ALEJANDRO SARAVIA
La casta política argentina, incluidas obviamente las Fuerzas del Cielo, dejaron sin quorum la sesión en la Cámara de Diputados de la Nación que iba a tratar, el pasado jueves, la cuestión de la ficha limpia, esto es, la prohibición de candidatearse para aquellas personas que tengan condena por delitos dolosos con un doble conforme, es decir, pronunciada por una doble instancia, la del tribunal de juicio, confirmada por un tribunal de apelación. El proyecto de ley en cuestión, que buscaba promover la transparencia en la política, incorporaba el inciso h) al artículo 33 de la Ley Orgánica de los Partidos Políticos (Ley 23.298), impidiendo ser candidatos a cargos públicos electivos a “aquellas personas condenadas por delitos de corrupción, aún antes de sea ejecutoriada, y siempre que la sentencia provenga de un tribunal de segunda instancia”.
Los delitos a que aludía ese proyecto de ley son cohecho y tráfico de influencias, malversación de caudales públicos, negociaciones incompatibles con el ejercicio de funciones públicas, exacciones ilegales (es decir, la exigencia de impuestos fuera de la norma), enriquecimiento ilícito de funcionarios y empleados y encubrimiento. Además, los delitos que sean incorporados al Código Penal de la Nación o por leyes especiales, en virtud del cumplimiento de la Convención Interamericana contra la Corrupción.
Son, en realidad, delitos que nuestra Constitución Nacional, en su Artículo 36, equipara a los de Traición a la Patria, imprescriptibles, no indultables y de penas no conmutables.
Sin embargo, atento a los tiempos de nuestra justicia, a la vocación de la misma de “hacer tronar el escarmiento” respecto de cualquier funcionario público que meta la mano, éstos deberían quedarse tranquilos. La misma no es ciega, pero sí muda y manca.
Lo peor que les pasa a nuestros funcionarios públicos, de todos los fueros, marcas, pelajes y regiones, es tenerlo de vecino a Uruguay, a los uruguayos y, fundamentalmente, a los funcionarios uruguayos. Pasados, presentes y futuros.
El domingo anterior fue el repechaje en el que salió triunfador el candidato del Frente Amplio, Yamadú Orsi, tocayo de ese inmenso poeta oriental que fue Yamandú Rodríguez. Ahí se los vio saludándose como viejos amigos al triunfador y al derrotado oficialista Álvaro Delgado. No sólo eso, en unas declaraciones previas a ese balotaje, al padrino del que sería triunfador, Orsi, es decir, José “Pepe” Mujica, expresidente, se lo escuchó explayándose en elogios de quien fuera dos veces presidente uruguayo (1903-1907 y 1911-1915) por el partido Colorado, el de Julio María Sanguinetti, es decir, José Batlle y Ordóñez, influyente político, estadista reformador y periodista uruguayo. Tío abuelo de otro presidente del Uruguay, Jorge Batlle (2000-2005), que fuera quien caracterizara sociológicamente a los argentinos con sus simpáticas palabras: “ladrones todos, del primero al último”.
Pues bien, ¿a esa misma dirigencia argentina, que vendría a ser el equivalente del Alí Babá de las Mil y una noches es a la que se le quiere meter la ficha limpia? Ahí cobra total lógica y naturalidad la candidatura como juez de la Corte Suprema de Justicia de Ariel Lijo, apadrinada esa candidatura por personas intachables e insospechables de cualquier camandulería como el otro juez de Corte Ricardo Lorenzetti, del mismo Javier Milei y su asesor estrella, Santiago Caputo y de otro ínclito personaje que siempre aparece cuando hay cosas turbias, como las del juego, es decir, el nunca bien ponderado “Tano” Angelici, padrino a su vez de varios dirigentes radicales de la CABA. Todos, con esta gente, a dormir tranquilos y sin frazada…
Pero el pepe Mujica no sólo lo ponderó a Batlle y Ordóñez, sino que dijo de éste que su ímpetu reformador no sólo separó a la Iglesia del Estado, haciendo del uruguayo un Estado laico, sino que su visión social hizo que ese país, si hubiese sido más grande, habría sido reconocido mundialmente como el creador concreto, efectivo, en el terreno, de la socialdemocracia. Siempre achicándose los hermanos uruguayos, considerando a ese gran país, como un “paisito”.
Sí, lo peor que le pasa a la dirigencia argentina es tenerlos como vecinos a los uruguayos. Por eso es que no pueden disimular nada, con o sin ficha limpia.