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El aniversario de nacimiento de Juana Manuela Gorriti (16 de julio de 1816) será celebrado con la presentación de su libro: “El mundo de los recuerdos”. Será el jueves 13 de julio a las 20 horas en Belgrano y Sarmiento.  

El evento está organizado por el Ministerio de Cultura, la Secretaría de Cultura y la Biblioteca Atilio Cornejo y se concretara en la Sala de Autores Salteños de la Coordinación de Bibliotecas y Archivo, sito en Avenida Belgrano esquina Sarmiento.

El libro que se presentará es “El mundo de los recuerdos” en una edición crítica de Mónica Cárdenas y Lucia Cornejo. También intervendrán Leonor Fleming y Raquel Espinosa. Esta última publicó en Cuarto Poder varias notas resaltando la labor literaria de Juana Manuela Gorriti, hija de José Ignacio Gorriti quien se involucró con la revolución de mayo y fue gobernador de Salta.

Juana Manuela se casó en 1833 en Bolivia con Manuel Isidoro Belzú quien sería presidente de ese país y fuera asesinado en medio de las guerras civiles que caracterizaron al continente tras la consolidación de los nuevos estados americanos.

Gorriti como esposa del caudillo boliviano lo acompañó a todos los destinos que le imponían al militar; aunque finalmente terminara separándose e instalándose con sus hijas primero en Arequipa y finalmente en Lima. Muchos de los conflictos de pareja se explican por la rebelión de la salteña contra la sociedad patriarcal que imponía a las mujeres un papel excluyente en la vida pública.

Gorriti no. Ella leía, opinaba, escribía y conspiraba y a esas actividades se sumaron los rumores de romances clandestinos de ambos cónyuges por lo que el fin de matrimonio en 1848 era previsible. No obstante, cuando Juana Manuela, casi 20 años después se enteró del asesinato de su exesposo retornó a La Paz para rescatar junto con una hija, el cadáver de Belzú que yacía en el Palacio Presidencial.

En su biografía sobre Belzú, dice Raquel Espinosa, Juan Manuela cuenta que durante tres días desfilaron por la capilla ardiente levantada en la residencia de su hija mayor, hombres, mujeres, ancianos y niños angustiados por la muerte del Tata, tal como llamaba el pueblo al militar que según los historiadores fue un precursor del populismo en el continente.

Sea como fuere, la guerra y las muertes que trajeron no la abatieron. Y aunque la viudez la dejó más desamparada siguió luchando. Le aparecieron nuevos amores, nuevas  lecturas y nuevos trabajos que incluyo la educación de señoritas y la organización de veladas literarias.

Como a tantas otras vidas, las guerras por la independencia la habían expulsado de su patria a ella y a su familia, le habían arrebatado sus bienes y sus amigos. En Bolivia las mismas luchas contribuyeron a la disolución de su matrimonio y determinaron su viudez. A la muerte de su esposo sucedieron las muertes de sus hijas. Debió también sufrir las muertes violentas de sus hermanos. Una vida, en síntesis, signada por la tragedia.

Años más tarde, como hija de un guerrero de la independencia se la notificó de una pensión que recibiría por una ley sancionada durante la presidencia de Domingo Sarmiento pero la pensión implicaba que Juana Manuela, entonces de casi 60 años, residiera en Buenos Aires para poder cobrarla cuando en Lima había encontrado un hogar seguro.

Con las únicas armas con que sabía defenderse, las palabras, disparó contra los responsables de esa injusticia a quienes tildó de “zánganos”: “He aquí yo – escribió – que en la vejez, edad de reposo, para escapar al rudo trabajo de la enseñanza, voy peregrinando en busca de un pedazo de pan que mi país me echa como una limosna cacareado y dado en cara en pago de la inmensa fortuna que mi padre prodigó para darle la independencia.”