El Movimiento Feminista de Tango (MFT) dará a conocer el Protocolo para Milongas, que «lejos de ser un documento rígido y punitivo» se propone como herramienta de «recomendaciones a seguir en pos de la transformación».


El protocolo apunta a que «todas las personas puedan invitar a bailar y llegar a un tango donde haya un diálogo entre las dos partes», expresaron en diálogo con Télam, Ana Zeliz, Mónica Ogando, Natalia Giacchino, Soraya Rizzardini González y Natalia Terán, gestoras del proyecto e integrantes del MFT.

En ese sentido, desde el movimiento manifestaron que la idea surgió a partir de trabajar una serie de «incomodidades que se viven en los espacios de tango», y cuyo tema recurrente se relaciona con «la violencia simbólica y la violencia física».

– ¿Cuáles son para el movimiento las incomodidades y la violencia que se viven en la milonga?

–  La violencia puede ser desde tener que estar en pose por mucho tiempo para ver si alguien te saca a bailar hasta malos tratos y violencia física, hay gente a la que le pegaron. Es un abanico muy grande de violencias. La tradición milonguera indica que «vos te sentás con cara de linda, cruzás las patitas y te pones en pose para que alguien te saque a bailar».

– ¿Esto se traslada al baile en sí?

– Sí. Cuando hablamos de incomodidades hablamos de las que surgen en el marco de la milonga, del baile, de que te aprieten mucho, que te abracen de determinada manera o que te toquen una parte del cuerpo que no deben tocar. El hombre marca lo que la mujer hace, dónde pone el peso, si hace o no un boleo, si avanza o retrocede.

– ¿En qué medidas este protocolo transforma la identidad y cultura de la milonga?

– Sería muy aventurado afirmar que transformará una realidad, pero surge en el marco de cambios y transformaciones que ya se están dando en la sociedad y también en el tango. Es una herramienta que puede servir para hacer conciencia sobre temas de violencia que fueron naturalizados como parte de la tradición milonguera. Todo dependerá de si será aplicada por organizadores y responsables de esos espacios. Sabemos que no será una tarea fácil ya que existen muchos organizadores de milongas que «en nombre de la tradición» se resisten a admitir que estas prácticas son violencias patriarcales.

– ¿Qué nuevas normas propone el protocolo?

– Está concebido desde una perspectiva feminista y lejos de ser un documento rígido y punitivo, este protocolo debe entenderse como una guía de acciones a seguir en pos de la transformación que anhelamos, como un testimonio vivo sujeto a constante revisión y autocrítica.