«Bola de Sebo» es el título del cuento del autor francés Guy de Maupassant, quien emplea una sutil ironía para relatar su historia. «El hombre de arena» es el relato más célebre de E. T. A. Hoffmann, publicado en 1817 en sus Cuentos nocturnos es el relato más representativo del máximo autor del género del romanticismo negro.

Andrea Sztychmasjter

Se puede observar que mientras en El hombre de arena, perteneciente al romanticismo, aparece un relieve de la subjetividad, donde se ve lo humano fuera de lo racional y se concentra su mirada en aquello oculto y onírico, evocando así la idea de inconsciente que nos da el psicoanálisis, en Bola de sebo perteneciente al Realismo, se incorporan debates políticos, sociales y también existenciales. En los cuentos del periodo Romántico, en cambio, se mostrará la importancia de la fantasía en la obra de arte.

Dirá la edición de Ana Pérez sobre Hoffmann que en sus cuentos lo maravilloso y fantástico se inserta en la realidad cotidiana con la mayor naturalidad, pero también relatos sombríos donde las diversas formas de lo irracional abren a la lectora la conciencia del humano moderno.

En cuanto a la construcción narrativa del tiempo en ambos cuentos, podemos ver que en El hombre de arena los acontecimientos son narrados en sucesión cronológica, la única excepción es la carta con la que comienza el relato, en la que Nathanael rememora episodios de su niñez. Mientras que, en Bola de sebo, se da una linealidad del relato a partir de relaciones causales, la construcción del tiempo es precisa. En este último cuento la mención a momentos del día, fechas y ubicación darán datos de carácter histórico. (Ejemplo la guerra franco-prusiana y las actividades económicas de la época)

Otros de los rasgos del periodo en donde se encuentra El Hombre de arena, es que el relato solo ofrece perspectivas y opiniones de los diferentes personajes, ya sea porque hablan directamente o porque lo hacen a través de un narrador que no es omnisciente y solo trasmite opiniones subjetivas, de forma que el lector carece de elementos para saber cómo interpretar los hechos narrados. Esto, dirá la edición de Ana Pérez, responderá a la estructura narrativa y la permanente inseguridad que se origina en el lector, lo que contribuyen a generar la sensación de lo siniestro y el desasosiego de la lectora.

Como rasgo del periodo Romántico, dirá Dubatti que los románticos sintieron la necesidad de reencontrase con lo numinoso y lo sagrado.

“En el romanticismo se advierte un anhelo de supremacía del espíritu sobre la materia. Este antimaterialismo se manifestó en diferentes aspectos: el rechazo frente al avance de la industrialización, el desequilibrio entre agricultura y la industria y la posición del hombre degradado como un simple engranaje de la máquina, la sátira del filisteísmo burgués y la protesta contra la monotonía y la mediocridad de la vida burguesa; los románticos propiciaron una perspectiva religiosa frente a la realidad”. (Dubatti)

Dirá Pérez que en Hoffmann hasta lo más vulgar de la vida aparece envuelto en el brillo de una originalidad romántica, de manera que cualquier espíritu que tienda a lo fantástico se sentirá atraído por ellos. Hoffmann subraya la importancia de la ironía implícita, lo grotesco y lo cómico no solo se incluyen como parte del programa estético, sino que se justifican para penetrar en la verdad oculta a la mirada superficial.

La molestia será también un rasgo del romanticismo. El sujeto- artista se configura como un apartado social, posee una sensibilidad exacerbada y desmedida, al igual que su imaginación. Mientras que en el Realismo entre los tópicos podemos encontrar: el lugar de la mujer en sociedad, el dinero y la plutocracia, y los conflictos sociales, la marginalidad y sus diferentes formas (enfermedad, promiscuidad, prostitución, alcoholismo, mendicidad, orfandad).

En El hombre de arena de Hoffmann puede verse que los personajes y las imágenes de la tranquila vida burguesa se configuran en apariciones grotescas, diabólicas y aterradoras como en las pesadillas:

“Algunas veces pasaban varios días sin que viniera, pero luego sucedíanse sus visitas. Esto duró algunos años y nunca pude acostumbrarme a la idea del odioso espectro, cuyas relaciones con mi padre me preocupaban cada día más” (El hombre de arena).

Dirá Wellek que el término Realismo existió en filosofía desde hace mucho tiempo con un significado diferente. En Francia, el término se aplicó específicamente a la literatura en el año 1826. Para este autor el Realismo es la representación objetiva de la realidad social contemporánea. Esta descripción será como un arma polémica en contra del romanticismo como una teoría tanto de exclusión como de inclusión. Esta definición rechazará lo fantástico y lo que se asemeje a los cuentos de hadas, lo alegórico y simbólico, lo puramente abstracto y decorativo.

Para Wellek, la objetividad es una de las consignas importantes del Realismo: “Objetividad significa algo negativo, una desconfianza hacia el subjetivismo, hacia la exaltación romántica del yo”.

Según este autor, el Realismo pretende ser ommiexclusivo en el tema de la representación objetiva de la realidad y aspira a ser objetivo en el método, aun cuando esa objetividad difícilmente se logra, alguna vez en la práctica. El Realismo es didáctico, moralista, reformista. Señalará que, en algunos autores, el Realismo llega a ser historicista: se aferra a la realidad social considerándola como una evolución dinámica.

Siguiendo a este autor ya mencionado, al compararlo con el romanticismo, dirá que el realismo rompe con la exaltación romántica del yo, con el énfasis sobre la imaginación, el método simbólico, el interés por el mito, el concepto romántico de la naturaleza animada.

Espósito citando a Raymond menciona que en el siglo XIX, el Realismo fue un vocablo utilizado con cuatro significados: en el campo filosófico como a) doctrina opuesta al nominalismo y b) termino que describe las nuevas teorías naturalistas del mundo físico; en la vida cotidiana como c) descripción de actitud de enfrentar las cosas cómo realmente son y no cómo las imaginamos y en la literatura y el arte d) un método o una actitud que ofrece una descripción verosímil del mundo.

Este autor definirá que el termino realidad efectúa un movimiento de inclusión: lo feo y lo bajo ahora son asuntos legitimados y temas tabúes cómo el sexo, las enfermedades y las miserias humanas serán admitidos en el mundo del arte.

Siguiendo a Watt éste caracteriza que el realismo formal incluye el rechazo de los grandes argumentos tradicionales, a los que se encuentran atados géneros cómo la epopeya y la tragedia; la individualización de los personajes, que ya no deben ser superiores sino individuos comunes de la vida corriente, la descripción pormenorizada de los objetos y ambientes, la representación detallada del tiempo y el espacio y un lenguaje literario que dejando de lado las exigencias de la retórica clásica, resulte adecuado para transmitir la experiencia de individuos comunes, esto es un estilo transparente, orientado hacia la prosa periodística que otorgue aire de autenticidad.

El Realismo tendrá cómo procedimiento la descripción. Dentro de su objetivo- de dar cuenta del mundo tal cuál es- aparecerá la dimensión ontológica- el mundo puede ser dicho tal cuál es, y la epistemológica- sobre el conocimiento de lo real. Además, en su campo semántico aparecerá la mimesis, la verosimilitud y la representación.