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Hume y el empirismo

La modernidad y el problema del conocimiento. El último de los grandes representantes del empirismo inglés. Sometió a crítica toda clase de ideas, y refutó en especial las de sustancia, existencia y relación causal.

Andrea Sztychmasjter

David Hume nació en Escocia, en el año 1711 y falleció en la misma ciudad en 1776, n el seno de una familia no muy adinerada pero perteneciente a la nobleza. A los dos años quedó huérfano de padre.

Fue destinado a la carrera de las leyes pese a que sus intereses estaban en la literatura. Su pasión se trasladó a los escritos latinos llevándolo a sumergirse en la lectura de los textos de Séneca, Cicerón y Plutarco. Ya en Francia, a la edad de 26 años Hume redactó su obra más importante “Tratado de la naturaleza humana”. Esta obra consta de tres libros: “Del entendimiento” y “De las pasiones” publicados en 1739, y “De la moral” en 1740, en éste mismo año conoció a Adam Smith. En su tratado Hume partía de la teoría de conocimiento de Locke y radicalizaba su empirismo, critica allí ciertos principios que operaban en la obra de Locke, el yo, la sustancia, la causalidad y la inducción.

En 1748 publicó “Ensayos filosóficos sobre el entendimiento humano” (luego sería titulada Investigación sobre el entendimiento humano). En 1752, logró la plaza de bibliotecario de la facultad de abogados de Edimburgo, luego Hume realizó el primer volumen de su obra “Historia de Inglaterra”. En 1763, se le ofreció desempeñarse como secretario de la embajada británica en París, una vez allí en Francia trabó amistad con grandes pensadores de la época como Diderot, D´alembert y el barón d´Holbach, también conoció a la condesa de Boufflers, quien a su vez lo puso en contacto con el filósofo francés Rousseau. David Hume falleció en Edimburgo el 25 de agosto de 1776.

Obras

ρ Historia amable de mi vida (1734)

ρ Tratado sobre la naturaleza humana: Un intento de introducir el método de razonamiento experimental en las cuestiones morales. (1739–1740).

ρ Libro 1: “Del entendimiento” Tratado que comprende desde el origen de las ideas a su división.

ρ Libro 2: “De las pasiones” Tratado de las emociones.

ρ Libro 3: “De la moral” Ideas morales, justicia, obligaciones, benevolencia.

Ensayos sobre moral

y política (1741–1742)

ϖ Cartas de un caballero a su amigo de Edimburgo: Edimburgo (1745).

ϖ Investigación sobre el entendimiento humano (1748).

ϖ Investigación sobre los principios de la moral (1751).

ϖ Discursos políticos Edimburgo (1752).

ϖ Incluido en Ensayos y Tratados de muchos asuntos (1753–1756).

ϖ Cuatro disertaciones: Historia natural de la religión. De las pasiones. De la tragedia. Del criterio del gusto Londres (1757).

ϖ Historia de Inglaterra (1754–1762).

ϖ Historia natural de la religión (1757).

ϖ Mi vida (1776).

ϖ Diálogos sobre la religión natural (1779)

Sus principales tesis

Hume expone dos tipos de escepticismo. Por un lado, hay un tipo de escepticismo anterior a todo estudio y a toda filosofía, que Descartes y otros inculcaron con ahínco como salvaguarda suprema contra el error y el juicio precipitado. Este escepticismo recomienda una duda universal no sólo de todas nuestras opiniones y principios anteriores, sino también de nuestras mismas facultades, de cuya veracidad, dicen, debemos asegurarnos mediante una cadena de razonamientos deducidos de algún principio original que no tenga ninguna posibilidad de ser falaz ni engañoso.

Por otro lado, se encuentra otro escepticismo, consecuencia de la ciencia y de la investigación, que se produce cuando se supone que humanos han descubierto ya sea el carácter absolutamente falaz de sus facultades mentales, sea su incapacidad para alcanzar cualquier determinación sólida en todas aquellas curiosas materias de especulación de las que suelen ocuparse.

Hume critica el fundamento de la evidencia cartesiana, es decir la búsqueda de aquel primer principio claro y distinto sobre el cual debe erigirse el resto del conocimiento, en palabras del propio Hume “(…) ni hay un principio original semejante que tenga una prerrogativa sobre otros evidentes por sí mismos y convincentes ni, si lo hubiera, podríamos a partir de él avanzar un solo paso si no fuera por el uso de aquellas mismas facultades de las que se supone que desconfiamos” (Hume, 2002: 193).

Hume, también critica el papel de Dios como garante del conocimiento cartesiano, sobre esto dice lo siguiente: “Recurrir a la veracidad del Ser Supremo para probar la veracidad de nuestros sentidos sin duda es dar un rodeo muy asombroso. Si su veracidad estuviera implicada de algún modo en este asunto, nuestros sentidos serían del todo infalibles, porque no es posible que Él pueda engañar, por no mencionar que si el mundo externo fuera alguna vez puesto en tela de juicio hallaríamos muchas dificultades para encontrar argumentos con los que pudiéramos probar la existencia de ese Ser o de cualquiera de sus atributos” (Hume, 2002: 196).