No hablamos de una empanada avant-garde. Sí del kiosco de la vereda del Complejo de Bibliotecas. En esta primera entrega sobre el comercio de publicaciones salteñas, nos detenemos en esta esquina con nombres de próceres y libros locales. (Rodrigo España)

El kiosco de libros de Salta tiene una especie de historia que no es extraña a los tintes macondianos de este valle. Primero la estructura de tipo parisino (?) estuvo dispuesta en la plaza 9 de julio como un kiosco común y corriente durante la cantidad necesaria de años como para terminar siendo uno de esos objetos que recuerdan los salteños con cariño cuando piensan en la ciudad de antaño, algo así como sucede con quienes recuerdan con nostalgia el precio de la cerveza en los 90. Luego, en los años de gobierno del Jucaro, a comienzos de este nuevo siglo, lo sacaron de su lugar y fue a parar a un depósito a oxidarse durante casi todo lo que duró la década ganada.

Entonces a la gente de Cultura de la provincia se le ocurrió debía ponerse nuevamente en funcionamiento la estructura y la rescataron, hicieron que la restauraran, la pintaron de verde  y la mandaron a poner en la esquina de lo que para ese momento ya era el Complejo de Bibliotecas de la Provincia. Ahí estuvo durante un par de años sin otro fin que más que estar. Al punto que muchos podrán hacer un ejercicio de memoria y tratar de pensar si es que tenían registrada la existencia del kiosco verde. No se utilizó para nada hasta que desde hace unos meses una imprenta se hizo cargo y arrancaron con la venta exclusiva de publicaciones salteñas.

La media mañana un día a mitad de semana en la esquina de Sarmiento y Belgrano tiene a mucha gente yendo y viniendo, esperando a que el semáforo cambie de color, a que pasen los autos para cruzar en dirección al museo, pero nadie parece detenerse demasiado a ver lo que hay en el kiosco de libros que tiene las persianas levantadas y a esa hora no se puede ver el detalle de la pintura con firuletes, sino las pequeñas vitrinas llenas de libros.

Adentro está sentado Damián, quien atiende el lugar por las mañanas y por las tardes, revisa el celular y mira cómo pasa la gente. Nos detenemos más cerca y le sacamos la ficha a los libros que están adelante, en primer plano destaca la obra completa de Manuel J. Castilla, como no podía ser de otra manera. Al lado izquierdo, en la parte baja, autores jóvenes, al lado derecho la parte histórica, con el nombre de Güemes en casi todas las portadas, como no podía ser de otra manera. En una ciudad que se ha empecinado en mantener la tradición como estandarte, aun a causa de quedarse en el tiempo (literalmente), que los libros mejor promocionados en el kiosco sean esos no es de extrañarse.

El encargado del lugar nos cuenta un poco cómo fue el tema de la selección del material que está en exposición, que se dio luego de una convocatoria abierta a todos los que quisieran colocar sus obras a la venta en el kiosco antes de que se pusiera en funcionamiento. La primera consulta va dirigida además, a saber si sólo hay libros salteños en el kiosco, lo cual resulta no ser tanto un requisito exclusivo. “La idea es que sean editoriales salteñas -además de los autores- aunque no creo que sea un problema, porque tenemos por ejemplo una autora porteña que viven en Salta hace mucho”, nos dice Damián cuando lo que parece una clienta interrumpe nuestra conversación para preguntar si la biblioteca tiene estacionamiento. No consulta nada acerca de los libros, le damos las indicaciones pertinentes y continuamos con la charla.

En cuanto al tipo de material en venta nos asegura que “hay de todo”, textos literarios académicos, de historia, arquitectura, geología, para niños, y hasta se puede ver que hay un par que parecen de autoayuda, como el que se titula “Estrés, cambie su GPS cerebral”.

No hay una limitación temática, mientras sea de Salta, todo vale. “Lo que sí tenemos son limitaciones de espacio”, nos dice después, porque hay lugar para exponer 160 libros, cantidad que no da abasto porque según nos comenta hay algunos libros que están en el depósito, pero que luego serán puestos en vitrina, para que todos los títulos vayan circulando. Algo que tendrá que solucionarse porque el plan, según nos dice, es que se realicen convocatorias cada tres meses para ir ampliando el stock. La idea de la gente de Cultura, como nos comentaron luego, es agregar un par de estructuras estilo vitrinas del lado de la pared, o tal vez otra solución más ingeniosa.

La rotación de los textos en vidriera sabemos que obedece a ciertas cuestiones de mercado. Sacar a Castilla para poner a uno que no lo conoce ni la vieja, es algo que no se da. Por ejemplo entre todos los libros, Damián nos dice que solo hay tres autores independientes. Algo que nos llama la atención en momentos en los que la existencia de editoriales caseras, proyectos cartoneros y pequeños emprendimientos de publicaciones son una constante dentro del circuito literario salteño. Ahí la segunda interrupción de la charla la hace un muchacho que al principio tenía cara de esperar a ser atendido para comprar un libro, pero al final quería saber dónde quedaba el banco.

Volviendo a la charla, nos recuerda que las editoriales tienen un cupo, que no debe superar a los 20 libros. Si tenemos en cuenta que son 6 las editoriales que exponen en el kiosco, la suma y resta nos da como resultado un cupo de 40 libros por fuera de ese circuito, estos serían los independientes. Mundo Gráfico, Fondo Editorial de la Provincia, Eucasa, Eunsa, Purmamarca y BTU son las seis editoriales en cuestión.

El tema con las editoriales independientes es que muchas de ellas no cumplen con la formalidad del ISBN (International Serial Book Number) que viene a ser algo así como el registro legal de la obra, el DNI del libro y la constatación del sistema de que un autor ha publicado. Este es uno de los requisitos, según nos dice Damián, para poder ser contemplados dentro de los libros expuestos en el kiosco. “Es un proyecto del ministerio de cultura”, nos dice ante la consulta, y luego tira la frase: “tiene que ser todo legal”. Este dato luego lo constataríamos con gente de Cultura, que nos aseguró que el registro de los libros, en este caso el ISBN, no es un requisito indispensable, contradiciendo lo que nos comentaba el encargado del kiosco.

Pasando a otro tema, le preguntamos a nuestro amigo kiosquero qué tipo de libros son los que buscan quienes se detienen en el kiosco, que según nos relata es más frecuentado por locales que por turistas. “En su mayoría vienen a ver cosas como historia y mucha geología, como las obras de Alonso”. En cuanto a la historia lo que más se vende es la parte gaucha, lo relacionado Güemes y la historia de los pueblos originarios; mientras que en literatura el hit es el barba Castilla, cuyas obras completas fueron publicadas hace poco por la provincia. “Se agotó en 3 días el primer encargo que me trajeron, al gente se lleva de a dos”.

El precio de los libros oscila entre los 100 y los 400 pesos, “la mayoría está entre los 120 y 140”, dice Damián. El de Castilla, por ejemplo, sale 350, es uno de los más caros. Entonces la tercera y última interrupción de la charla la hace una chica que esta vez sí pregunta por un libro, lo levanta del estante y recibe la respuesta. Luego lo deja y se va como vino, sin nada.