Reseña del libro artesanal “Metáfora del barro”, de la poeta y artista plástica
Viviana Aramayo (edición de autor, 2024): el tripensamiento del género poético
a través del fanzine.
Por Jorge Rolando Acevedo
El fanzine surge por primera vez a fines del Siglo XIX cuando comienzan a
aparecer distintas publicaciones de forma no profesional. En la década de 1930
aparece en Estados Unidos y luego en España y Gran Bretaña; es un trabajo
artesanal y gráfico, puede incluir ciencia ficción, historia de cordel, literatura de
fantasía, música, comics, etc. De hecho, este tipo de publicación es realizada
en una hoja de papel (hoja tamaño A4). El concepto de fanzine está
determinado por ser una publicación casual, personal, artesanal e
independiente. Por consiguiente es una modalidad de difusión en talleres
literarios y ferias de libros. En este caso, el trabajo presentado por Viviana
Aramayo consta de ocho fanzines que forman, a su vez, un libro. Cada texto es
acompañado por la fotografía de un cuadro pintado por ella. De esta manera
queda técnicamente conformado el corpus literario y pictórico de “Metáfora del
barro”. Cabe mencionar que la propuesta se aproxima al concepto de libro
álbum: un vínculo entre imagen y texto, los cuales se unen para dar un nuevo
sentido a la obra presentada. Su finalidad es la comunicación visual más que la
literaria. Sin dudas, el trabajo artesanal, manufacturado, la edición
personalizada de un libro álbum incluye siempre un editor, un escritor, un
artista y un poeta.
Según Mario Flores, “hay muchos libros de carácter artesanal que presentan a
poetas que son artistas visuales; hay editoriales que se dedican
exclusivamente a eso en el NOA: emparentando el collage con el verso, el
microrrelato con la fotografía o el boceto manuscrito”. Por ende, el arte, la
estética y la literatura muestran aquí una creación que traspasa lo cotidiano,
transformándose en un collage autóctono. Cabe señalar que la idea original de
Viviana Aramayo de retratar a mujeres originarias surgió en la “Fundación
Narices Chatas”, la cual en sus comienzos funcionaba como merendero en la
esquina de Rivadavia y Warnes de Tartagal. Allí acudieron las abuelas con las
generaciones sucesivas.
El libro en sí presenta ocho fanzines que incluyen la fotografía de los cuadros
inspirados en las mujeres originarias con sus respectivos poemas, presentados
en un contenedor realizado artesanalmente contemplando la posibilidad del
reuso de cartones, papeles y plásticos provenientes del descarte de los
comercios de venta de ropa. Así, la fusión de arte, poesía y diseño de autor
dan origen a “Metáfora del barro” (2024); un libro que simboliza y expresa el
mundo metafísico y terrenal de las mujeres de la etnia wichí, tal como figura en
la catalogación de cada fanzine. Por lo tanto, todo el trabajo incluye: a) el
contenedor y el material de reuso, b) cuadros referidos al mundo femenino
wichí, y c) escritura lírica.
Para comprender la poesía y la pintura de Viviana Aramayo hay que tener en
cuenta los aportes metafísicos, literarios y artísticos de Friedrich Nietzsche,
André Bretón, Fernando Pessoa, Alejandra Pizarnik, Salvador Dalí, René
Magritte y Frida Kalo. En todos los casos, la poesía de vanguardia, la poesía
libre, no responde a ninguna estructura: no tiene métrica, no contiene rima,
pero tiene el valor estético de la metáfora, la imagen y la descripción precisa de
la “otra realidad”.
Viviana Aramayo tiene refugios literarios: poemas escritos en trozos de papel,
cuadernos, hojas de carpeta, versos, cartas, vivencias juveniles que aún están
guardas en cajas que conservan el color amarillo del tiempo y el perfume a
madera. Su poesía es libre y punzante donde la palabra se transforma
constantemente, cambia el orden y la jerarquía de la poesía tradicional por una
imagen única que no repite sino en la matriz de la obra pictórica y su
correspondiente texto literario.
Considerando que una metáfora es un recurso expresivo que une dos
conceptos opuestos para generar uno nuevo, y sosteniendo además que el
surrealismo tiene por objetivo oponerse al mundo real y a su orden, en
“Metáfora del barro” la poesía se declara propia. Es decir, la poesía acaba de
salir de su zona de confort para mostrarse a la ciudad, a Tartagal y su historia.
Representa el mundo de la mujer wichí y su naturaleza, imponiendo así su
nueva condición. En definitiva, se está hablando literalmente de la existencia de
un mundo escrito por una mujer para otras mujeres: mujeres ancestrales,
niñas, jóvenes; mujeres de la tierra y del cielo donde habita el hombre
convertido en colibrí.
La coexistencia del mundo terrenal con el metafísico denotan un paralelismo
entre dos universos: el universo de la mujer originaria (cualquiera sea su
pertenencia étnica) con el mundo actual; su deterioro ambiental, el consumo
material, la invasión del hombre y el desmonte, sumándole la influencia de la
tecnología. El aspecto abstracto se constituye como fuerza vital dentro de los
poemas “Círculos de urucú”, “Estrella enjaulada” y “La metáfora del barro”. Lo
pragmático y metafísico del mundo femenino y milenario se desplazan en el
carnaval y en la naturaleza: la boca de palo santo y el elemento cósmico.
“Ya llegan los muertos / a reencarnar en las máscaras / a beber y a danzar /
con el sonido viborezno de la flauta / y el canto acompasado de las cajas. / La
estrella enjaulada / vacila como una joya muda / de tu cuello rendido: / silencio
trigueño / tu espejo en el olvido. / Tus mejillas no son de carne, / sino de monte
y pastizal”. La vida comunitaria y el aporte surrealista, la evocación hacia la
propia mujer, quedan en singular y recorren las calles, las sendas y los montes.
Para ello, se invierte la realidad en “La niña de los collares”: ¡Collares, collares
vende! / ¿Acaso lo sabe? / Pues en el monte existe el hombre, el hambre y el
hacha. Joya viva que nace de la raíz / del sonido de la espina, / de la fibra
oflada en el regazo: / olor a sol, ceniza y monte.
El poema “Alma madre” forma una amalgama entre estos dos elementos antes
citados: surrealismo y metafísica: “En el vientre cósmico / flota la geografía
esférica / de tu Alma Madre”. En “Pelo blanco” queda descrito el mundo étnico
y lo femenino como tal: “¿Querías mudarte a la vejez? / ¿Reunirte con tu
inmortalidad? / Manos ásperas de tanto pedir / monedas, pan y tiempo”.
Por último, la lectura de “Retazos de leña” sintetiza el valor estético de la
poesía y el pincel de Viviana Aramayo: “Alas de retazos de leña / pujan un
vuelo / a ras del suelo: donde punza el sol”. De esta manera, y siendo el primer
libro de Viviana Aramayo, la poesía se declara propia, auténtica, regional,
tartagalense. Estos versos sirven para determinar la importancia de este
trabajo único, íntegro y humano. Porque ahora existe una voz emergente cuyo
libro es edición limitada, tan sólo cincuenta ejemplares con un sello propio:
“Viviana y su metáfora de barro”.