En esta novela de Casiana Martina, una adolescente rebelde descubre el mundo de la literatura y, a través de él, indaga sobre su propia vida, luego de conocer la hermética casa de un extraño y sombrío señor que tiene de mascota a un pájaro verde. (Lucila Lastero)

Casiana Martina es una escritora salteña que, desde su participación en antologías y concursos que se realizaban en la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Salta en los 90, viene demostrando un manejo progresivo y certero de las técnicas propias de la narración literaria. Esta vez, con su novela El señor Fusi sale de viaje, recientemente publicada por la Secretaría de Cultura de Salta como resultado de los Concursos literarios provinciales 2015, nos acerca la historia de una adolescente común que está aprendiendo de qué se trata la vida.

Luciana es una estudiante secundaria de 15 años, rebelde y poco afecta a las tareas escolares, cuyo rumbo cambia cuando su madre decide enviarla a un profesor  particular de Lengua demasiado, justamente, particular: el señor Fusi. Este extraño personaje, un  hombre solitario y parco, le dará clases de análisis sintáctico a la protagonista a cambio de que ella lo ayude con las tareas de limpieza del hogar. Es así como la joven recibe la orden de acomodar la biblioteca. Poniendo en práctica su curiosidad y su tendencia a la transgresión típica de una adolescente, no solamente limpia la biblioteca sino que la inspecciona, altera la distribución original de los libros y, lo más importante: comienza a leer. Un día se sienta en un sillón verde- en clara referencia al clásico de Cortázar “Continuidad de los parques”- y descubre que la lectura es más que un viaje; es muchos viajes y muchos destinos.

Se da cuenta de que ese señor tan serio y poco comunicativo, guarda dentro suyo cientos de universos. Y descubre también que el señor Fusi es algo más que un profesor de gramática. Es un escritor que ha intercalado, tímidamente, entre los estantes de su biblioteca, manuscritos con creaciones literarias personales. En este punto, la novela opera con la técnica de la inserción intertextual de relatos muy breves, insólitos, lúdicos y con finales sorpresivos, de autoría de la propia Casiana Martina. La vida tranquila y sedentaria de Fusi es sólo una apariencia, porque la imaginación lo ha convertido en un aventurero. Como escritor y como lector, Fusi sabe vivir infinitas y apasionantes vidas. En todo caso, la gramática que dice enseñar es nada menos que la estructura, los accidentes y las combinaciones de la ficción y de la realidad.

Él hubiese querido vivir de la escritura, pero las circunstancias, como suele suceder, le han impedido dedicarse por completo a la creación. Su caso es idéntico al  de muchas personas que, ante la imposibilidad de desarrollarse plenamente como escritores y, sobre todo, ganar dinero con esa actividad, optan por dedicarse a la enseñanza de la Lengua y de la Literatura, como una forma de acercamiento al universo de las palabras, ese espacio vital que tanto los identifica y los obnubila. Fusi es el típico caso del escritor frustrado encerrado en la coraza de un apasionado profesor de Literatura. Como el mundo que atraviesa y rodea a aquel escritor devenido en docente no es otro que el de la ficción, su casa es un recinto de magia y de lecturas. El espacio hogareño aparece constituido por objetos y seres extravagantes, entre ellos, un curioso pájaro verde que tiene el poder de volver el tiempo atrás.

Fusi termina enseñándole a Luciana algo más que análisis sintáctico. Termina haciéndole ver que la vida puede tener mil formas y que puede ser mágica en cualquier momento. La magia cotidiana, aquella que nos sorprende,  hará que un día llegue el amor, se consoliden las amistades, la gente querida se vaya de pronto y también de pronto regrese. La trayectoria por el mundo se sucede entre hechos irreversibles y perfectamente manejables, entre sorpresas y rutinas. A través de este insulso profesor, Luciana aprenderá también que quizás hay más de una manera de salir de los conflictos y que hay que saber detectar cuándo existe la posibilidad de cambiar las leyes de la trama. La vida, al final, es como la literatura, y siempre existirá la oportunidad de revisar lo escrito y construir otra historia.

El mundo del señor Fusi pertenece al terreno de la invención, por eso es mágico y sublime. Él no morirá nunca porque su existencia está condensada en las palabras y en la literatura, que son eternas. El título de la novela, además de hacer referencia a hechos precisos de la trama, se vincula con ese irse que el protagonista concreta sin moverse de su casa. Desde el ostracismo, Fusi sale de viaje porque esa salida abarca el desprendimiento de la cotidianeidad y la puerta de ingreso a la fantasía. La salida constante es el movimiento necesario para el encuentro con la literatura.

Considerando que la protagonista de esta novela es una adolescente que se enfrenta al mundo en pos de conocerlo y conocerse, podríamos afirmar que se trata de una lectura que, sin rigor de encuadrarse en la denominada “literatura infanto-juvenil”, está principalmente dirigida al lector joven. Sin embargo, desde el momento en que  sus temáticas son la vida misma y sus derroteros, la literatura, la lectura y el escritor como hacedor de historias interminables que vinculan la realidad con la magia, podemos afirmar que se trata de un libro con el que el lector de cualquier edad puede emocionarse, asombrarse y pensar.

Esta historia llena de idas y de vueltas está acompañada de una acertada estructura que genera episodios cíclicos. Lo que pretenden las vueltas al pasado y los múltiples caminos es mostrar que la ficción, como la vida, está repleta de “senderos que se bifurcan”, de historias que pueden volver a empezar  y que pueden tener siempre otro final.

El dinamismo de la narración se completa con diálogos desopilantes y llenos de humor, acciones imprevistas, giros sorpresivos, monólogos interiores que dan cuenta de los más variables pensamientos y estados anímicos propios de una quinceañera.

El texto está exento de localismos y de referencias toponímicas que puedan llevar a determinar que el lugar del desarrollo de la trama se corresponde con alguna ciudad en particular. Ni siquiera se advierte, en la atmósfera lograda, rasgos que remitan a la vida de provincia. Luciana encarna el prototipo de una  adolescente argentina común, habitante de una ciudad que bien puede ser Salta o cualquier otra.

Recién al finalizar la lectura del libro entendemos el epígrafe inicial: “En algún lugar un pequeño pájaro verde canta y un lector cree que abre este libro por primera vez.” Precisamente al término de la novela, el lector comprenderá hasta qué punto ese pájaro verde tiene que ver con la literatura en cuanto puente y camino, y entenderá también por qué es posible pensar que, como propone el relato, cada lunes y cada mañana empezamos la vida nuevamente, y nos arrojamos al mundo como si abriéramos por primera vez las páginas de un libro apasionante.