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El libro de la buena memoria

Reeditan “El oficio del Árbol”, obra periodística de Manuel J. Castilla, con selección, prólogo y notas de Alejandro Morandini*. El autor repasa el proceso que dio lugar a esta antología que contiene las crónicas del poeta para el diario El Intransigente, entre 1940 y 1960.

A fines de 2001 estaba reuniendo información para un artículo que escribía para el periódico cultural Claves, que dirigía Pedro González, y tuve que recurrir a las bibliotecas para confirmar algunos datos en relación a la aparición  del poemario “Copajira”. En los archivos de la Universidad Católica doy con la colección encuadernada del diario El Intransigente que pertenecía a Michel Torino, fue entonces cuando comencé la lectura de los periódicos de época y doy con una serie de artículos sin firma que cabría suponer, pertenecían a Castilla. Breves viñetas costumbristas y de paisaje urbano.

Por los escasos datos biográficos que disponía del poeta, supuse que esos artículos anónimos podrían ser de su autoría, coincidían con los años de su producción periodística en el viejo periódico salteño. Con el tiempo y otras lecturas paralelas a la de los archivos, fui confirmando esta hipótesis y profundizando en la búsqueda de nuevos artículos.

Aquella nota para la revista Claves finalmente se publicó en abril de 2002 con el título “Castilla, cerca de la revolución”, donde ya confirmaba la tarea desempeñada por Castilla en el diario, y que su actividad en tal empresa no había sido meramente casual o producto de alguna beca o posición favorable frente al empresario viñatero y periodístico que era Michel Torino.

En 2008 concursé y obtuve una beca de investigación para escritores del interior que otorgaba el Fondo Nacional de las Artes. Me pareció oportuno abarcar una lectura más extensa de los archivos; entonces me pareció realizar aquellas lecturas con el objetivo de encontrar una obra periodística de carácter profesional y no sólo observar la colaboración literaria, muy común entre los escritores de la época para con el periódico, sino coleccionar aquellas escrituras que respondían a un compromiso laboral en la redacción del diario. Es decir, atender a una escritura que se producía de forma sistemática. Es tentador acuñar la imagen romántica del poeta y forjar su memoria como la de un hombre entregado a la vida bohemia pero en todo momento las lecturas me indicaban el desarrollo de una capacidad profesional asombrosa ejerciendo la crónica.

Criterio de selección.

La investigación reunida para el Fondo Nacional de las Artes constituye un fondo de más de 2.600 notas, ensayos, viñetas, crónicas y entrevistas que en su mayoría pertenecerían a Manuel J. Castilla en un período que va de 1936 a 1962. Esa investigación en su totalidad se encuentra depositada en la Biblioteca del Congreso de la Nación y en la Biblioteca del Fondo Nacional de las Artes como así también en las Bibliotecas de la Universidad Nacional de Salta y de la Universidad Católica.

La publicación de todo ese material resultaría imposible de adjudicar totalmente al poeta y, eventualmente, de publicar. En 2011 la Secretaría de Cultura de la Provincia anuncia la conformación de un Fondo Editorial para la publicación de ensayos e investigaciones literarias. Dada la extensión de la investigación, tanto como había resuelto conservar en imágenes facsimilares el material recuperado de archivo, la posibilidad de concretar la edición sería posible si la provincia se aviniese a realizarla. Y así fue. Luego de un extenso trabajo con la editora de la Secretaría de Cultura y la factura final en los talleres de Mundo Gráfico, el resultado fue ese libro de más de 500 páginas con reproducciones facsimilares e ilustraciones de época que se llama “El oficio del árbol”.

En todo momento me pareció oportuno reunir lo que fue una producción seriada que aparecía en las páginas del periódico como crónica cotidiana, y que son las observaciones del poeta sobre el chaco-salteño, la explotación del indio en el ingenio, el carnaval, los oficios terrestres, los pueblos polvosos del terruño, y la incesante memoria natural y humana de la provincia. Igualmente, me pareció importante reunir sus primeras notas en el diario, que aunque no muy elaboradas, resultan interesantes para observar la evolución de su poderosa voz poética. También hubo que decidir sobre la publicación o no de muchas colaboraciones suyas en verso, es decir poemas que no están incorporados a sus libros, ese material junto a algunas colaboraciones para distintas secciones del diario quedó finalmente descartado. Hay que tener en cuenta en todo momento que el libro abre con la reunión de la producción de un joven de 22 años y cierra con la obra de un adulto de 42 luego de sus viajes, verdaderas travesías, sus lecturas y la intensidad desbordante de la vida de un poeta.

En las páginas de este libro podemos observar cómo madura su visión de la ciudad de Salta, que va transformándose por el progreso y la necesidad de dar testimonio de una experiencia social que se pierde por el propio devenir de la historia. Prioricé esa visión a otras cuestiones curiosas pero que no se si eran o son tan importantes, por ejemplo una columna brevísima que se llamaba “En la lucha por la vida”, y que el poeta sostenía casi a diario y que consistía en la foto de una actividad laboral urbana y una brevísima nota al pie que comentaba la actividad retratada. En todo caso creo que se reunieron notas que muestran un gran abanico de temas y circunstancias que le tocó cubrir al poeta como cronista. Dejé afuera algunas entrevistas que aún sin firma, claramente eran diálogos sostenidos por Castilla, en ese sentido ahora lamento no haber encontrado un lugar para una entrevista que le realiza a Artidorio Cresseri, autor de la López Pereira, en el lecho de muerte.

El poeta y el prosista

Hay mucho de la percepción subjetiva que pone en juego el poeta en estas crónicas. Una escritura que no sólo toma como objetivo la ciudad de Salta sino que se lanza a observar toda la actividad de los pueblos en esa enorme extensión que es la campaña salto-jujeña, con sus enormes territorios fronterizos y su diversa e intrincada topografía. Lo hace recurriendo a un lenguaje poético donde utiliza su habitual gerundeo, el abuso de pronombres posesivos y busca en todo momento subjetivar la naturaleza. Diría que en su prosa también reverberan las formas orales. Los temas también son muchos de los que se encuentran en su producción folclórica: los humildes habitantes de la tierra, mitos que pertenecen a  la memoria salteña. Hay una posición intelectual en Castilla, que naturalmente, tiene que ver con la tradición literaria en Castilla, y que es muy notable, y es que el pensar es recordar. El oficio que ejerce es el de la memoria. Supongo que también hay una disposición pedagógica en ese ánimo evocativo.

En algún momento dentro de nuestra historia literaria se interpretó a la bohemia como toda actividad productiva de la que pueda ser capaz el poeta, sin embargo había algo que resultaba de interpretar cómo se sostenía materialmente en la vida, cuáles eran sus recursos. En todas sus columnas asoma la percepción de un viandante que recorre la ciudad en busca del acontecimiento que no necesariamente coincide con la noticia del día. Entiendo que él traduce su experiencia sensible en una actividad social, remunerada, reglada, rutinaria. Esta colección reúne una porción bastante representativa de ese trabajo en la redacción. Hay otras notas de carácter deportivo, bibliográficas, culturales, policiales y algunas editoriales, que abarcan cuestiones de carácter político. Es decir, que estamos ante un escritor que desplegó una actividad muy variada y que esta colección ha querido reunir como homenaje a esa trayectoria.

En su actividad como periodista que podemos ubicar de 1940 a 1980 lo que se puede observar es un fuerte compromiso con la orientación política del diario de Michel Torino, incluso y este no es un dato menor, sufre en su persona los avatares de las desventuras políticas de su propietario. Cuando el periódico es clausurado por el peronismo, Castilla, sigue editando junto a otros el Boletín Intransigente en la clandestinidad, y cuando reabre, luego de la llamada Revolución Libertadora es de los primeros que ayudan a reposicionar en el medio al periódico.

El periodista

Creo que en primer término hay que considerar aquí que con Castilla ya no se trata del poeta salteño entendido como podemos entender la figura de Joaquín Castellanos o lo que expresaba Juan Carlos Dávalos. Se trata de un hombre del pueblo que escribe para subsistir, trabaja. No es el erudito que educado en Buenos Aires se dedica a cultivar versos y a la política, como es el caso de Castellanos, ni es el aristócrata sedentario que ha resuelto crear la literatura salteña como podría ser el caso de Dávalos. Entiendo que la figura de Manuel Castilla, en ese sentido, es más compleja, incorpora a la literatura otros temas y otra posibilidad de realización.

Hay quizás dos cuestiones que vienen a manifestarse con “El oficio del árbol”, una es muy sencilla y es lo compleja que fue la empresa periodística El Intransigente, y mucho más aún mientras estuvo en vida Michel Torino. El periódico reúne en sus páginas un staff único de escritores, poetas y políticos que no volvió a repetirse en páginas informativas salteñas. El resultado fue el despliegue de una literatura, es decir, una escritura que no sólo apelaba a lo real del acontecimiento y a la actividad informativa sino que fueron páginas de excelencia literaria. Cabe repasar los “Cuatro siglos de Literatura salteña” de Walter Adet para darse cuenta que es en las páginas de El Intransigente donde muchas voces literarias de la época van a ser contenidas y que de otra forma no hubieran tenido como expresarse; recordemos que aún ahora, comienzos del siglo XXI, hay un escaso desarrollo editorial en la provincia.

La otra cuestión tiene que ver con desmitificar y despojar de idealismo la construcción del oficio de escritor. Castilla viene a dar cuenta de otra posibilidad de producción en una provincia donde hasta ese momento la actividad literaria era meramente decorativa o de ejercicio para las clases ociosas. La escritura de Juan Carlos Dávalos, por señalar un antecesor inmediato del poeta, tiene una dimensión ensayística, casi antropológica, textos de largo aliento donde poder desplegar sus especulaciones históricas y léxicas. Con Castilla se manifiesta otra posibilidad que, por supuesto conserva  una escritura que posee las señales de la inspiración y del riesgo artístico pero que ha sido modelada por la experiencia y el trabajo.

*Alejandro Morandini, nació en Córdoba en 1964. Recibió el Primer Premio de Poesía para Autores Inéditos por su poemario Bestias Domésticas. Secretaría de Cultura de la Provincia de Salta. En 2008 obtuvo la Beca de Investigación para Escritores del Interior del Fondo Nacional de las Artes. En 2013 Publicó El Oficio del árbol, Obra Periodística de Manuel J. Castilla. Coordina Talleres Literarios desde 1990. Como editor dirigió publicaciones y colecciones literarias en Córdoba, Salta y Jujuy. Colabora extensamente con publicaciones regionales desde 1985.