Juan Carlos García -el ex monaguillo que denunció al cura Emilio Lamas por abusar de menores- dio a conocer una serie de presiones que buscaron debilitar su pedido de justicia. A las decisiones “garantistas” de los jueces salteños, se suma la complicidad del poder político, quienes junto a la iglesia conforman un peligroso cóctel: el ejercicio abusivo del poder.
Cuando dialogamos con estos adultos, nos conmueve lleven presente a diario el niño/a que fueron en un recuerdo a puro dolor, una infancia marcada. Se trata de víctimas de abusos de sacerdotes, que han guardado silencio durante años y que callaban por miedo, por vergüenza, por una culpa errónea, porque el cura era amigo de la familia o la autoridad del lugar. Pero, sobre todo, callaban porque temían no ser creídos.
Las denuncias que van saliendo a la luz respecto a los casos de abusos, son sesenta y tres en el país, siete en Salta. Esta cifra no indica que sean todos, y un factor determinante para que las personas abusadas se animen a denunciar y así tener una real dimensión del problema, es que tengan certeza de que se va a castigar al abusador y no al denunciante. Lamentablemente, el poder de la iglesia y las decisiones de los jueces salteños, no brindan ningún tipo de aliciente en tal sentido, muy por el contrario, promueven el desánimo de quienes saben que por el solo hecho de denunciar, serán condenados por los “simpatizantes” clericales y lo que es peor, no encontrarán justicia. Mejor callar.
Por cada sacerdote denunciado, casi nunca ha habido una sola víctima. Ellos reinciden en su conducta delictiva en la que se sienten más atraídos por el sometimiento y la humillación del otro, que por el acto sexual en si mismo. No por nada, una frase común a las víctimas es “tengo entendido que hay mas”.
El poder de la iglesia católica
La Iglesia siempre ha tratado los abusos a menores como pecados y no como delitos. En cuanto al sacerdote acusado, la práctica habitual ha sido cambiarlo rápidamente de parroquia, o de pueblo. El ejemplo mas escandaloso en ese sentido, ha sido la forma en que el mismo papa Francisco trasladó al Vaticano al imputado ex obispo de Oran Gustavo Zancheta, quien desapareció misteriosamente de la comunidad y sin explicaciones.
De a poco, vemos cómo los casos que van apareciendo, se señalan por parte de “la justicia” como que han prescrito. Y es así como estos curas acusados siguen impunemente con su vida. Otra barrera que las víctimas luchan por derribar.
La condena ha sido inmediata y muchos los acusan de buscar protagonismo, dinero, les piden pruebas, como si tuvieran que desempolvar frente a la sociedad una prenda interior cubierta de semen y sangre para que les crean.
Pero el poder de la iglesia no solo se extiende a la justicia, sino también a la política y los gobiernos. Es tan evidente la relación de poderes, que en cada acto de gobierno, no puede faltar el cura y el juez. En cada acto de la iglesia, está presente el gobernante y el juez; y en cada acto de la justicia, están siempre el gobernante, y el cura. Lazos de poder indisolubles.
Cuando el Estado en vez de contener, expulsa
Juan Carlos García es el ex monaguillo que se atrevió a denunciar al cura Emilio Lamas. Es uno más de los que se ve obligado a relatar todas las barreras que han encontrado en su vida para buscar justicia.
Entre esas barreras, se encuentra el intendente de Rosario de Lerma Ignacio Jarsun , para quien llamativamente, Juan Carlos trabajó políticamente desde su medio de comunicación; pero que cuando sus denuncias vieron la luz, no solo no le pagó algunos servicios de locución que le debía, sino que le cortó la pauta publicitaria y lo dejó sin el contrato municipal que se había ganado: lo dejó sin trabajo: “Cuando yo hice pública esta presentación de lo que pasaba en la iglesia, me llegaron a ofrecer hasta plata, para que no trascienda lo que yo ya sabía. Esto me trajo muchas consecuencias, me quede sin trabajo. Yo trabajaba en la municipalidad de Nacho (Ignacio) Jarsun , que está muy vinculado con la Iglesia. Después de mi exposición, he recibido una serie de persecuciones, me mandaron a un rincón, a no exponerme ante el público. Yo he sido animador del interior y me deben varios trabajos que he realizado. Hasta el día de hoy Jarsun no da la cara a los pedidos de pago que he realizado, llame al Polo Integral, vinieron algunos de los Derechos Humanos, pero no lograron nada, y yo quede en la nada».
«Yo era asesor de cultura municipal pero cuando explotó todo, me mandaron al área de turismo detrás de un mostrador. En el mes de enero terminaron notificándome de que rescindían mi contrato. Yo era candidato a concejal y ayude mucho tiempo a Jarsun para que llegue a intendente, incluso nunca le cobré por los actos de campaña. Él está muy vinculado con el cura Carrasco que incluso es invitado a comer en la casa de la madre del intendente»- señala Juan Carlos.
«Jarsun prohibía a los medios de Rosario de Lerma que hablen sobre mi denuncia, tuve que salir afuera y conseguir contactos, para dar a conocer mi caso. Quede con los bolsillos vacíos, con unas deudas tremendas y sin trabajo. Todo esto es parte de una estrategia perfectamente armada: primero buscan desmoralizarte, y después matarte económicamente para que uno se desgaste psíquicamente y físicamente, para que no se siga adelante con las causas”– explica plenamente consciente de la metodología.
Una y mil veces víctima
Juan Carlos García continúa en su relato: “He recibido una condena social tremenda personalmente y a través de las redes sociales. Me preguntan ¿por qué recién?, ¿por qué no antes?, o tu familia, ¿tu mamá, por que no salto?, ¿porque no hizo nada? Y la condenaron a mi vieja cuando estaba bajo tierra, fueron muchos golpes que he recibido, pero vuelvo a insistir. Nuestra vida ha sido difícil. Yo tuve varios intentos de suicidio, he tenido cambios de personalidad, he caído en el alcohol, he buscado maneras de poderme superar. Siempre me sentí solo, siempre había una soledad y algo que me hacía caer, en cada momento que yo quería iniciar algo. Fue difícil mi vida hasta que mi madre antes de morir, me dijo: Hijo, yo hice todo lo posible. Era una señora analfabeta, de campo; imagínate cuando fue a la reunión con el entonces monseñor Moises Blanchoud. Rosario de Lerma sabía lo que había pasado, pero todos lo idolatraban al cura. A mí nadie me aviso de que existía un juicio eclesiástico para investigar si era verdad o no. Recuerdo que mi mamá salió de esa reunión llorando, me abrazó, me acaricio la cabeza y me dijo: Hijo no puedo hacer nada”.
Como lo relata Juan Carlos a título personal, la idea del suicidio a acompañado en años de silencio a la mayoría de las víctimas de abusos de sacerdotes. A muchos al alcohol, a las drogas, o a todo eso junto. La Iglesia Salteña con un pedido de perdón de monseñor Cargnello y un protocolo para actuar en estos casos, intenta mitigar un escándalo que crece día a día y que ya no puede tapar.
Una víctima, si cuenta el abuso, lo cuenta cuando puede, o cuando sabe que alguien le va a escuchar. Hasta ahora en Salta, ni la iglesia, ni la justicia han dado indicios de que esto pueda suceder.
Contárselo a uno mismo, contárselo luego a alguien, puede llevar años, pero es solo el principio de un camino en el que hasta pueden quedar sin trabajo y condenados socialmente.
La peor tortura para las víctimas es pensar que a otros niños les puede estar pasando lo mismo si ellos no hablan. Hasta el momento, la actuación de los jueces salteños, sigue dando chances a los curas abusadores, y dejando en riesgo a los más indefensos.