Un trabajo analiza el rol de las mujeres trabajadoras rurales en la toma de decisión ante la necesidad de afrontar innovaciones tecnológicas por razones ambientales. (Andrea Sztychmasjter)

El estudio analiza el sector de producción de tabaco del noroeste argentino. La autora del mismo, Cristina Biaggi, consigna que este sector afrontó durante 4 años un cambio tecnológico de envergadura ante la prohibición del uso del bromuro de metilo para la realización de sus almácigos.

Es así que la investigación busca visibilizar el trabajo de las mujeres en los sistemas agrícolas y su participación en los procesos de innovación, sobre todo cuando se da como “natural” que el varón es quién decide, controla y utiliza los recursos productivos.

Para la autora existen diferentes puntos a través de los cuales se puede observar la invisibilización  de las mujeres rurales como trabajadoras y/o productoras agropecuarias. Señala el trabajo que las principales consecuencias de esto son: un reforzamiento de la subordinación a la que están sujetas las mujeres rurales, y especialmente las campesinas; la ausencia de las mujeres rurales en las cuentas nacionales como trabajadoras que aportan al Producto Interno Bruto; y su invisibilización como productora y/o trabajadora en las estadísticas nacionales y, por lo tanto, como sujeto de políticas públicas específicas.

Según señala el informe, “las mujeres –generalmente, cónyuge o hijas mayores- están presentes durante todo el ciclo del cultivo” de tabaco:

“Comienzan con el almácigo, siguen en el transplante, distribuyen el fertilizante, cultivan y ‘azadean’ entre las líneas mientras el tabaco se desarrolla, participan en el desflore o despunte y trabajan en la cosecha y acondicionamiento de las plantas u hojas para el secado natural en los galpones. Finalizada la etapa de curado, descuelgan las plantas y realizan el ‘despalado’ (cuando el secado es de la planta entera) o el ‘desenvarillado’ (cuando solo son las hojas) para continuar con la etapa de clasificado cualquiera haya sido el sistema de secado. Posteriormente, se enfarda el tabaco en prensas y los fardos (aproximadamente de 45 kg de peso) son llevados a la acopiadora. Salvo excepciones las mujeres no fumigan el tabaco, y tanto el riego como enfardar son actividades principalmente masculinas, aunque hay ocasionalmente presencia de trabajadoras”.

Mujeres tabacaleras

En algunas familias, la responsabilidad del cuidado de los almácigos es sólo de las mujeres. Sin embargo llegado el momento del transplante, los varones toman la responsabilidad de la tarea y las mujeres se convierten en solo “ayudantes” hasta el final del cultivo.

Aunque la mayoría de las mujeres entrevistadas mencionaron “que ayudan”, no todas son tan enfáticas en sólo llamarse ayudantes. Sienten que el trabajo en el cultivo les da prestigio, que son valoradas y estimadas en su rol de productoras por el entorno y la familia, más allá de que haya cuestionamientos sobre la trasgresión al rol tradicional.

El trabajo señala que si bien esta condición asignada y aceptada de “ayudante” en el trabajo agrícola tiene diferentes grados que varía por un lado entre las mujeres que quedan a cargo de etapas del cultivo o de todo el proceso porque el varón trabaja fuera del predio; y las mujeres que dividen las tareas con el marido.

La innovación tecnológica

La autora explica que a partir del año 2002, el sector tabacalero argentino comenzó un proceso de substitución del uso del bromuro de metilo: “Este agroquímico –que fue usado exitosamente por más de 40 años para la desinfección del suelo previo a la siembra de los almácigos de tabaco- es uno de los gases involucrados en la destrucción de la capa de ozono. Por lo tanto, su eliminación se convirtió en una problemática ambiental global que era necesario resolver”.

Las opciones que se plantearon para el reemplazo del bromuro de metilo en el cultivo de tabaco desde el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) fueron principalmente dos: el uso de otro agroquímico (Metan Sodio) y la realización de los almácigos sin suelo (almácigos flotantes). Consigna la investigación que “De las dos alternativas, el INTA privilegió la tecnología de los almácigos flotantes por considerarla superadora para la producción de plantines, lo cual era consensuado con gran parte de los principales actores del sector (cooperativas, cámaras y empresas acopiadoras).”

Señala la investigadora que el proceso del almácigo flotante es una técnica en la cual no se desinfecta el suelo porque los plantines se desarrollan en un sistema de semi hidroponía. Además “los productores construyen piletas de 13,3 m de largo por 1,5 m de ancho, que llenan con 10 cm de agua10. Ahí colocan entre 72 y 85 bandejas de Tergopol, que son previamente llenadas con sustrato y sembradas con una semilla de tabaco en cada una de las 288 celdas que tiene cada bandeja. Las plantas crecen en ese medio y las aplicaciones fitosanitarias y de fertilizantes se realizan en el agua. Cuando los plantines llegan al tamaño adecuado –lo cual ocurre en un lapso de 60 a 90 días-, se lleva a cabo el trasplante al campo de cultivo”.

La participación de las mujeres en la decisión de adoptar los almácigos flotantes para el reemplazo del bromuro de metilo estuvo confinada para la mayor parte de ellas al ámbito doméstico, señala la investigación, ya que en general, “el acercamiento a la tecnología se dio cuando pudieron observar los flotantes en la casa de los vecinos o familiares o cuando los maridos hicieron alguna pequeña experiencia en la finca. Fue en estos casos que pudieron evaluar las ventajas”.

En todos los casos, las mujeres cuentan que al principio les fue mal y tuvieron problemas, que necesitaron aprender y contar con acompañamiento técnico. “Actualmente, hay un orgullo de poder haber accedido a una tecnología innovadora que les permite obtener mejores plantines de tabaco (lo cual es una razón de satisfacción). En definitiva, accedieron a una tecnología, como las mujeres dicen, más fácil y que les permite encontrar más incentivos a su trabajo productivo”.