ALEJANDRO SARAVIA

En estos días pasados tuvo aparición la reedición de un libro magistral de Tulio Halperín Donghi, con el prólogo, muy interesante también, del economista e historiador Pablo Gerchunoff. Según Gerchunoff, Halperín Donghi es el mejor historiador argentino, por lo que vale la pena leer sus obras aunque más no sea para tratar de comprender lo que nos sucedió, y nos sigue sucediendo, a los argentinos.
Ese libro de Halperín Donghi tiene un título sugerente, “La larga agonía de la Argentina peronista”, y ya en alguna otra columna nos referimos a él.
Hoy lo volveremos a hacer porque esa larga agonía abarca también a nuestros días y, en cierta forma, hace inteligible nuestro presente porque la seguimos sufriendo.
Allí, en el prólogo, Gerchunoff menciona un reportaje que le hiciera Roy Hora a Halperín con motivo de otro de sus libros, titulado “Argentina en el callejón”, reportaje que en una de sus frases sintetiza el sentido del que estamos comentando, el de la larga agonía. En ese reportaje, Halperín, dice: “El peronismo creó una nueva sociedad muy atractiva, y por eso la gente no quiere renunciar a ella por nada, pero al mismo tiempo era una sociedad
insostenible”.
De allí, de esa frase, y del libro que mencionamos, podemos concluir que lo que estamos padeciendo desde hace mucho tiempo es un déficit fiscal consustancial con el peronismo, tanto que no puede imaginarse a uno sin el otro. Siempre que gobernó no hizo otra cosa que profundizar ese déficit.
Pero los gobiernos que lo sucedieron, militares y civiles, por mejores intenciones que algunos hayan tenido, no quisieron o no pudieron superar esa cuestión porque cuando lo intentaban, ya sea el peronismo o las corporaciones cobijadas por él, lo impedían.
¿A qué corporaciones nos estamos refiriendo?, pues, a las fuerzas armadas, la religiosa, la sindical y la de los empresarios protegidos, es decir, los que surgieran con Agustín P. Justo, tras la crisis del 30, en la etapa de la sustitución de importaciones, protección que se hiciera más intensa con el propio peronismo. Perón era un militar seguidor de Justo, cuya muerte en 1942 explica en cierta forma la revolución del 43 de la que surgiera, precisamente, el peronismo.
En esta hilación de la historia está, paradójicamente, la explicación del sentido de un gobierno absolutamente atípico y estrafalario por quien lo escenifica, como es el actual de Milei, puesto que ese su sentido está dado por el elemento que le sirvió de símbolo proselitista en su campaña electoral: la motosierra. ¿Qué simbolizó esa motosierra?, pues, el necesario fin del déficit fiscal, consustancial, como dijimos, al peronismo.
Ese fue, y es, el mandato dado al actual gobierno nacional. Ese mandato es lo que explica la paciencia de esta sociedad tan golpeada. Y esa es la única batalla que se le confió, insisto: el fin del déficit fiscal y sus connotaciones políticas, culturales y sociales.
Ahora bien, los riesgos de que ese mandato no sea cumplido están a la vista, cuestión que abriría las puertas del abismo para nuestro país en un contexto internacional proteico, que no se presta a más aventuras decisionistas como las que tuvimos y tenemos.
Esos riesgos, para que quede absolutamente en claro, están dados por las características personales de quien encabeza este gobierno nacional, y las de los integrantes de su mesa chica, es decir, su propia hermana y su asesor estrella.
La historia personal de Javier Milei, su infancia quebrada por los rigores de padres que no lo comprendían y que, aún hoy, miran con asombro e incredulidad el rol que el destino puso en manos de su hijo, sin dudas alguna en mucho tiene que ver con una excesiva megalomanía de quien ejerce la presidencia. Megalomanía que puede llevar a que éste pierda el rumbo y el sentido del mandato que recibió de sus votantes.
Su hermana, claro está, suplió las carencias emocionales de sus padres pero, a un tiempo, maneja, por eso mismo, las debilidades de quien las soportó, su propio hermano. Y eso es delicado porque la sociedad no le confió nada a ella y, en los hechos, maneja la micropolítica y varias e importantes cajas. Lo hace acompañada por un enigma con demasiado poder al que el analista Carlos Pagni nomina como “El mago del Kremlin”. Lean
este libro de Giuliano Da Empoli y sabrán por qué.
Mientras tanto sirvan estas líneas como advertencia…