La comediante y productora salteña, que dirige la factoría Salta Stand Up, habla sobre el proceso creativo de sus shows y adelanta una nueva visita a la ciudad de Tartagal a fines de agosto.

POR MARIO FLORES

¿Cómo podría resumirse la actualidad del género humorístico en Salta y cómo crees que aporta al ámbito cultural en los contextos de hoy?

El género humorístico salteño es amplio, yo podría referirme particularmente al del stand up en Salta. Durante un buen tiempo fui la única exponente del stand up en Salta, y hoy tengo el gusto de decir que contribuí a la formación de la siguiente generación de comediantes, que estoy intentando mostrar nuestro trabajo en otros municipios y provincias y buscando talentos fuera de Salta capital. Aprender a hacer stand up es desarrollar una nueva manera de ver y contar el mundo, y eso en lo individual creo que es un hallazgo enorme. Poder reírse y hacer reír con distintos niveles de drama, ya sea personales o colectivos, es muy necesario para visibilizar lo incómodo o lo doloroso, para que no pase desapercibido, para transformarlo, desdramatizarlo, denunciarlo, cuestionarlo o ridiculizarlo. Capaz solo estoy hablando por mí, pero honestamente no imagino una persona o sociedad que no necesite desesperadamente hacer todo eso con su vida, su mundo interior y su historia.

Al presentar un espectáculo en diferentes municipios, ¿cuáles son las principales dificultades que se enfrentan? ¿Cómo se trabajan los distintos códigos y distintos públicos?

La principal dificultad es, obviamente, económica. No es sencillo mover cuatro o cinco personas a otro municipio, uno o dos días. Otro desafío es que no nos conocen como aquí, así que lo primero que necesitamos es la colaboración de los medios y el nexo de la Secretaría de Cultura de la provincia, y de las diferentes intendencias o Direcciones de Cultura de los municipios para la convocatoria. Siempre digo que en Salta, en el bar de siempre o en los teatros donde jugamos de locales, sabemos lo que hacemos. Pero cuando vamos a otros municipios, vamos a aprender. Es un público nuevo, al que vamos a conocer, que nos verá por primera vez, al que tenemos que conquistar. Es como una primera cita. No pasará mucho tiempo antes de saber si hay onda o no. Se requiere estar concentrado en lo nuestro, pero a la vez leer lo que está pasando en ese instante para determinar si es necesario cambiar la jugada sobre la marcha. De antemano cambiamos las referencias que solamente funcionarían en Capital, y a veces averiguamos cosas del lugar que podemos usar para la comedia. El público siempre aprecia eso y nos hace felices que funcione.

En diversas oportunidades dictás un workshop introductorio gratuito antes del espectáculo, ¿cuáles son las expectativas o dudas generales de aquellos que participan en estos espacios?

Lo primero que hacemos es derribar la idea de que el stand up es contar chistes sueltos, o pararse ahí a contar anécdotas. Hay una tradición humorística en las provincias y en el interior de las mismas, una forma de ser graciosos en cada región. Pero el stand up propone una estructura que a los ojos del espectador está disimulada pero que es necesaria para escribir comedia. Muchos quieren subirse porque les gusta hablar, pero a ser comediante de stand up se llega si también te gusta escribir. Otros preguntan si hay que ser gracioso para subirse al escenario. Lo cierto es que no es necesario “ser” naturalmente gracioso a cada momento, sino seguir determinadas convenciones para poder escribir un texto humorístico y poder luego trabajar esa interpretación para que suene lo más natural posible.

Sobre el tema de los rituales previos, ¿cómo te preparás para cada performance? ¿Existe alguna expectativa pensada de cada función?

Fundamental: dormir siesta. Para hacer reír, aparte de tener resuelto y ensayado el texto, es necesario llegar con un estado óptimo en la mente y en el cuerpo, así que trato de estar descansada. Si la función es solo mía (por ejemplo, cuando presento mi unipersonal) esa tarde trato de no tener otra cosa más para hacer, y si no fuera posible eso, la última hora la dedico a estar un rato tranquila para centrarme. De cada función espero yo estar en condiciones de divertirme y disfrutar, estar lo más presente posible. Si eso pasa, será una gran función. En los shows que hago con mis comediantes de Salta Stand Up es distinto, porque soy su productora, entonces aparte de mi texto y mis nervios, estoy pendiente de luces, sonido, venta de entradas, conteniendo comediantes con crisis existenciales de último minuto, o emparejando el maquillaje de una comediante que se maquilló un ojo más grande que el otro. Ese día me toca cuidar todo para que ellos se luzcan y la pasen bien. Soy muy disciplinada antes de subirme al escenario y les enseñé eso a los chicos, así que una hora antes de que arranque la función, estamos todos concentrados y conectados con lo que está pasando y no hay espacio para nada más. Y cuando estamos en el escenario, nada importa más que la historia que estamos contando.

¿Cómo se equilibra la producción escénica -en vivo- con el generar contenido audiovisual para redes sociales o haciendo videos de publicidad? ¿A dónde más se puede llevar el humor?

El humor se puede llevar a cualquier formato una vez que aprendes cómo funciona. Hacer stand up y saber construir remates da un timming que, en lo personal, uso en redes sociales, radio, y que en su momento aproveché de hacer en la tele y medios gráficos. El formato de redes sociales requiere preparaciones más cortas y con un buen laburo de edición podés captar la atención en segundos, pero competís con un montón de reels e historias que el usuario scrollea mientras está sentado en el baño. El cómico que es creador de contenidos puede hacer mil veces una toma o decir un remate hasta que sale perfecto. Tiene la lógica de una selfie: te sacás 20 fotos y sólo subís aquella en la que saliste bomba. El teatro se parece más a un video que hizo tu vieja sin avisarte que te estaba filmando. En el teatro no podés editar los silencios y el ritmo depende de lo ágil que seas. Se va a notar si te trabás, si estás lento, si no estás cómodo. Tenés la atención total del público que solo te está mirando a vos. Estás dentro de un teatro y a la vez dentro de tu cabeza, y tenés que llevarlos con vos ahí, a la historia que estás contando y lograr que vean lo que vos, sin más artificios que tus palabras y tu cuerpo.

Parece ser esta una era de lecturas emocionales y morales, ¿existe un límite a la hora de ejercer el humor como expresión creativa?

Los límites son la decencia, ética, y escrúpulos de cada uno. La línea no está dibujada para todos en el mismo lugar. Es más, el límite que tenemos ahora capaz lo pensamos y está en otro lado el año que viene. No se trata de qué hablamos o con quién nos metemos cuando hacemos reír, se trata de que por lo menos seamos conscientes de lo que estamos haciendo. Que seamos conscientes del impacto que generamos y estemos dispuestos a defender lo que hacemos porque realmente lo pensamos así. Sé un sorete si querés, pero por lo menos hacete cargo de que sos así abajo del escenario también. No uses la excusa del humor para lastimar o destrozar y después esconderte detrás de la máscara de comediante.

¿Cuáles serán las próximas producciones que estarás encarando?

Todos los fines de semana estamos en Bruto, el bar de siempre, y sino nuestras próximas funciones en teatros son: el 9 de agosto, en el SUM de la Usina Cultural. El 16 de agosto, en el Centro Cultural América (con mi unipersonal titulado “Consciencia Cómica“) y el 23 de agosto, en el Centro Cultural de Tartagal (Salta Stand Up, 4 comediantes).