La buena noticia es que terminó guardado. Un gendarme tenía encerrada y esposada a su compañera que fue escuchada por los gritos que profería. Los vecinos se comunicaron con la policía y el sadogendarme terminó en cana.
El uso de la violencia en las funciones de la fuerza policial suele ser justificado, hay algunos que ven con buenos ojos la tortura y encierro de jóvenes “desbocados”, que han perdido el rumbo; son las mismas personas que no se molestan si se manda a la gendarmería a meter gas y bala para destrabar una ruta cortada. Tal vez este exceso de violencia y su cotidianización hacen más explicable esta historia, que no por ello puede justificarse.
Los vecinos de este gendarme perteneciente al Escuadrón 52 Tartagal, escucharon los gritos desgarradores de la mujer que convivía con él y se encontraba encerrada, esposada y amordazada hasta que pudo zafar y pedir auxilio. Se informó a la policía que llegó hasta el lugar para comprobar el brutal estado de la situación. De ahí fueron hasta el Escuadrón a buscar al sadogendarme para ponerlo bajo detención. La mujer fue trasladada al hospital para la revisión y constatación de las heridas que resultaron menores en el cuerpo, pero no se puede decir lo mismo de la psiquis de esta mujer que, según los vecinos, no era la primera vez que padecía este tipo de torturas.