El poeta, nacido en Rosario de la Frontera, acaba de publicar Punta del Este. En esos versos, despojados y llenos de silencios significativos, Páez muestra una vez más su capacidad de transformarse.

Lucas Sorrentino

 

Si el poeta Juan Paez fuera un X-Men, su súper poder consistiría en una capacidad de mutar, reconfigurando su escritura, según los espacios y los momentos de su vida. No hay que confundir este súper poder con el de Mystique, la camaleónica mutante capaz de hacerse pasar por otros (imitar estilos ajenos no es tan difícil cuando se tiene algo de talento); porque lo que hace Páez es más complejo: el poeta asimila la experiencia y lo transforma Incluso, como hemos visto en «Marica, ésta es mi Colombia», se incorporan fotografías que dialogan con la palabra.
Su nuevo libro es Punta del Este y hay algo del mar atrapado en esas páginas. Versos despojados, repletos de silencios significativos.
El libro llegó a librerías de Salta (Librería Rayuela, por ejemplo) y esa ha sido la excusa para esta entrevista.

P: ¿Cuál es la relación entre tu escritura y los viajes? Yo siento que viajar te inspira a escribir y que además te influye: hay un tratamiento distinto de la palabra según esa experiencia en el lugar.

JP: Viajar me aleja de las exigencias y de las obsesiones. Podría decir que logra el mismo efecto que la escritura. Además, encuentro un diálogo recurrente entre los viajes y el extrañamiento porque cuando era chico, y viajábamos de noche, perdía el sentido de la ubicación y eso era algo maravilloso.
Esa sensación de saberme desorientado, a la deriva y en constante desplazamiento, hizo que descubriera, a través de la escritura, un sitio donde las interrogantes ocupan el centro de la escena. Para mí, la creatividad es una estrategia de supervivencia. Es el espacio propicio donde desmontar el sentido de lo convencional.
La palabra crea una experiencia distinta sin importar el destino. Me gusta vivir en esa gran ciudad a la que llamo Imaginación. Cuando era chico, para recordar los lugares que visitábamos, sabía bautizarlos empleando nombres de las personas que conocía. Así, por ejemplo, Tucumán pasó a ser Mi Tío Jorge y Salta, Mi Tía Margo. En mi caso, los viajes y las mudanzas vienen desde siempre.

P: Los poemas de “Punta del Este” no tienen más de tres versos, son poemas cortos. ¿Cómo llegaste a esta expresión? Es nueva en tu poesía.

JP: Llegué casi por descuido. En 2018 pasé una estadía en Punta del Este, Uruguay, y fue una experiencia muy linda porque, como señalás, me permitió explorar otra forma escrituraria. Supongo que esa expresión tiene que ver con el despojo visual. Viajé con lo justo y necesario, pues la prioridad era la creación y ello, de alguna manera, quedó reflejada en el libro.
“Punta del Este” es un espacio aireado y libre de algunas tradiciones. La intención inicial fue trabajar en un volumen de fotografías, pero se me terminó yendo a la poesía. Por eso, quizás, como señala Daniel Ocaranza en una reseña que escribió para El Ganso Negro, tiene mucho de álbum fotográfico. Cuando leí el prólogo de Cecilia Bajour, donde destaca esa “luminosidad casi cinematográfica”, descubrí que el poemario bien podría ser un film. Me gusta que el libro pueda leerse desde diferentes lenguajes.
La ciudad de Punta del Este no es un destino habitual para los y las escritoras argentinas: en mi caso, nací en Salta, viví en Jujuy y ahora estoy en Formosa. Supongo que todas esas geografías me permitieron explorar el espacio en blanco, jugar con esa materia significante y desajustar algunos corsés que el libro, en tanto objeto de la cultura, posee. Así, le quité los números de páginas, el índice y los nombres a los poemas. Lo dejé respirar.


Fotografías, gentileza Gustavo Cajal.

P:¿Cómo se relaciona Punta del Este con los haykus? ¿Leés haikús?

JP: Sabía leerlos pero allá y hace tiempo. “Punta del Este” no es un libro de haikús. Tal vez se relaciona con ellos por las evocaciones a la naturaleza y esas estructuras minimalistas, sin embargo, la forma poética a la que te referís tiene sus propias reglas compositivas y no fue mi intención explorarlas. En “Punta del Este” hay otros elementos que sí quise trabajar, por ejemplo, el movimiento ondulatorio de los versos para que los sentidos del espacio en blanco se expandan.
Mientras escribía “Punta del Este”, tomé algunas referencias que me ayudaron a pensar estos poemas en miniatura. Por un lado, los antiguos libros de infancia que sabían traer una personita o un animalito en uno de los vértices de las páginas y que, al pasarlas con rapidez, estos se movían. Por el otro, están los poemarios “Los treinta y tres nombres de Dios” de Marguerite Yourcenar y “Trece maneras de mirar un mirlo” de Wallace Stevens donde la condensación poética es increíble.
Finalmente, en cuanto a la edición del libro, para darle una impronta personal, trabajamos las letras en un color azul específico. Fue una verdadera apuesta poética y editorial. Estoy muy agradecido con el Municipio de Punta del Este, ya que sin su auspicio la publicación hubiera sido imposible.

P: Se podría pensar que lo importante de un poema es lo que se dice, pero en estos poemas los silencios y lo no dicho tiene un gran peso. ¿Qué valor le das a eso que se calla en el poema?

JP: El silencio es una puerta de entrada al poema. También un elemento potenciador. Como lector, la poesía que más disfruto es aquella que, justamente, se mueve desde lo sugerido, desde eso que calla diciendo. En estos poemas, que se mueven siguiendo la danza del mar, el trabajo con el silencio fue fundamental. Existen varias formas para decir el silencio, el más efectivo es nombrarlo sin decirlo. En este sentido, el poema 12. que integra “Los treinta y tres nombres de Dios” de Marguerite Yourcenar constituyó la piedra angular.

P: ¿Qué se viene después de “Punta del Este”?

JP: Ahora trabajo en un libro que reúne notas sobre cine, moda y literatura; las escribí a lo largo de 10 años para diferentes medios de comunicación. En 2021, me diplomé en Periodismo Digital en Tea & Deportea (Buenos Aires) y durante ese trayecto de formación, los aprendizajes adquiridos me permitieron sistematizar esta escritura que articuló tantos puentes. También tengo una propuesta para escribir sobre un viaje que realicé, hace algunos años, por las playas del sur de Brasil.