lugar. Es la razón por excelencia por la que chicos sumergidos en las adicciones salen a robar incluso a gente del mismo barrio. Pero la adicción también tiene otra cara, es la que genera suicidios de consumidores de todas las edades. “Acá todo el mundo sabe quién vende, son familias enteras” afirma con seguridad Juan. También nos cuenta que antes los chicos jugaban mucho al fútbol pero después se metieron en la droga y dejaron todo.

En ese marco, nos habla de un proyecto que tiene para limpiar la que era una de las canchas de la barriada ubicada cerca de su casa: “Nosotros con mi hermano hace unos años macheteamos para limpiar la cancha”, nos comenta.

Otro proyecto que tiene es el de hacer un lugar donde se pueda enseñar folclore e incluso se proyectar películas. “El barrio tiene que organizarse porque si vamos a esperar ayuda de los políticos no vamos a conseguir nada” dice con firmeza y afirma que hay voluntad de parte del barrio pero al tener tantos problemas económicos no pueden concretar los planes que tienen en mente.

Así no se puede progresar

“Ahora todos los pibes están en cana, pero ahí es igual que acá. Yo me acuerdo que cuando no conseguía droga en el barrio iba a fumar por el penal porque ahí sí se conseguía” Esto es algo que todo el mundo sabe, basta con citar el ejemplo de hace pocos días del agente penitenciario que traficaba droga en el Penal de Villa Urquiza, cuyo modus operandi era encargarles a los internos el ingreso de los diversos estupefacientes, dándole protección para que el personal penitenciario no los requisara y, una vez adentro, hacerse cargo de la comercialización. Esto contrasta de forma absoluta con los dudosos dichos del director de Institutos Penales, Guillermo Snaider, quien aseguró que no más del 20% de los presos que ingresan padecen adicciones. “El sistema carcelario no reforma a los chicos porque ahí corre la droga” concluyó Sánchez.

Un difícil camino que recorrer

Otra cuestión del barrio son las calles, hace cuatro años que no se pasa una máquina para emparejar, son todas calles de tierra con abundantes baches que dificultan el viaje de la gente a su trabajo, llevar carritos de mercadería o trasladar a personas que están en silla de ruedas. Todo esto sumado a que el barrio entero es un camino de subida por está ubicado sobre los cerros: “Acá no tenemos oportunidad ni de despejarnos ¿Qué pasa si yo quiero enseñarle a mi hijo a andar en bici? Lo tengo que llevar a otro lugar”.

La municipalidad informó el 3 de abril que se dio inicio a las obras de infraestructura en este barrio. Sería una urbanización integral con desagües pluviales, conexiones domiciliarias de red cloacal, cordón cuneta, canalización, alcantarillas y badenes, pavimentación y veredas. Aún no se ve el más mínimo progreso respecto a este supuesto proyecto. “Los vecinos de acá en frente se organizaron para hacer una especie de sistema de cloacas, pero fue gente de acá. A este lugar vinieron un montón de políticos. En un tiempo te daban una chapa de cartón, comida o hacían un locro para la gente y nada más”. No hay una sola plaza en el lugar, canastos de basura, ni algo que indique que este sitio es un barrio con las ventajas de aquellos ubicados en el corazón de la ciudad.

“Nos dicen que si no figuramos en el catastro no pueden hacer la obra pública”. En la página del gobierno de la ciudad de Salta figura que para efectuar una obra es necesario contar con la correspondiente Documentación Técnica Aprobada. El legajo técnico se inicia con el Visado de Planos de Arquitectura, con el objeto de verificar el cumplimiento de la normativa urbanística vigente. Sin embargo, este plano no autoriza el inicio de la obra. Así, nos encontramos de nuevo con la burocracia en pos de una desmejora en los barrios carenciados de la Ciudad de Salta.

Como reflexión final este miembro de la comunidad de Floresta afirma que la forma más productiva de hacer que el barrio crezca es a través de la cooperación y de la implementación de la cultura del trabajo pues te cambia la vida.

No les queda más opción que organizarse entre ellos porque el gobierno no parece hacer nada para ayudarlos y ya se cansaron de pedir que lo hagan. “Yo ya me cansé, no quiero su ayuda. Hay que organizarse entre nosotros” finaliza Juan.