Hace poco más de cuatro décadas se formó uno de los lazos más fructíferos del rock argentino. Unidos por el oído absoluto y la amistad incondicional, separados cada cierto tiempo por sus caracteres diferentes.

Charly García y Pedro Aznar han bailando un tango el tiempo suficiente para conocerse, apoyarse y retarse, según lo requiera la canción.

Primer movimiento: Serú Girán
La idea era, como casi siempre, una suerte de ruleta rusa comercial. Pero Charly García ya acumulaba varias en el cuerpo, así que tampoco era de extrañarse. Abandonando el (muy exitoso) folk amable de Sui Generis con un último disco más duro en letras y sonido (Pequeñas anécdotas sobre las instituciones), no encontró nada mejor que, una vez disuelto el dúo con Nito Mestre, formar una banda progresiva llamada La Máquina de Hacer Pájaros. ¿Y qué sucede cuando el público por fin se acostumbró a ello? Bueno, hacer un nuevo plan. De cero, como le gustaba al bigote bicolor.

Instalados en Búzios, Brasil, a inicios de 1978, con otro solista con pedigrí como David Lebón (Pappo’s blues, Pescado Rabioso), su nueva banda se completó en las siguientes semanas con el batería Óscar Moro (Los Gatos, La Máquina de Hacer Pájaros) y con un chico de escasos 19 años al bajo. Proveniente del mundo del jazz y la fusión, Pedro Aznar, era a juicio de Charly, según su biografía No digas nada escrita por Sergio Marchi, “un pibe divino que toca el bajo como los dioses. Directamente (…), una biblia”.

Quienes iniciaron el proyecto fueron García y Lebón, y entre ellos se repartió el protagonismo, las voces y composiciones. Moro, baterista talentoso y práctico también, se dedicó exclusivamente a la base rítmica, mientras que Aznar ganaría un papel creciente en los 4 años de vida de la banda. No sólo aportaría su reconocida pericia en el bajo, sino que armonías vocales, apoyo en teclados y algunas composiciones instrumentales. Motivo suficiente para estimular, sin quererlo, la disolución de la banda cuando decidió irse a estudiar a Berklee, Estados Unidos.

Segundo movimiento: Clics modernos
Se cumplen poco más de 35 años del momento en que Charly García (re)inventó el (nuevo) lenguaje del rock latinoamericano. Y al que diga que empatamos con una exageración, ahí le tiramos un sampler de James Brown y alguna letra de denuncia social con excusa bailable como “Nos siguen pegando abajo”, para que vea que hablamos en serio.

El paso previo se llamó Yendo de la cama al living (SG, 1982), primer disco solista en estudio de Charly, con la colaboración puntual de Aznar en “Peluca telefónica”, al lado de otro ilustre como Luis Alberto Spinetta, transformando el momento histórico en una jugarreta con hermosa melodía y chistes sobre drogas incluido.

Un año después y con la base económica de quien ha lanzado un exitoso álbum solista y llenado un estadio con 25 mil personas, García tocaría la puerta (así, literal) de los míticos estudios Electric Lady en Nueva York para grabar su nuevo disco. Billetes en mano (también, literal, que esto es Sudamérica) pidió la lista de ingenieros de la casa y optó por Joe Blaney, quien tenía en su incipiente currículum un trabajo con The Clash y que sería pieza fundamental en la modernización de su sonido.

En un momento en que García miraba al resto a cinco cuadras de distancia sacando la lengua, Clics modernos (SG, 1983) renovó el rock argentino con el uso de samplers y una estructura más pop en canciones que serían la banda sonora del retorno a la democracia trasandina. “Él se canso de hacer canciones protesta/ y se vendió a Fiorucci”, se autobromeaba Charly en “Dos cero uno (transas)”, poniéndose a tono con las nuevas bandas modernas que cuando no se inspiraban en él, lo tenían derechamente como productor (Los Twist, Los Abuelos de la Nada).

Clics modernos sería un disco solista propiamente tal, con García haciéndose cargo de casi toda la instrumentación y con la presencia de Aznar (quien tocaba con Pat Metheny y vivía en Estados Unidos) limitada a aportes puntuales en el bajo. Igualmente ese período sería el germen de la creación de Tango, ese proyecto intermitente que generaría discos, haría de banda de apoyo, daría contención emocional a sus miembros y crearía varias páginas hermosas dentro del rock latinoamericano.

Nota completa: http://culto.latercera.com/2019/02/13/charly-garcia-pedro-aznar-tango/