Noche de viernes, madrugada de sábado y la banda que tiene al frente a un muchacho de rastas oxigenadas más conocido como Nekro volvía a un escenario salteño. Era la noche de la Pachamama y a Boom Boom Kid le tiraron papel picado en el mate. Ahí estuvimos y salió algo parecido a una crónica. (Rodrigo España)
En la puerta y pasada la media noche algunos puteaban un poco por su suerte. Ya no había entradas para la venta. Así lo informaba un cartel escrito a mano.
Anticipadas vendidas totalmente para la tarde previa al recital y las entradas en puerta no eran suficientes para calmar las ansias del público local que luego de un par de años quería volver a ver en vivo a BBKid.
Revendedores al asecho con el precio de las entradas a 30 mangos, la música había comenzado y 14Shaka ya tenía un par de canciones sonando para esa hora.
Afuera todavía quedaba mucha gente. No hacía frío, sino el embole seguro era mayor. Adentro la capacidad del local parecía que daba para más personas por metro cuadrado. La municipalidad dice lo contrario. Entonces la capacidad estaba a tope (o tal vez un poco más), según los estándares de la muni, que de punk suele tener poco. O nada.
Todavía casi sin movimiento en los presentes, la primera banda de la noche hacía los suyo en el escenario y para algunos el calentamiento a partir de la cebada fermentada se hacía notorio. Algún que otro salto por ahí, un simulacro de headbang, pero no más.
Cuasi pogo, mucho movimiento de cabeza y los 14Shaka anunciaban sus últimos temas, además de un futuro EP.
Todos los habilitados para hacerlo ya habían ingresado, afuera quedaban algunos. Pocos. Afuera no había pogo.
A eso de las 2 de la mañana arrancaba el show de Boom boom kid y el ritmo subía de golpe. El desbarajuste se arma al primer tema, pogo por aquí, saltos por allá. Vuela un vaso de birra por el aire.
Una chica embarazada en el fondo (un tanto lejos de la locura del escenario), parecía disfrutarlo tanto como los que se rompían en el pozo que era sobrevolado por algo que parecía papel picado al estilo fiesta de la pachamama.
Be my girl – Hospice burning – FMI – Bad influence – Leave alone – Como el opium
Un poco lejos del movimiento frenético, también estaba una mesa con cosas a la venta. Cerca de la barra. Algunos discos, remeras, fanzines y libros. Los libritos de poemas a 20 pesos más o menos, los fanzines como a 5, el libro a 60 y la cerveza a 35. Los discos se pueden piratear en internet.
“Entre ti y yo/hay unos jipis/fumando/porro/se alejan/o/acercan/¡qué me importa!”, dice uno de los poemas rescatables de un librito de tapa blanca con unas líneas que parecen ser unos arbolitos, ramitas o tres ciempiés. Todo depende de cómo se lo mire. Aunque quizá no sea ninguna de estas opciones.
“…de mañana y tardecito en el Botánico de Bs As” es el título del libro impreso en computadora a partir de textos escritos a mano y escaneados. Hay algunos errores gramaticales, pero esto es punk señores, a nadie le importa cómo se escribe lavabo o cabe.
El fanzine también está firmado por BBKid, como el libro que es una recopilación de 10 años de fanzinerismo desenfrenado. “Mi pequeña colección de funzines” tiene además una serie de diarios de viaje. Un par de giras de Fun People entre finales del siglo pasado e inicios de este: el sur argentino, EEUU, Europa. Anécdotas divertidas. Tener una banda de punk en la que todos son vegetarianos y estar de gira, debe ser divertido. También hay muchos retratos de músicos de rock, blues y jazz. Parecen dibujados por un niño o por alguien bastante ebrio. No están mal.
60 pesos es un buen precio para un libro de más de 300 páginas, aunque parece que le sobra una mitad.
Tenderless – Crayones – La espina – Amor loco – Por argentinito – Dejame ser…
La intensidad inicial va decayendo. No hay pogo que dure 100 años ni cuerpo que lo resista. La música también descansa de a ratos. Tener 40 años y esa energía es señal de que el vegetarianismo y el skate pueden ser la clave del éxito. O tal vez el hardcore y vivir de gira. Tal vez sea la autogestión y el transcurrir independiente de ciertos medios.
Tal vez ninguna sea la clave de nada, pero no está mal practicarlas todas.
Adentro no se puede fumar, al menos no si estás cerca de la barra. Afuera.
Hay tres changuitos que putean por que tampoco consiguieron entradas y ya no hay revendedores a la vista. Casi no hay gente afuera.
Al frente los infaltables escabiadores de puerta. Los miro con cierta nostalgia. Esta vez no corrieron con tanta suerte. Desde la calle no se escucha tan bien como se escuchaba hace unos meses a los 2 Minutos.
Si tuviese un marcador me pinto una raya negra en la mano y entro -dice uno de los que quedaron fuera. Deberíamos probar con tirarle unos mangos al de la puerta -dice el otro. Compartimos un cigarro y entro.
Es cierto, el sello del local parece una raya negra pintada con marcador.
Egos lácteos – Sayonara – Masticar – I don’t mind – I do – Si pudiera – Dirty conection
De vuelta al sonido y la voz aguda de Nekro que bate las rastas al compás de la música. Ha pasado el momento de descanso y el baile continúa. Varios en transe, otros transpirados y algunos hasta transparentes.
Gente arriba del escenario salta hacia abajo, sube y baja. Salta. Se empuja. Disfruta. Alrededor está la gente que no salta, que no se empuja: mueven la cabeza. Fotos por todas partes. Muchas fotos. Hacia el escenario, hacia el público, parece el momento culmine fotográfico de la noche.
La primera vez que veo a alguien surfear en Salta. No precisamente sobre el Arenales (esa sí es una proeza).
Al igual que la noche anterior en Jujuy, aparece una tabla y surca una ola de manos. Hace mucho había un juego parecido en TeleMatch. Pero ahora no es un teutón grandote y rubio el que es llevado por sus amigos de pueblo sobre la tabla, sino un petisito con rastas al que parece que no se le acaba la pila.
Nekro surfea salteños por un rato y vuelve al escenario. El resto de la banda sigue tocando.
Saltando en el pogo, los pendejitos de afuera, entraron de alguna manera. Tal vez consiguieron un marcador negro.
She runaway – Kitty – Automatic – Hunt – Runaway – Kiss me – Estado de sitio
Cerca de una hora y media de recital. Piden más, no les dan. Le gente se va retirando de apoco cuando ya la luz es plena. El encargado comienza a echar a los que quedan dando vueltas por ahí. Dejalos que son amigos, dice el chico boom boom. Algunos se quedan. Hay muchas chicas. Fotos. Más fotos, todos sudados y felices.
Dos grabadores, una cámara. Las preguntas de siempre: ¿Qué tal el público salteño? Hermoso ¿Qué planes a futuro? Ir a Brasil ¿Qué se siente volver? Lindo. Y así por un rato. Más fotos.
Nadie le pregunta si comió empanadas de carne con picante.
En el baño hay un aroma a producto de tierras paraguayas de reciente cosecha. No hay nadie, sólo el olor.
Afuera quedan pocas personas, la madrugada de sábado recién comienza y los BBK se van en una “van” (como escribe en los diarios de viaje) para San Lorenzo. Todos nos despedimos.
Ha sido una noche tranquila. Un sonido decente. Un poco de punk. Un poco de HC. Un poco de baile. Algunos amigos y el Tata todavía estaba abierto.
La Pachamama nos brindaba sus frutos nuevamente. A veces hay que estar agradecido.
Fotos: Ela Nunes