El aborto es legal en Francia desde 1975, pero años antes 343 francesas reconocidas de distintas disciplinas firmaron un manifiesto. Todas se autoinculpaban, declarando haber abortado mientras reclamaban el derecho a un aborto libre.
El 5 de abril de 1971 un manifiesto firmado por 343 mujeres francesas reclamaba el derecho a la interrupción del embarazo en la revista Le Nouvel Observateur. El texto redactado por Simone de Beauvoir lo suscribieron escritoras, actrices, directoras de cine, y mujeres reconocidas de diferentes disciplinas.
Todas ellas se autoinculpaban, declarando haber abortado mientras reclamaban el derecho a un aborto libre. A raíz de un chiste de la revista satírica Charlie Hebdo aquella proclama acabará conociéndose mediáticamente como la de las «343 salopes» (“Las 343 zorras”). Nacido de la pluma de Simone de Beauvoir, este Manifiesto certificaba que el aborto era la clave para comprender tanto el drama identitario que aquejaba a las mujeres, como la esencia de la lucha feminista.
A pesar de su antigüedad, el texto todavía tiene vigencia más aun en nuestro país donde se lleva a cabo un debate histórico en busca de la despenalización y legalización del aborto. El Movimiento de Liberación de la Mujer así como otras organizaciones feministas suscribieron también a este Manifiesto. Una ley, autorizando el aborto libre y gratuito, terminó siendo promulgada en el año 1975. La denominada ley Veil, en referencia a Simone Veil, ministra de Salud de Valery Giscard d’Estaing.
La ministra Veil, después del fracaso de su antecesor, Michel Poniatowski, abogó por una ley según ella “necesaria ante la injusticia y la ineficiencia de una legislación caduca sobre el aborto”, poniendo énfasis en “la desigualdad social de las mujeres ante un embarazo no deseado”.
“No podemos seguir cerrando los ojos sobre los 300.000 abortos que cada año mutilan a las mujeres de nuestro país”. Con estas palabras, Simone Veil, la ministra de Sanidad del gobierno de Jacques Chirac denunciaba el drama de los abortos clandestinos en Francia ante los diputados de la Asamblea francesa. Abogada, política y superviviente del campo de concentración de Auschwitz, Veil fue la encargada de defender la ley de la interrupción del embarazo, una cuestión que levantó un duro y agrio debate en la sociedad francesa desde el anuncio de su elaboración. Cuarenta años después, una película La loi, le combat d’une femme pour toutes les femmes (Christian Faure), producida por el canal público France 2, ha devuelto a la actualidad aquellas semanas que la sociedad francesa vivió, uno de sus debates más ásperos y confrontados en la calle y en los medios de comunicación.
Aquí compartimos el Manifiesto completo y traducido, de una vigencia sorprendente en Argentina:
En Francia cada año un millón de mujeres aborta en peligrosas condiciones, a causa de la clandestinidad a la cual se ven condenadas. Esta operación, efectuada en medio hospitalario, no presenta mayores riesgos. El destino de estos millones de mujeres es silenciado. En consecuencia yo declaro formar parte de ellas. Declaro haber abortado.
De la misma manera que exigimos la contracepción libre, reclamamos también la libertad de abortar.
Aborto
Esta palabra expresaría y limitaría, de una vez por todas, la esencia del combate feminista. Ser feminista es luchar por el derecho al aborto libre y gratuito.
Aborto
Al parecer este asunto sería una cosa de mujeres. Al igual que la cocina y los paňales, es decir algo sucio por definición. Luchar por el aborto libre y gratuito pareciera ser, además, una cosa tan irrisoria y mezquina…Porque siempre debe haber un olor a hospital, a cocina, o a caca detrás de las mujeres.
Nuestras emociones ligadas a nuestra lucha por el aborto libre son complejas. Ellas demuestran la dificultad que tenemos en asumirnos, a convencernos de que vale la pena combatir por nuestros derechos. A diferencia de los otros seres humanos, nosotras no tenemos el derecho a disponer de nuestro cuerpo. Sin embargo, el vientre es nuestro.
El aborto libre y gratuito no es nuestra única plataforma de lucha. Esta demanda es simplemente una exigencia elemental. Si no se la toma en cuenta, el combate político no puede ni siquiera comenzar. Recuperar, reintegrar nuestro propio cuerpo constituye para nosotras, las mujeres, una necesidad vital. De frente a la Historia nuestra situación es bastante singular: en una sociedad moderna, como la nuestra, somos seres humanos a quienes se les prohíbe disponer de sus cuerpos. Una situación que en el pasado sólo los esclavos han conocido.
Este escándalo se perpetúa en permanencia. Todos los años hay 1.500.000 de mujeres hundidas en la desesperación y la vergüenza. Entre ellas hay 5000 que mueren. Sin embargo, el orden moral de nuestra sociedad no se ve perturbado en absoluto.
EN FRANCIA CADA AÑO UN MILLÓN DE MUJERES ABORTA EN PELIGROSAS CONDICIONES, A CAUSA DE LA CLANDESTINIDAD A LA CUAL SE VEN CONDENADAS.
ESTA OPERACIÓN, EFECTUADA EN MEDIO HOSPITALARIO, NO PRESENTA MAYORES RIEGOS.
EL DESTINO DE ESTOS MILLONES DE MUJERES ES SILENCIADO.
EN CONSECUENCIA YO DECLARO FORMAR PARTE DE ELLAS. DECLARO HABER ABORTADO.
AL IGUAL QUE RECLAMAMOS EL LIBRE ACCESO A LOS MEDIOS ANTICONCEPTIVOS, RECLAMAMOS EL ABORTO LIBRE.
Quisiéramos gritarlo en voz alta
El aborto libre y gratuito significa: cesar en el acto de avergonzarse de su cuerpo, poder por fin sentirse libre y orgullosa de él (al igual de todos aquellos que tienen un buen un empleo).Dejar de sentirse avergonzada por el hecho de ser mujer.
Un ego desmenuzado, desperdigado, hecho añicos: está es la impresión íntima que resiente una mujer cuando debe hacerse un aborto clandestino.
Ser siempre una misma. No sentir más el miedo a ser “tomada», a ser aprisionada en una trampa. A sentirse desdoblada, impotente, con esa especie de tumor incrustado en nuestro ser. La idea de librar este combate me estimula. Si lo gano, a partir de ese momento comenzare a sentirme dueña de mi misma. Y no del Estado, de una familia, o de un niño que no deseo.
Esta lucha nos permitiría controlar el flujo de nacimientos. Como cualquier otro productor, las mujeres deben poder controlar su producción. Utilizar este control implica transformar radicalmente las estructuras mentales de las mujeres. Y una transformación, igualmente radical, de las estructuras de la sociedad.
1) Yo hare un niño, si tal es mi deseo y no sufro ninguna presión moral. Ninguna institución, o imperativos de orden económico, deberían obligarme a hacerlo. Está prerrogativa constituye mi poder político. Al igual que otros agentes productores, yo puedo, si la situación lo exige, presionar a la sociedad con mi producción (huelga de nacimientos)
2) Yo hare un niño si considero que la sociedad, en la cual nacerá, me conviene. Y si esta misma sociedad no hace de mi una esclava de este niño, su nodriza, su sirvienta, su cabeza de Turco.
3)Yo asumiré la responsabilidad de concebir un niño si este es mi deseo, y si esta sociedad me conviene a mí como a él. Es decir una sociedad sin riesgos de guerras y sin trabajo esclavizador.
No a la libertad vigilada
El debate sobre el aborto que tiene lugar, actualmente, ignora a sus principales interesadas, las mujeres. Establecer si la ley debe ser liberalizada; determinar en que casos el aborto puede ser autorizado, o el problema del aborto terapéutico, todos estos temas son sin ningún interés para nosotras. Está temática no nos concierne en nada.
El aborto terapéutico exige una “buena “razón para obtener el “permiso” de abortar. Esto significa que debemos merecer el derecho de no tener niños. Al igual que antes seguimos siendo desposeídas de nuestro derecho a dar la vida o no. Obligar a una mujer a ser madre seguiría siendo un principio legítimo. Establecer algunas excepciones a esta regla no haría más que reforzar esta legislación. Esta nueva ley, por muy liberal que está sea, continuaría ocupándose de nuestro cuerpo. Ahora bien, el uso de nuestro cuerpo no debe ser reglamentado en absoluto. Nunca aceptaremos excepciones; restos de lo que los otros seres humanos disfrutan desde su nacimiento: la libertad de hacer uso de su cuerpo a su antojo.
En nuestra calidad de mujeres nos oponemos a la ley Peyret. Al denominado proyecto A.N.E. Ha, así como a cualquier ley que pretenda, de alguna manera u otra, regular nuestros cuerpos. No queremos que se promulgue una ley más ventajosa para nosotras. Queremos simplemente que no haya ley. No pedimos la caridad, pedimos simplemente justicia. Somos 27000000 en este país. 27 000000 ‘ciudadanas” que hoy en día son tratadas como ganado.
A los fascistas, cualquiera sea su pelaje ,les decimos ( aquellos que lo reivindican y nos agreden físicamente, católicos , integristas, demógrafos, médicos, expertos, juristas, “hombres responsables”, a Debré, Peyret, Lejeune, Pompidou , Chauchard, el Papa) que a partir de ahora están desenmascarados. Que son unos asesinos y que por lo tanto les prohibimos terminantemente utilizar el término “respeto a la vida”. Está es una obscenidad en sus bocas. Somos 27000000 y lucharemos hasta el final para lograr lo que se nos debe: poder disponer libremente de nuestros cuerpos.
LOS DIEZ MANDAMIENTOS DEL ESTADO BURGUÉS
Feto en lugar del ser humano elegirás cuando este Ser es una hembra.
Mujer nunca deberá abortar, sobre todo si Debré reclama 100 millones de franceses.
100 millones de franceses tendrás, a condición de que estos no te cuesten nada.
Sumamente severo será con todas aquellas hembras pobres que no pueden darse el lujo de ir a abortar a Inglaterra.
Siempre mantendrás un margen de desempleo, a fin de complacer los deseos de los capitalistas.
Muy moralista serás, Sólo Dios sabe lo que “nuestras “mujeres harían si por ventura fueran libres.
Fetos tu preservaras. Resulta más rentable matarlos a los 18 años, cuando hacen el servicio militar.
Necesidad de estos últimos siempre tendrás, porque tu política imperialista proseguirás .
En cuanto a ti: contracepción utilizaras, así los pocos hijos que tendrás, podrán matricularse en las escuelas de elite. Y también porque sólo dispondrás de un departamento de diez habitaciones.
En lo que respecta a los otros individuos, la pastilla anticonceptiva denigraras siempre. ¡Porque no faltaba más!