Ambos son hijos del “Gringo” Menna, hombre de confianza de Roberto Santucho en los 70. «Acá hay una familia incondicional con ganas de abrazarte», dijo a LA NACION Ramiro el día que se anunció la recuperación de su hermano.
«Acá hay una familia incondicional con ganas de abrazarte», dijo Ramiro Menna en la conferencia de prensa en Abuelas de Plaza de Mayo el día en que se anunció oficialmente que su familia encontró a su hermano, ambos hijos de desaparecidos.
Ramiro tenía dos años cuando sus papás biológicos -Ana María Lanzillotto y Domingo «El Gringo» Menna- fueron secuestrados el 19 de julio de 1976 y llevados a Campo de Mayo. En ese entonces, se fue a vivir con Quela -la hermana de su mamá- y su marido Oscar Gaggiotti quienes lo criaron en su casa en La Rioja «con mucho amor y siempre con la verdad».
Cuando cumplió 12 años, con el asesoramiento de los psicólogos de Abuelas de Plaza de Mayo, su familia le contó quiénes eran sus papás biológicos: Ramiro era hijo de dos militantes del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) y del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) que habían «desaparecido» producto de la dictadura cívico militar.
En el anuncio, que se hizo en la sede oficial de Abuelas de Plaza de Mayo, participaron también la tía del nieto 121, Alba Lanzillotto, y la presidenta de la institución, Estela De Carlotto. Foto: EFE / David Fernández
«Antes, yo no podía procesar todo eso, es la cabeza de uno la que se defiende y lo esconde. No me acuerdo mucho de mis papás biológicos; hasta los 12 años pensaba que mis tíos eran mis papás. Tengo dos madres, dos padres y, además de mi hermano biológico, a los primos con los que me crié los considero mis hermanos también», afirmó Ramiro.
Conocer qué había pasado con su familia encendió en él múltiples distintos cuestionamientos y fue una de esas preguntas la que lo llevó a abrir una puerta hacia una nueva búsqueda. «Hasta ese entonces era una historia cerrada, en pasado, pero esta noticia implicaba una búsqueda, una vida que podía estar dando vueltas. Esto era presente puro». Él se sumaba a la búsqueda de su hermano.
«Sabés que está ahí, que está viviendo, latiendo y que no sabe su identidad. Ese es el dramatismo de la situación», agregó Ramiro, quien supo de la existencia de su hermano a sus 16 años y, con el tiempo, fue tomando consciencia y adueñándose más de su verdad. Cerca de los 17 años se sacó sangre por primera vez con el sueño de encontrarlo.
Ramiro incluso viajó a Paraguay en el ’99 persiguiendo la hipótesis de que Carolina, la hija «adoptiva» del ex militar médico Norberto Bianco y su mujer Susana, podía ser su hermana. En esa oportunidad, como en otras a lo largo de su búsqueda, tuvo que enfrentarse con un examen de ADN negativo.
Este lunes su lucha tuvo recompensa y pudo encontrar a su hermano. «Yo me pongo en su lugar. Tengo unas ganas tremendas de estar con él pero me digo ‘tranquilo, él sabrá’. Soñamos que sea hoy pero si es más tarde, esperaremos. Será cuando él pueda, hay que respetar mucho eso», dijo a LA NACION en su intento por buscar serenidad entre tanta emoción.
En la entrevista, Ramiro sonrió al contar que su hermano es pelado y con barba como él. Se reía con las coincidencias, pero dijo que respeta también las posibles diferencias, consciente de que el nieto recuperado número 121 vivió 40 años sin conocer su historia. «Ojalá en algún momento mi hermano pueda ver a mis papás con el orgullo que los veo yo, sueño que conozca a sus viejos y su historia y se enamore de eso; pero es un hombre libre y lo vamos a amar incondicionalmente. No le pedimos carnet de nada».
Frente a la pregunta de LA NACION, sostuvo que «la identidad es dialéctica» y se rige por dos polos: por un lado, algo heredado que ya está determinado; y por el otro, lo que uno hace y las decisiones que toma frente a lo que la realidad propone. «Sos lo que heredaste de tu familia, pero también lo que hacés. A mi hermano le están devolviendo la parte biológica, su ADN», destacó el riojano.
«Cada cosa que me entero de mi viejo, es un orgullo para mí. Fui conociendo amigos militantes de mis papás y cuando supe quienes eran, además de encontrarme con una mamá y un papá, me encontré con compañeros porque compartimos la comunión en los ideales y en las convicciones y la búsqueda de una patria más justa e igualitaria». Él lleva la militancia en la sangre y hoy plasma esa herencia familiar en el Frente Riojano de Organización Popular (FROP).
Remiro, incluso, lo vive como un triunfo público, una victoria de todos. Para él con cada nieto que aparece «es nuestra patria la que reconstruye su tejido social que se va rehaciendo de las cenizas y de una siembra de muerte que fue la dictadura».
Fuente: La Nación