Nicolás Cajal, esposo de Jimena Salas, rompe el silencio y habla con Cuarto Poder sobre la investigación, la falta de recursos y personal para esclarecer el caso, el desempeño del fiscal y cómo es su día a día tras el asesinato de su pareja. (Stephanie Tiemersma)

“Yo sé que el fiscal está trabajando, pero también sé que no tienen los recursos tanto monetarios como de personal necesarios para la investigación. Yo lo veo. Solo hay dos o tres personas que están trabajando con él y me parece muy poco”, relata Nicolás, quien está seguro de que con los medios adecuados la justicia podría hacer más, adelantar los tiempos y trabajar información que a esta altura debería estar procesada pero no lo está.

Su largo silencio también fue motivo de conversación aunque a él no le resulte difícil contestar. Por un lado el hermetismo se relacionaba con las lógicas propias de un proceso de investigación en el que los fiscales se lo pedían para no entorpecer la causa y eso, en un primer momento, a él le pareció adecuado con el objeto de que no se filtrara información que podía ser relevante para el caso. “Por eso es que yo me mantenía muy al margen, no declaraba nada. Quiero colaborar con el esclarecimiento del caso. Estaba en un hermetismo total pero ya pasó el tiempo suficiente como para empezar a hablar porque sino esto va a terminar quedando en la nada. Siguen investigando pero no tienen pistas nuevas”, al tiempo que precisa  que el fiscal a cargo es Pablo Paz cuyo silencio obedece justamente a la ausencia de sospechosos y detenidos.

El marido de Jimena, sin embargo, también explica su silencio de meses se debe a la actitud que cierta prensa desesperada por información adoptó conductas cuestionables: “Entiendo que el trabajo de los medios es buscar información y todo eso, pero al principio se dijeron un montón de cosas que no eran las correctas. Entonces, eso también me hace repensar sobre si debo hablar o no. Vos decís una cosa y después sale otra y no debería ser así. No fue desconfianza sino pensar que la información que están poniendo no es la correcta y que le hace mal a la gente y también a mi familia”.

Respecto a los pasos dados por la justicia y algunas de las hipótesis que se manejan, el relato de Cajal no es distinto al que la semana pasada nos diera su abogado. “El identikit, que en realidad es un retrato hablado, es una cara bastante común a la de la mayoría de la gente de Salta, no es muy específico. Yo agradezco a las personas que dieron los datos pero bueno… es un rostro bastante común entonces no es lo suficientemente certero. Por eso la inquietud de que se revisen las cámaras. Otra cosa de la que la gente habló es de un auto negro, un Peugeot 208, 308. También de un vehículo grande color marrón Dakar que lo vio estacionado en la puerta de mi casa gente que pasó por allí antes que yo llegue”.

Sobre la hipótesis del caniche toy, enfatiza que sigue en pie: “Aparentemente ese fue el modus operandi para entrar a la casa porque mi mujer era un persona a la que le encantaban los animales y, según lo que nos dice una vecina, esta gente iba en un auto preguntando en las casas si el perro que llevaban era de alguno de los vecinos. En la residencia anterior a la de Jimena no le abrieron por lo cual le tocaron el timbre a esta última, ella tomó el perro y fue a tocar a la casa de la vecina, cuando le dijeron que no era su perro ella les dijo que iba a volver a entregárselo a la gente del auto”.

Nicolás resalta que su esposa era una persona muy desconfiada, que no le abría la puerta de la casa a nadie y que por ello él sigue sosteniendo que Jimena debió haber conocido a la persona que ingresó. “A la gente que iba a cobrar internet  ni siquiera le abría la puerta, les pasaba la plata por la rendija”, enfatiza y remarca que la cerradura no fue forzada y que la llave estaba colgada tal como la dejaba Jimena cada vez que abría la puerta. Sobre la razón de tanta desconfianza por parte de su mujer, Nicolás contesta algo simple: “lo que ella más quería era proteger a nuestras hijas de todo y creo que eso la llevó a ser un poco más cuidadosa con la gente”.

Los días previos

Si una palabra puede definir el estado de ánimo de Nicolás Cajal con respecto a la investigación, esa palabra es “desconcierto”. Él mismo nos relata que en la investigación se buscaron todas las conexiones posibles vinculadas con el caso, que se hicieron todos los ADN necesarios y todos dieron negativos y que ni siquiera él entiende qué es lo que finalmente ocurrió. “No tengo ninguna sospecha de quién puede haber sido”, se lamenta y nos relata sus días con Jimena.

“Éramos una familia normal, trabajadora. Mi mujer cuidaba a nuestras hijas las 24 horas. Se dedicaba a ellas un cien por ciento. No tengo sospechas de nadie ni de nada y tampoco ningún motivo para pensar en alguien que haya podido hacer algo tan terrible como esto”. Ni siquiera identifica un estado de ánimo o actitudes de su mujer que hayan sido distintos los días previos al femicidio. “Esos días Jimena estaba totalmente tranquila. Yo había terminado mis vacaciones, empecé a trabajar de nuevo esa semana. Pasamos unas vacaciones súper tranquilas en familia. Los días posteriores al descanso ella empezó natación que era algo pendiente que tenía. Nada raro. Es algo que no tiene explicación. No sé por qué y no lo voy a entender nunca”, sentencia con tristeza.

A la pregunta de cómo sigue su vida tras el trágico suceso, afirma sin dudar: “Tengo dos grandes motivos para seguir: mis hijas. Eso es lo que hace que todos los días uno se levante y siga adelante. Es una cuestión de ir día a día. No hay una fórmula mágica. El dolor está y creo que va a estar siempre”. “De todas formas sigo confiando en la justicia, necesitan más recursos y  más gente, pero sigo creyendo en ellos. Repito, el fiscal está trabajando pero la marcha de la causa va muy lenta. Eso es lo que más me preocupa, El gobierno debería hacer algo más para esclarecer el caso. Pero confió en que se va a resolver, que van a encontrar a la persona”.

La inseguridad

Si el caso de Jimena devela inseguridad, esta última parece no haber sido objeto de políticas por parte del gobierno. De allí que cuando a Cajal se le pregunta sobre qué tiene que decir con relación al Gobierno, contesta que la gente está cansada de tanta inseguridad, que en Vaqueros resulta imposible de creer que no haya cámaras en la policía o en los puentes siendo que en verano siempre ocurren problemas por la cantidad de gente que concurre al río. “Creo que todos merecemos vivir más tranquilos y Vaqueros es una localidad que elegimos para que sea nuestro lugar. Me gustaría que haya un poco más de control, de presencia policial, de cámaras. Deberían hacer algo con eso” remarca Nicolás.

La ausencia de pistas firmes, sin embargo, vuelve una y otra vez a la charla y cada vez que lo hacen Cajal encuentra alguna deficiencia en la investigación. “Todavía no se terminaron de revisar las cámaras del 911 porque no tienen la gente necesaria para hacerlo, después de cinco meses no puede ser que no se hayan revisado todas. Es algo que debería estar hecho hace tres meses. Puede ser que haya muchos casos pero como decía una vez el fiscal, de 24 casos de este tipo, 23 tienen imputados, el único que no tiene es el caso de Jimena, entonces yo creo que tiene que ser una prioridad para así poder encontrar realmente a la persona que hizo esto. Algo que pienso todos los días es que el asesino esta libre y que no se están haciendo todas las cosas necesarias para poder encontrarlo”.

Sobre las movilizaciones que todos los viernes a las 17 horas se realizan frente a la farmacia de Vaqueros, Nicolás sólo tiene palabras de agradecimiento para la gente del lugar y algunos parientes que asisten a ellas. “Creo que la gente de Vaqueros también está pidiendo lo mismo más allá de que tengan o no algo que ver con Jimena. Quieren  más seguridad. Necesitamos estar tranquilos y creo que eso también es lo que hace que la gente salga y vaya a las movilizaciones, pida justicia y un poco más de protección”.

Sobre la última de esas movilizaciones realizada el día que se efectuó el estival en honor a Güemes, y aprovechando el horario en donde el tráfico de gente fue enorme, se entregaron cerca de 1.500 folletos. Cajal aclara que eso es lo que se necesita: que la gente se sume y que si tiene algún dato lo diga. Junto al folleto de Jimena se entregó además el identikit hablado del que ya se hizo mención. Lo cierto, no obstante, es que a cinco meses de lo sucedido las preguntas abundan y las respuestas escasean.