El escritor, nacido en Rosario de la Frontera, publica La noche no deja de venir, un artefacto narrativo difícil de clasificar, como casi todo lo que escribe. “Trabajar en este libro fue como entrar a la casa que abandonás para levantar tus últimas pertenencias”, dice en esta entrevista.
Juan Paez (Rosario de la Frontera, Salta, 1984) es muchas cosas al mismo tiempo: escritor, docente, investigador, un licenciado en Letras que se graduó en la Universidad Nacional de Jujuy pero que, en realidad, nunca dejó de estudiar. Fue becario del Consejo Interuniversitario Nacional y de la Fundación Mempo Giardinelli, dos etiquetas que brillan en su currículum pero que, sospechamos, no logran encapsular del todo la inquietud de un hombre que convierte el lenguaje en un campo de exploración inagotable.
La excusa para esta entrevista es la publicación de su nuevo libro La noche no deja de venir, un artefacto narrativo difícil de clasificar, como casi todo lo que escribe Páez.
- El título del libro, La noche no deja de venir, tiene una carga poética y evocadora. ¿Cómo surgió y qué significado tiene en el contexto del libro?
Todo libro es, a la vez, propio y ajeno; de allí tal vez ese carácter evocador que mencionás. En cuanto al título de la obra, en el campo literario, la noche cuenta con su propia tradición. Constituye uno de los tópicos predilectos de la literatura y su presencia en el ámbito de la poesía es casi ineludible. Sin embargo, en este libro, la voz que cuenta los hechos encuentra en ella a su interlocutora predilecta. La noche se convierte así en una voz que adquiere presencia. Observa y atestigua. En su aparente mudez, la noche alberga una multiplicidad de voces y tonos. Es una verdadera caja de resonancia donde todo lo que golpea se deshace en ecos. Si la noche es una voz, también es inevitable considerarla un personaje.
- No sé cómo catalogar el libro. Y también me siento mal por tener la necesidad de encasillarlo en un género específico. ¿Diario?
Supongo que es bueno que un libro escape a las clasificaciones. Algunas de mis producciones anteriores ya siguen esta deriva. En este caso, como lo advierte Guillermo Siles en el prólogo, La noche no deja de venir es un registro que almacena lugares, tiempos y personas. Registrar, en este sentido, es recordar. Y en el orden que impone la escritura, las imágenes avivaron esas viejas rencillas que surgen entre el día y la noche, el pasado y el presente, y la memoria y el olvido, trazando así más continuidades que rupturas. Me gusta que el libro no quede anclado en un género específico, esto es, que pueda pasar de un lugar a otro, porque evita que yo mismo me encasille. No hay libertad más grande que la creación. En todo proceso creativo, que es también ese huir, lo onírico y lo poético logran que el lenguaje se vuelva todos los lenguajes en uno.
- ¿Cuál fue la inspiración principal para escribir este libro? ¿Hubo algún evento personal o externo que te impulsara?
Los mapas que utilicé para la escritura de este libro ahora me resultan irreconocibles. Es la primera vez que exploro un tipo de escritura que implica un aliento más prolongado. Fue todo un desafío porque los textos pueden funcionar de manera aislada pero también se fusionan en un todo. En cuanto a su origen, lo asocio a las mudanzas. Trabajar en él fue como entrar a la casa que abandonás para levantar tus últimas pertenencias. Necesitaba, sí, cerrar la adolescencia, que es una etapa que la tengo muy asociada a mis días en Jujuy, y no encontré una mejor manera de hacerlo que escribiéndole un libro. La escritura logra acompañarte sin importar dónde estés. Porque escribir no es otra cosa que hacerse compañía. La escritura nos enseña y nos obliga a estar solos. De la mano de la escritura es posible atravesar cuestiones personales que son obviamente compartidas. Sean textos de ficción o no, escribir es siempre lo mismo, un núcleo de obsesiones.
- ¿Una escritura fragmentada? ¿Cómo describirías tu proceso de escritura para este libro? ¿Tuviste algún ritual o rutina que te ayudara a avanzar?
Cuando dejé de viajar por un tiempo, el proyecto terminó de cuajar. Evidentemente, tener que ir o volver, en un momento, me dejó exhausto. Partir o llegar ya me resultaba agotador. No obstante, cuando tuve que volver a hacerlo, me llevé un puñado de notas y en el trayecto del viaje, la noche comenzó a dictarme las primeras palabras. Fue como balbucear. Pronunciaba las palabras, hablaba conmigo desde adentro. Al ser la primera vez que exploraba un tipo de escritura más prolongada en términos respiratorios, sumado a la presencia de lo poético y lo onírico, me pareció oportuno convocar a Osvaldo Bossi para que me acompañara a través de una serie de clínicas de trabajo que tuvimos a lo largo de un año. Después, Guillermo Siles, a quien le estoy sumamente agradecido, me hizo llegar desde Tucumán el hermoso prólogo. El volumen finalmente se publicó en Córdoba. La Argentina no me parece, para nada, un país extenso.
- ¿Hubo autores o libros que influyeran en el tono o estilo de La noche no deja de venir?
Durante las primeras instancias de trabajo, me reencontré con el libro Varia imaginación, de Sylvia Molloy, y resultó bastante iluminador. Inspirado en su estilo, conservé los nombres de los textos que, en algún momento, había pensado en quitar. Al dejarlos, entendí que estos transformaban al libro en una especie de diccionario con lo mínimo, en cuyas entradas se desplegaban numerosas historias. Cuando se lo comenté a mi equipo de trabajo, estuvimos de acuerdo en mantener esa parcialidad y fragmentación.
En cuanto a las autoras, hubo dos escritoras que con sus textos me marcaron el rumbo. La primera fue María Negroni. En su libro El corazón del daño, la voz narradora le escribe a su madre y le dice: “Espero que puedas leerlo como un libro. De lo contrario, habré fracasado como artista”. La segunda fue María Moreno. En Black out, escribe: “Si escribo lo que escribo, ¿me desnudo? Hay quienes leen como si se tratara de la vida misma. Son como esos pájaros que entraron en un museo y, deteniéndose ante una naturaleza muerta hiperrealista, se pusieron a picar sus frutos”. Ambas escritoras, con las citas que menciono, me permitieron saltar los límites entre la ficción y la realidad y comprender, finalmente, que escribir es crear. Que la literatura te permite transformar al lenguaje en el eje articulatorio de toda exploración.
- ¿Qué rol juega la noche como elemento simbólico o narrativo dentro de la obra?
Desde el simbolismo tradicional, la mayoría de las obras que toman a la noche como centro temático representan con ella la soledad, el silencio, la muerte, las sombras y el misterio. Aquí, por el contrario, la noche es la celebración. Como te decía, no me interesaba considerarla ni un tópico ni una circunstancia temporal; para mí, la noche es una voz y un personaje.
Me parecía la interlocutora perfecta para un adolescente que vivió entre Salta y Jujuy. Se trata de la noche que habita durante el día a través de los afters en una etapa compleja, vista a la distancia. Así, los problemas alimenticios, los vínculos con los padres, los prejuicios en cuanto a la profesionalización, el deporte, la escritura, el estudio, el suicidio, la sexualidad y la opinión ajena, se despliegan como líneas temáticas que no resultan fáciles de digerir. Pero la literatura estuvo allí para decirme que los de afuera no son ni de palo.
- ¿Cómo sientes que este libro se diferencia de tus obras anteriores? ¿Hay una evolución en tu manera de contar historias?
No sé si hablaría de evolución. Siempre digo que yo no estoy armando una carrera, sino que estoy construyendo una familia. Cantar en la poesía o contar en la narración son acciones que pueden trastocarse. No obstante, el desafío principal estuvo en el manejo del registro y en la cuestión de la respiración. Son textos que aunque están rodeados de zonas silenciosas, proponen diferentes ritmos respiratorios. El silencio de la hoja en blanco de un poema es diferente, por ejemplo, al silencio de una fotografía, y este del silencio fragmentado y secuencial que propone esta obra.
- El panorama literario actual está en constante cambio. ¿Qué lugar crees que ocupa La noche no deja de venir en ese contexto?
Me parece que es un libro que puede incomodar bastante, porque escapa de los demás libros que exploran estos tópicos. En un contexto signado por los cambios vertiginosos, donde se mezclan los logros personales con las sutilezas de la autoexplotación, es mejor desandar la idea de la carrera. Por eso, cuando escuché la frase de María Félix con que se abre el libro, entendí que no tenía que llegar a ningún lugar porque yo ya estaba allí. Pienso en esa frase y siempre me río, pues voy a destiempo de los concursos y nunca llego a las postulaciones de las becas o convocatorias de editoriales. Sin embargo, publico casi todos los años un libro al menos. Hace unos días pensaba en la industria de la moda y en la idea de la producción en serie que rigen a las grandes marcas. Eso mismo pasa con la industria editorial, por eso me gusta que mis libros sea difíciles de conseguir. Yo me formé leyendo libros que no estaban tirados por ahí.
- ¿Qué esperas que los lectores se lleven después de leer este libro?
Ante todo, espero que se lleven una experiencia estética. Con sus puntos fuertes y débiles. La literatura está para incomodar, para sacar al lenguaje de su convención. Alguna vez leí por ahí que si el arte no te saca de tu zona de confort, entonces no es arte, es decoración. Me interesa que el lector y la lectora se confundan. Que por momentos sientan que están leyendo un ensayo literario, una autobiografía o una nota de la revista Caras.
- ¿Tienes proyectos futuros en mente? ¿Podemos esperar un cambio de temática o formato en tus próximas obras?
Cuando era adolescente sabía practicar patín carrera y me gustaba mucho ese deporte. Recuerdo las competencias y el sonido de las ruedas deslizándose por la pista. Sin embargo, como lo menciono en el libro, la noche ganó la partida y para cuando comencé la facultad, mis patines simplemente se archivaron. En una oportunidad, tras la pandemia, retomé algunos apuntes sobre el mundo del deporte y comencé a trabajar en un libro de poesía. También estoy cerrando Backstage, un libro nuevo con notas periodísticas que incluye, entre otras producciones, una entrevista a Selva Almada y otra a Yolanda Hipperdinger.