Las complicaciones que acarrea para cada candidato este tiempo electoral incierto -y para algunos impiadoso- se tradujeron esta semana en reconciliaciones y divorcios. Las movidas nacionales siguen condicionando los proyectos para la gobernación provincial y el abroquelamiento de los dirigentes de mayor peso distingue ahora, entre poderosos y populares.
La pasada semana, se vio conmovida por el anuncio de la fórmula Fernandez – Fernandez, que restableció la polarización entre el macrismo y el kirchnerismo. La más perjudicada por esta jugada, fue la tercera avenida que quiere construir Alternativa Federal, quien padece incluso algún desmembramiento propio de las volubles posturas de algunos de sus integrantes más notorios.
Así, Lavagna amagó con dar un portazo para cortarse solo con Margarita Stolbizer, los radicales contrarios a Cambiemos y los socialistas de Santa Fe. Massa osciló entre quedarse, y dar una interna en Unidad Ciudadana; mientras que Scioli también jugó con la posibilidad de arrimarse al peronismo “racional”, para prontamente volver sobre sus pasos y amenazar con competirle a Alberto Fernández. Una muestra más de que el camino hacia el 11 de Agosto será tortuoso para los peronistas.
Los radicales definirán su estrategia en la convención nacional la semana entrante, aunque se sabe de antemano que continuarán en Cambiemos. Se impuso la postura del jujeño Gerardo Morales que pregona la necesidad de que esta alianza se amplíe a otros sectores por encima de la del mendocino Alfredo Cornejo, que proponía reformular hasta la base, el frente creado en el 2015. En una tercera posición, Ricardo Alfonsín cruzó la avenida de la ortodoxia radical y su rebeldía lo sitúa al borde de la traición. De nada valen en el radicalismo pragmático quienes buscan reivindicar el socialismo demócrata que practicaba convencido el “Padre de la Democracia”, su padre.
El golpe de Alternativa Federal lo ha sentido con mayor crudeza Juan Manuel Urtubey, quien no solamente se ha estancado en las encuestas, sino que cada vez evidencia con mayor nitidez su funcionalidad al macrismo. Hasta le midieron el traje para vicepresidente de Macri y tuvo que salir a negar una sociedad que nació para la clandestinidad pero a la que muchos la cuestionan dentro del justicialismo en cualquiera de sus vertientes. Sólo otros infiltrados macristas como el cordobés Juan Schiaretti –que devuelve los favores que lo catapultaron a la reelección con abrumadora mayoría- y el camaleónico Miguel Pichetto, lo aceptan como un par en esta transversalidad que conspira contra Roberto Lavagna, para beneficiar al presidente Mauricio Macri.
El gran acuerdo reducido a dos hombres de poder.
Luego de una semana pasada crítica, Gustavo Sáenz ha movido otra ficha que conmovió nuevamente el tablero político salteño. Cuando parecía que se quebraban sus acuerdos con Juan Romero, Alfredo Olmedo y Cambiemos -y que dependería casi con ingenuidad de la arbitrariedad de Urtubey- se reconcilió con el dirigente de la gorra amarilla y anunció que conformaran un espacio en el que podrían concentrarse el 45% de los votos.
Una verdad a medias, es considerar que existe sumatoria aritmética entre las mediciones que ambos dan en las encuestas como candidatos a gobernador; pero también es acertado postular que ambos constituyen al menos la mitad de un espectro, en donde la vereda de enfrente tiene candidatos que muestran menos de un dígito de intención de votos. Yarade e Isa, los únicos que quedan en el oficialismo provincial, no llegan juntos a los 10 puntos.
En medio de las debilidades recientes del intendente capitalino, el romerismo decidió avanzar instalando a su líder como candidato a gobernador. Convencidos que los acuerdos tienen más fortaleza que la audacia electoral, insisten en la megalista que les garantice el cargo ejecutivo ante la escasa posibilidad de revalidar la banca como senador nacional.
Así, el lunes pasado Urtubey frente a catorce intendentes del sur provincial, anunció que habría una gran PASO en la que competirían por su sucesión: Isa, Yarade, Olmedo y Sáenz. Pablo Kosiner y Juan Carlos Romero, en ese esquema, serían candidatos únicos a diputado y senador nacional. Por lo visto, en la superestructura dirigencial local todavía se cree en la transversalidad que puede imponer el poder actual.
Siguiendo esta saga, el jueves se reunieron en Buenos Aires Juan Carlos Romero y Fernando Yarade, para gestar un acuerdo electoral que garantice continuidades con trasvasamiento de funcionarios. Los que no pueden llegar por las urnas quieren quedarse igual en los cargos, aprovechando la compatibilidad con el gobernador y la anuencia de la mayoría de los intendentes. La fórmula podría incluir la amalgama de estos dirigentes, más los pactos para sostener la actual corte urtubeycista y los feudos municipales.
Luego de acordar cambios en la justicia y en la Auditoría General de la Provincia, Urtubey y Romero buscan ingeniería electoral que les permita mantener la sociedad que más beneficios les genera. Atrás quedaron las reyertas judiciales que tuvieron a Pablo López Viñals como punta de lanza.
El ring, cual espectáculo de lucha libre, improvisa hoy la escena de rivalidad entre Urtubey y Romero –los mandamases que tienen como socio oculto a Jorge Brito-; y Sáenz con Olmedo que aspiran a captar –dicen- el voto de la gente, antes que los apoyos dirigenciales.
De nuevo en casa.
Comentan que algún operador de Romero, le pidió a Olmedo que confrontara y limara públicamente a Sáenz luego de que en alguna entrevista de la semana, el diputado nacional amarillo se lanzara con críticas contra los funcionarios del intendente tras las últimas novedades judiciales que culminaron con la detención del empresario Matías Huergo.
Sin embargo es esta sugerencia, la que terminó arrimando una solución a quienes el 1° de marzo anunciaron que competirían por la gobernación en el mismo espacio. Ya nadie esconde mensajes, ni se reservan conversaciones y el vale todo expone a cualquiera, que pueda abrir la puerta del triunfo.
Finalmente Sáenz y Olmedo, han decidido apartarse del juego de seducción urtubeycista que nada garantiza. Todo indica que los quiebres sobrevendrán en otros niveles si ambos cierran filas sin abrir resquicio para negociaciones que garanticen los acuerdos ya ejecutados o en cumplimiento.
A esta encrucijada se enfrentó Romero en 2015 y la resolvió integrando a Alfredo Olmedo a la fórmula gubernativa, para luego comprobar que la sinergia con el olmedismo es altamente improbable porque éste fideliza votos de sectores bajos y autoritarios que no se transfieren al político ortodoxo, y mucho menos al liberal. Por la misma razón Olmedo compite con el kirchnerismo en ese estamento.
Tras este abrazo que no incluye tributo ni obediencia al poder real de la provincia, surgen varios interrogantes. La promesa de apoyo de Sáenz a Urtubey como presidente sigue vigente, pero ¿acaso se mantendrá la palabra del primer mandatario para que Sáenz sea su candidato para el sillón de Grand Bourg? El anunció de que Sáenz tiene que ir a unas PASO en el oficialismo provincial ¿le garantiza un triunfo, si la exclusividad ya no existe?
Otro frente amarillo en ciernes.
El macrismo ha reaccionado en términos lógicos y en estos días se avecina una cumbre entre el PRO, Propuesta Salteña y la UCR para formar la alianza nacional de Cambiemos. Sáenz ya no aparece entre los invitados, aunque ha liberado por ahora a sus socios para que apoyen a quien quieran para presidente. Los históricos de Cambiemos en Salta tampoco esperan a Juan Carlos Romero. Olmedo ha quedado en la duda, aunque es probable que para enfrentar a Sáenz en las PASO provinciales de octubre, logre la ayuda de Martín Grande y Miguel Nanni.
El diminuto diputado nacional radical quiere la reelección y por lo visto, al menos tendrá la posibilidad de competir para las PASO de agosto. En el otro rincón el guachipeño José Ibarra ha anunciado a quien quiera oírlo, que competirá contra Nanni y cualquiera que se cuadre. Martín de los Ríos ya está bajado, aunque su derrotero ahora lo ubica más cerca de Nanni que de Ibarra, a pesar de que en Buenos Aires ya le ordenaron que respete los acuerdos que le permiten a Macri en Buenos Aires, un trato benévolo de los sindicalistas.
Lo que no alberga dudas, es que en su nuevo espacio Sáenz y Olmedo tendrán que decidir si apoyan a Urtubey o a Macri, siendo su límite el kirchnerismo. La estrategia de la provincialización no se vende en las altas esferas nacionales en donde se juega a todo o nada.
Todavía queda mucho camino por recorrer y una variante que podría restablecer las estrategias transversales, sería la inminente confirmación del fallo de la jueza federal María Servini de Cubría, autorizando nuevamente las colectoras para la candidatura a presidente. De definirse, el frente de Sáenz podría concretar su anhelo inicial de apoyar hasta las PASO a Urtubey y a Macri.
El kirchnerismo se agranda.
Acaso porque en la semana se sucedieron demasiados hechos políticos y porque fue Cristina Kirchner la que nuevamente tomó la iniciativa para asombrar a sus adversarios, los pingüinos salteños comenzaron a reagruparse y a encontrar más adhesiones. A ello se suman las encuestas que ratifican que la fórmula presidencial kirchnerista se impone sobre la de Mauricio Macri en casi todo el territorio a excepción de CABA. En Salta también se impone sobre Urtubey.
Los casi 25 puntos de la ex presidenta se transferirán a quien ella diga y en la provincia, aparece como ganadora para las PASO del 11 de agosto. No obstante, con la elección desdoblada en Salta, es dudoso que el tartagalense logre mantener ese caudal para sí. Algunas encuestas dicen que los votos de Cristina se reparten parejo entre los distintos candidatos a gobernador, y eso los sitúa como un elemento casi neutro.
Mientras algunos especularon con que el Oso Leavy se postularía para senador nacional, el diputado nacional K desmintió estas especies y confirmó que competirá para gobernador. El acercamiento de Javier David parece garantizar que el rubio diputado nacional desembarcará como candidato a intendente en la capital, donde Sáenz sigue siendo la figura determinante. Las magras mediciones de los K en la urbe más importante de Salta los obliga a pactar hasta con el diablo, para compensar las ventajas que otorga su imperfecta expansión territorial.