En el día del trabajador fuimos hasta un bar de la zona Tres Cerritos. Tocaban los Nórdicos Andinos, una banda atípica en la nueva movida salteña. Improvisación, rock, tragos en frascos, fotografías de películas y algunas cosas más de una noche tranquila con olor a asado. (R.E.)

La conmemoración por los trabajadores muertos en Chicago ha derivado en una extraña celebración. Es 1 de mayo y en las calles de Salta por la noche no hay un alma. Tal vez algún fantasmeado, pero no más que eso. En el trayecto desde la redacción del semanario hasta la primera rotonda de Tres Cerritos esto se hace palpable. Hay música y olor a asado finalizado que sale de algunas casas cerca de la vía. Casi todos los negocios están cerrados y son pocos los autos que transitan por el asfalto. Una noche bastante agradable.

Alrededor de las doce, y cuando ya dejaba de ser el día del trabajador, llegamos hasta una casa devenida en bar. En la entrada un cartel que dice El club del ocio, nos recibe. Hay un tipo parado en la puerta tras una especie de mesa de recepción. No hay que pagar entrada y esa es una buena noticia. Pasando la puerta hay un jardín con mesas y sillas, algunas personas sentadas porque no hace frío.

Adentro está todo armado y listo para que la banda arranque la noche, todo dispuesto en una especie de living rodeado por grandes sillones. Detrás está barra que sobre la chimenea tiene una foto enmarcada de los actores de El gran Lebowski en una especie de selfie. La pregunta obligada es a qué hora arranca la banda, alguien responde que en media hora. Entonces hay tiempo para recorrer este lugar un tanto extraño para la experiencia de este cronista. Una casa grande, con varios ambientes y una decoración muy top: paredes adornadas con fotogramas de películas dispuestos en línea, desde Bruce Lee hasta La guerra de las galaxias, clásicos del cine yanqui, alguna que otra rareza, pero que hacen del camino al baño un poco más entretenido que en otros bares.

Hay mesas en todas las salas, también un patiecito interior con una fuente y dos máquinas viejas de juegos, alguien se calienta las muñecas con el Metal Slug 2. Varias personas caminan entre las salas y hay más sentadas, conversando y tomando tragos, pero nadie parece estar muy interesado en la banda. La distancia entre los ambientes hace que quien está al fondo no sepa que adelante, en el living, hay música en vivo, y si la escucha, ésta parece parte del ambiente. Subiendo por la escalera hay un primer piso con una sala desde donde se puede ver también el living y un balcón que da al jardín de ingreso. Algunas chicas toman tragos en frascos y ríen. Una se para y baila al ritmo de Iggy Pop mientras camina hacia el balcón para fumar. Abajo los Nórdicos Andinos están por comenzar a tocar. Resulta extraño que en un bar en el que la birra sale un Sarmiento, sirvan tragos en frascos de mermelada. ¿Eso será muy croto o muy cool? Una pregunta que será respondida en el transcurso de la noche, pero no en el transcurso de esta crónica.

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El DJ para la música del bar y comienzan a sonar algunos ruidos extraños provenientes de un teclado midi, luego los miembros de la banda se calzan los instrumentos y largan con lo que será una especie de zapada entrecortada. Martin Retambay en el bajo, Augusto Vera en guitarra, Eneas Fabris en Baterìa e Isis en la voz. Una banda doblemente atípica en la escena salteña. Primero porque hacen de la improvisación una forma de expresión y esto, salvo en algunas bandas de jazz, no es para nada usual. Segundo, porque es una banda que al frente tiene una vocalista mujer y esto, salvo en las bandas de covers, tampoco es usual. El rock salteño cabeza es todavía de los vagos, son pocas las mujeres y contadas las bandas que tienen la presencia femenina como  central. Aunque en los Nórdicos Andinos no se pueda decir que un instrumento (si pensamos la voz como uno) tenga preponderancia sobre otro.

Salvo que se tenga un oído entrenado, es muy difícil decir que lo que están tocando los NA es improvisación, esto tal vez porque la música fluye entre los ritmos con bastante calidez. No hay cortes abruptos que hagan sospechar que nos están guitarreando. Sólo para quienes hayan escuchado previamente la banda o el trabajo de su vocalista, Isis, pueden saber que lo que se toca en vivo no sucederá nunca más. “Es una banda de música improvisada en vivo. Ensayamos seguido… lo hacemos para conocernos y practicar como músicos. Ya llevamos más de dos años. No estoy segura. Nos juntamos a jugar con el sonido… es a oído… es genial. Me encanta”, nos comentará luego de la tocada Isis, quien ha hecho de esta libertad sonora una especie de bandera en casi todo lo que produce. Además tiene otra banda que va por la misma línea, no tan del palo del rock, sino más ligada al noise pero siempre en la búsqueda del sonido irrepetible: 1/3 es el nombre de la banda. Los otros integrantes de los Nórdicos Andinos viene sí del rock: “Yo tocaba en Intip Shaplan con Augusto; Eneas tenía una banda en Córdoba me parece… no recuerdo el nombre; Martín tocaba y sigue tocando en CalmaNiño y Desequilibrio Emocional”, nos cuenta más adelante.

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Preguntar si es que cuentan con alguna grabación tal vez resulte inútil si la propuesta de la banda es jugar con lo efímero de la improvisación, en ese punto en el que lo irrepetible se hace sonido y una vez que pasa no vuelve más. A pesar que circula uno que otro video de las presentaciones de los Nórdicos por la web y en su página de Facebook, las grabaciones no parecen ser lo que más le interese a la banda.

La elección por improvisar en el escenario la responde Isis: “los chicos sinceramente no lo sé bien… yo empecé con el tema desde siempre. Y quería una banda así, me junté con Martín, el bajista y Eneas, el baterista y nos sentíamos muy libres al momento de improvisar… nos sentíamos explosivos, llenos de adrenalina; y sobre todo libres de expresarnos…  sentir el momento y surfear con la música”.

Va casi la mitad de la tocada, unos 5 o 6 temas y la gente que entra, recorre y sale del lugar está poco interesada en la música, salvo los que estamos sentados en los sillones gigantes en primera fila y algunos más en la barra y cerca de ella, a los demás no les pega mucho la música; conversan y beben en sus mesas, prestan poca atención. Hay muchas cabelleras rubias, cortes de pelo a la moda y pantalones extraños. Alguna que otra barba hipster y calzas de animal print. Es inevitable pensar en una canción de Sumo. Este no es un lugar del under local, no. Es un bar creado para gente de Tres Cerritos, un ambiente cool, con música in.

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Alguien comenta que esta es la primera presentación y que abre con un ciclo que tienen planeado en el bar, algo así como invitar una banda cada cierto tiempo para que toque en vivo. Mietnras tanto ya los Nórdicos han entrado en calor y el batero le pega duro a los parches, parece que cualquier rato revienta alguno. Hay una buena energía. Mucho aire de funk, juegos de efectos y pedales que siguen la base del bajo. Isis no sale del trance. Ella sigue cantando y se aleja, luego vuelve; la voz acompaña y por momentos parece que satura, pero en ese punto se detiene. Ver a los Nórdicos es una buena experiencia auditiva. Más que recomendable.

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La música va a seguir al menos por media hora más, en total se mandaron algo así como 10 canciones que lindaban con el punk, sonidos noventosos, algo de shoegaze y la voz hipnótica. La tocada entera duró lo que tarda en bajarse una birra. Luego la huída era inevitable. Afuera esperaba la ciudad vacía, un par de amigos que tenían un vino y vasos de verdad.

Fotos: Ela Nunes