Entre la docencia y la defensa penal, fundó la revista “Libertad incondicional”, convencida de que la palabra podía atravesar cualquier muro. Su literatura también era así: sin concesiones.
Ana Gloria Moya nació en San Miguel de Tucumán en 1954, pero fue Salta quien la reclamó como hija adoptiva. De ascendencia negra, hija de libreros, abogada penalista, novelista, madre de cuatro hijos. Todo eso. Y también alguien que llevaba la vida de la mano de los otros, como si guiar fuera un gesto inevitable. Su entusiasmo, músculo incansable. Lo comprobaba una y otra vez, cada vez que se entregaba a un nuevo proyecto: reunir escritores, coordinar revistas jurídicas, hundirse en la ficción.
Publicó cuentos primero, “Sangre tan caliente y otras pasiones” (1997), luego “La desmemoria” (1999). Pero fue “Cielo de tambores” (2001) la que dejó huella. Una mendiga a quien los soldados conocían como “la tía María” inspiró aquella historia. En 2002, el Premio Sor Juana Inés de la Cruz la encontró en Guadalajara. México le devolvió el afecto. No era extraño.
Allí conoció a Chavela Vargas. La leyenda. La amiga. Moya la visitaba en Tepoztlán. Compartían silencios, miradas. Ana Gloria soñaba con una novela cuya tapa llevara una foto de Chavela, capturada por Almodóvar, abrazada a un árbol. “Energía brotando desde y hacia la tierra”, decía.
Entre la docencia y la defensa penal, fundó la revista “Libertad incondicional”, convencida de que la palabra podía atravesar cualquier muro. Su literatura también era así: sin concesiones. “Semillas de papaya a la luz de la luna” (2008) lo confirmó. Memoria y deseo. Siempre eso.
La enfermedad la cercó. Viajó. Escribió. Perdió una novela avanzada en una notebook. Volvió a empezar. Porque la resistencia también era su materia. “Frágil pero invulnerable”, decía de Sor Juana. Pero podría haber hablado de sí misma.
Ana Gloria Moya murió el 7 de octubre de 2013 en Buenos Aires, a los 63 años. Nos soltó de la mano. Queda su voz. Viva en cada página. Como la Chavela de su memoria, sigue siendo energía. Brotando. Desde y hacia la tierra.
Ana Gloria Moya