Murió un referente del periodismo y mejor persona: Carlos Vernazza quién llegó a ocupar un lugar central en el diario El Tribuno del que fue subdirector en las épocas doradas de ese medio gráfico. Viajante incorregible y conversador apasionado, lo despedimos reproduciendo los textos con que sus compañeros lo recordaron.

Nacido el 19 de mayo de 1941 en Esperanza, Provincia de Santa Fe, Carlos Vernazza egresó como profesor de Ciencias Sociales en la Universidad Nacional del Litoral. Proveniente de una familia de trabajadores, se pagó sus estudios universitarios trabajando como mozo en los veranos en las sierras de Córdoba.

Llegó a Salta como un joven profesor de geografía y se dedicó a la docencia durante 14 años antes de entregarse por completo al periodismo. En 1969 ingresó como periodista en el diario El Tribuno, de Salta. En ese matutino fue jefe de redacción y luego ocupó el cargo de subdirector. Además, publicó periódicamente notas sobre viajes en distintos diarios del país: El Tribuno, de Salta, El Litoral, de Santa Fe y Nueva Rioja, entre otros.

Entre 2000 y 2012 fue el subdirector editor de la revista institucional de Adepa, el Noticiario de la Prensa Argentina. Allí se destacó por su ejemplar trabajo, que incluyó decenas de entrevistas a figuras del periodismo nacional e internacional, y artículos sobre aspectos de la vida institucional del país.

En 2005 Vernazza editó un libro denominado «El periodismo, esa pasión», con 22 reportajes a destacadas figuras del periodismo, las letras, políticos y educadores. Apasionado de los viajes, recorrió cerca de 100 países, y en muchos lugares pudo viajar en los grandes trenes del mundo, otra de sus pasiones.

Vernazza dictó conferencias en todo el país, entre ellas en once universidades públicas y privadas. Invitado por el Centro Carter, ofreció una conferencia en Caracas, Venezuela, que reunió a más de 200 periodistas. También dictó un seminario en el diario La Nación, de Costa Rica y participó, además, de nueve Congresos Mundiales de Periodismo.

Sus colegas también escribieron en el día de hoy la siguiente semblanza: “Su trayectoria en El Tribuno se identifica con la etapa de afianzamiento del diario y la consolidación de su perfil como medio comprometido con la libertad, la democracia, los derechos humanos y el desarrollo regional.

Fue periodista especializado en educación, jefe de redacción y subdirector de El Tribuno. Además, creó y dirigió la agencia que funcionó en Buenos Aires durante casi dos décadas. En los años 90 tuvo a su cargo la dirección de la radio AM 840. Si el diario lo cuenta entre las grandes personalidades de su redacción, los periodistas no olvidarán nunca su actitud como educador y mentor.

Trabajando de mozo se había recibido de profesor de Ciencias Sociales. Como docente, llegó a Salta para convertirse en emblemático educador de varias generaciones de alumnos del colegio franciscano Gabriel Tommasini.

Desde 1968 sumó a su actividad docente la tarea periodística, a la que impuso la impronta de su liderazgo, su formación humanística y su cultivada imagen del mundo.

A esas dos pasiones, el periodismo y la educación, Vernazza atribuía su hábito de observar, preguntar, reunir datos, comparar, indagar a su tiempo. Por eso fue un gran viajero, un caminante del mundo, un explorador que visitó 102 países, recorrió los grandes centros turísticos y la periferia de las ciudades. Valoró la grandeza de las naciones, y también sus miserias.

«Quienes brindan la verdadera información son los mozos, los choferes, los comerciantes, los sastres; son lo que se salen de la agenda oficial», solía comentar al describir sus rutinas de viaje, que siempre se plasmaban en notas periodísticas de primer nivel.

Disfrutaba planificando viajes y aconsejando a quienes se aprestaban a viajar. Recordaba detalles de los barrios, las costumbres, los comercios y los transportes de miles de ciudades que había recorrido. Desde el Transiberiano hasta Haití; desde Sudáfrica a Hong Kong.

Esa «cátedra» de docencia, viajes y periodismo aparece en el prólogo de su libro La vida es un viaje. Tanto quienes lo admiran como los periodistas que no lo conocieron deberían tomar en cuenta esa enseñanza, testimonio genuino de la tarea periodística. También escribió «El periodismo, esa pasión».

Durante su última etapa profesional como representante de El Tribuno en la Asociación de Empresas Periodísticas de la Argentina, Adepa, nunca ocultó su preocupación por los avances del Estado sobre la libertad de prensa.

Vernazza hacía un culto del derecho a la libre expresión y a la información, y los asociaba con el rigor profesional como contraparte. Su temperamento amable no le impedía ser exigente al momento de evaluar el trabajo. No admitía el periodismo sin chequeo de fuentes, sin fidelidad a los hechos, sin respeto por el entrevistado y, sobre todo, era inflexible con esa tentación tan frecuente en la cultura mediática, como es el olvido del lector.

Fue un maestro de periodistas porque tenía fuego sagrado, pero además era un hombre culto que combinaba la lectura de Gabriel García Márquez y otros autores contemporáneos con la disciplina de observación, interpretación y contextualización propios de la ciencia social.

Ponderaba el realismo mágico como ficción, en el más extraordinario sentido de la palabra, y como una inspiración sublime para la comprensión del mundo. Lo veía como un aporte valioso para la formación intelectual de un periodista, aunque en su tarea este sepa -como lo sabía Gabo- que lo suyo no es la ficción. El periodismo combinaba, para Vernazza, la dureza de la estadística con la plasticidad de la literatura. Y consistía en escribir la historia a medida que se va desarrollando, en el lenguaje que habla la gente.

Ayer se apagó su vida, en Salta, su tierra elegida. El Profe ya no dará cátedra, pero su trayectoria extraordinaria dentro del periodismo salteño perdurará en la memoria de quienes lo conocieron y, sobre todo, en el profesionalismo que transmitió a los que se formaron a su lado en esta tarea apasionante.