Por Karla Lobos
Era la mañana del 16 de junio de 1956, cuando ocho jóvenes empezaron su aventura.
Su objetivo era rendir un sentido homenaje a ese Héroe, casi anónimo, que la historia nacional había ninguneado por 135 años, hasta ese momento. Pero no bastaba con ir al Monumento o poner unas flores en su tumba. Como buenos montañistas, que eran los ocho, querían estar allí y revivir sus últimos momentos. Sentir la energía mística que rodeaba ese lugar al que nadie iba, la Cañada de la Horqueta. Dicen los que saben que el General murió pasada la medianoche y a esa hora querían estar allí. En el mismo lugar, con la misma temperatura y con el mismo ánimo que seguramente tuvieron los gauchos cuando lo vieron partir.
Si bien no existe documentación fehaciente respecto al lugar donde Martín Miguel de Guemes agonizó durante nueve días, falleciendo al décimo. La afirmación se basa en los dichos de José Nina, nieto de José Nina que fue peón de Martín Miguel y estuvo presente en el momento de su paso a la inmortalidad.
En 1911, llegó a oídos de la gente del Museo Histórico Nacional esta versión y su responsable encomendó al artista plástico Aristenes Papi, situar y hacer el bosquejo del lugar. El artista llegó a Salta y fue a buscar a José Nina que lo llevó a la Cañada de la Horqueta, pertenecía a la Finca Los Noques. Y mientras le mostraba el lugar, le contaba: «El abuelo decía que el General, herido en la noche del 7 de junio, vino de la ciudad por Las Higuerillas y desviándose del camino entró en la Cañada del Tala para terminar en la Cañada de la Horqueta. Allí la herida no lo dejó seguir. Fue descendido de su cabalgadura y depositado al pie de ese árbol, donde le improvisaron un lecho donde murió».
Veinte años después, el 13 de febrero de 1932, llegaron al lugar el General Gregorio Vélez, el Coronel Ernesto Day y Martín Cornejo, traídos por Aristenes Papi y guiados nuevamente por José Nina. Labraron un acta en la que dejaron establecido este sitio como el verdadero lugar de muerte del General Martín Miguel de Guemes.
Dos años más tarde, el 17 de junio de 1934, el entonces gobernador de Salta, Avelino Aráoz, dejó inaugurado el monolito que cubría el añoso árbol que fue el lecho de muerte del Caudillo del Norte. Pero nada de esto sirvió para dar vida a este solitario lugar.
Es por eso que estos montañistas, admiradores agradecidos de las hazañas de Güemes, quisieron brindarle un homenaje distinto, aquel 17 de junio de 1956.
Esa mañana, Ramón Cortez, Miguel Salom, Farat Salim, Pablo García, Mateo Manuguerra, Ruben Fortuny y José Fadel, partieron en un camión cedido por la Dirección de Viviendas. Tomaron el camino al pie del cerro Independencia, paralelo al río Arias y diez kilómetros más tarde estaban en La Pedrera. El lugar se llama así porque es la puerta de entrada a una vieja cantera. El camino se abrió y se dividió en dos. Por un lado, sigue al sur, paralelo al río. Por el otro, al este, comienza el ascenso por la sierra. Como era de suponer, los montañistas eligieron la sierra. Se trataba del viejo camino a Tucuman y antes fue el camino de herradura que permitía la unión entre el Valle de Lerma y Metán y Rosario de la Frontera. Entre lomadas ondulantes, cañadas secas y pequeños barrancos empezaba el descenso hasta el valle. En el fondo se podían ver un arroyo, árboles, casas y diminutas parcelas cultivadas y una capilla. Ese paraje se llama La Quesera.
En otro tiempo, este lugar sirvió de invernación del ganado, puesto de avanzada de las guerrillas güemesianas y punto de reunión de los chasquis que acortaba distancias. Era un centro activo del gauchaje.
Para el mediodía el paisaje cambió. El camino descendía casi sin curvas. La vegetación era más limpia y blanda, terrenos alambrados, campos sembrados y amplios corrales decían que estaban en la finca de La Cruz. Esta finca pertenecía a un pariente de la madre de Güemes y fue utilizada, como todas las propiedades de su familia, para mantener a la caballadas y haciendas del Estado que servían para la guerra. Está a pocos kilómetros de El Chamical, donde el General tenía su cuartel.
A partir de ahí, quedaban nueve kilómetros a pie para llegar al lugar. «A la salida de un pedregal, donde el arroyo de La Cruz dobla hacia el norte, nos dimos súbitamente con un terreno plano, cubierto de un espeso yuyaral donde aparecía la figura borrosa del monolito», narraba José Fadel.
Juntaron leña porque ya se hacía la noche y encendieron un fogón. Se dividieron en parejas que hacían guardia durante una hora de pie frente al monolito. Para darle realismo a esta guardia bajo las estrellas improvisaron unas lanzas con palos largos y un puñal atado en la punta. «La noche esta oscura, callada y el frío quema. Solamente un cielo limpio y estrellado contempla con grandes ojos la guardia. Mirando ese cielo de pronto se nos ocurre un nombre para nuestro acto: Guardia bajo las estrellas, sobre la propia tierra que vio consumirse la vida del Héroe».
En la imaginación de estos hombres se escuchaba el galope de la caballería y los gritos de guerra. Nadie durmió esa noche. Al amanecer buscaron flores e improvisaron una ofrenda que Ramón Cortez y Ruben Fortuny depositaron al pie del monolito. Cantaron el Himno y Miguel Salom dijo unas palabras: «Aquí bajo el mismo cielo, cerca de estos árboles, en una mañana de angustia y desazón murió el jefe de los gauchos. Sus hombres, los hacedores de nuestra gesta, con el corazón anegado de amargura, presenciaron lo irremediable. Seguro estoy que todos nosotros estamos embargados, en este amanecer, de una conmovida vivencia. Hemos cumplido una misión irrenunciable».
En 1958, Miguel Salom, siendo Director del Archivo Histórico de la Provincia, encontró un documento de 1822 que confirma el lugar de muerte del General, que dice así:
«Conste por esto ser verdad que Sebastián Silbera auxilió con una res gorda al señor General Don Martín Guemes, hallandose herido en el lugar de la Orqueta, donde murió y para que el interesado pueda cobrar su importe, le doy el presente en Salta, mayo de 1822. Por el Capitán Don Juan Hipólito Rivadeneira por no saber firmar, Juan Manuel Quiróz»
Es así que desde hace 68 años, la Comisión Permanente de Homenaje al General Güemes -Guardia Bajo las Estrellas – y el Club Amigos de la Montaña mantienen este homenaje para el único General argentino muerto en acción de guerra, Martín Miguel de Guemes.